"Una presencia que evangeliza" "Migrantes, portadores de esperanza"

"En nuestra Iglesia de Barcelona, cada día llegan hombres y mujeres que llevan en el corazón historias de sufrimiento, de desplazamiento y de precariedad. Sin embargo, también llegan nuevas esperanzas"
"Estas personas nos recuerdan que la vida es un camino, que la fe es una búsqueda y que la esperanza es más fuerte que el miedo"
"Nos preguntamos cómo las podemos acoger, cómo convertir nuestras parroquias, comunidades e instituciones en espacios abiertos que sean la casa de todos"
"Acoger a las personas migrantes no es solo un deber humano, es una petición insistente de Dios"
"Nos preguntamos cómo las podemos acoger, cómo convertir nuestras parroquias, comunidades e instituciones en espacios abiertos que sean la casa de todos"
"Acoger a las personas migrantes no es solo un deber humano, es una petición insistente de Dios"
El papa Francisco propuso celebrar conjuntamente la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado y el Jubileo de los Migrantes y del Mundo misionero. El papa León XIV ha hecho suya esta propuesta y, con motivo de esta efeméride que hoy celebramos, ha publicado un mensaje que lleva por título: «Migrantes, misioneros de esperanza».
En el marco de esta Jornada jubilar percibimos con la mirada de Jesús todo lo que nos aportan las personas que llegan a nuestra tierra buscando un futuro mejor. En un mundo marcado por la incertidumbre, la violencia y las fronteras cerradas, muchas personas que han dejado su tierra nos recuerdan que la vida es un camino, que la fe es una búsqueda y que la esperanza es más fuerte que el miedo.
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En nuestra Iglesia de Barcelona, cada día llegan hombres y mujeres que llevan en el corazón historias de sufrimiento, de desplazamiento y de precariedad. Sin embargo, también llegan nuevas esperanzas, capacidad de resistir, hambre de futuro y una profunda confianza en Dios. Nos preguntamos cómo los podemos acoger, cómo convertir nuestras parroquias, comunidades e instituciones en espacios abiertos que sean la casa de todos.

Aquellos que acogemos no son solo receptores de nuestra ayuda, sino también «misioneros» que nos interpelan. Su presencia nos evangeliza: nos hace salir de la comodidad, nos abre a la fraternidad universal y nos invita a construir una Iglesia más pobre y cercana, más servidora y humilde.
"En un mundo a veces marcado por el miedo y la desconfianza, la hospitalidad se convierte en un verdadero signo evangélico y en una manifestación firme del respeto a la dignidad de cada persona"
Por eso, en este tiempo de conversión pastoral que vivimos como diócesis, la migración es una llamada a revisar nuestras estructuras y nuestros corazones. Reformarse no quiere decir simplemente organizar mejor, sino poner a Jesús en el centro y acoger a los recién llegados como Él lo haría. Es necesario aprender a escuchar, a acompañar y a convivir con quienes llegan. En un mundo a veces marcado por el miedo y la desconfianza, la hospitalidad se convierte en un verdadero signo evangélico y en una manifestación firme del respeto a la dignidad de cada persona.
Acoger a las personas migrantes no es solo un deber humano, es una petición insistente de Dios que resuena en toda la Biblia. Es también una oportunidad de aprender y de avanzar, porque ellos nos enseñan a tener esperanza, a creer cuando todo es incierto, a amar a pesar del dolor, a ser fuertes en medio de las pruebas. Nos muestran que la esperanza cristiana no es un sueño frágil, sino una fuerza que nos transforma y nos abre caminos nuevos.
Queridos hermanos y hermanas, que María, Madre de la Esperanza, nos ayude a ser comunidades y familias que abran puertas y corazones. No tengamos miedo de dejarnos evangelizar por aquellos que, en su fragilidad, son portadores de una esperanza viva. Que nuestra Iglesia diocesana sea cada vez más un hogar donde todos se sientan acogidos.
