"Creo en la vida eterna" "Todos los Santos y Fieles Difuntos"
"Comenzamos el mes de noviembre con dos celebraciones muy sensibles que a veces no distinguimos y confundimos en una sola. Unos ponen el foco en la solemnidad de Todos los Santos y otros en la celebración de los fieles difuntos"
"El día 1 de noviembre celebramos la solemnidad de Todos los Santos. Honramos a todos nuestros hermanos y hermanas que ya gozan de la vida del cielo"
"El día 2 de noviembre es la Conmemoración de todos los fieles difuntos, en que oramos para que aquellos que ya no están físicamente entre nosotros lleguen a la gloria eterna del cielo"
"Cuando hablamos de la muerte lo hacemos siempre con dolor y tristeza. Sin embargo, la esperanza cristiana nos recuerda que muerte no es el final, sino la puerta que debemos cruzar para alcanzar la vida plena y gloriosa"
"El día 2 de noviembre es la Conmemoración de todos los fieles difuntos, en que oramos para que aquellos que ya no están físicamente entre nosotros lleguen a la gloria eterna del cielo"
"Cuando hablamos de la muerte lo hacemos siempre con dolor y tristeza. Sin embargo, la esperanza cristiana nos recuerda que muerte no es el final, sino la puerta que debemos cruzar para alcanzar la vida plena y gloriosa"
Tradicionalmente, comenzamos el mes de noviembre con dos celebraciones muy sensiblesque a veces no distinguimos y confundimos en una sola. Unos ponen el foco en la solemnidad de Todos los Santos y otros en la celebración de los fieles difuntos.
El día 1 de noviembre celebramos la solemnidad de Todos los Santos. Esta celebración es bien conocida por todos, porque es día festivo. En este día honramos a todos los santos, todos nuestros hermanos y hermanas que ya gozan de la vida del cielo. De hecho, muchos de ellos, aunque sean santos, nunca serán reconocidos oficialmente por la Iglesia, ya que son «los santos de la puerta de al lado», de los que a menudo nos hablaba el papa Francisco.
El día 2 de noviembre es la Conmemoración de todos los fieles difuntos, en que oramos para que aquellos que ya no están físicamente entre nosotros lleguen a la gloria eterna del cielo. Estos días recordamos a nuestros seres queridos, oramos por ellos y les llevamos flores al cementerio como signo de nuestro amor. Los cementerios se llenan de color y de recuerdos, manifestación de nuestra fe en que la muerte no tiene la última palabra.
El mensaje de las bienaventuranzas nos acompaña en la celebración de Todos los Santos. Y es que, ciertamente, los santos son bienaventurados, felices, como aquella multitud que aparece en el libro del Apocalipsis. Una multitud llena de alegría que alaba a Dios con todas sus fuerzas. En cuanto a la Conmemoración de los difuntos, el calendario litúrgico autoriza que, aunque sea domingo, la Eucaristía pueda celebrarse con las lecturas bíblicas y las oraciones habituales en las celebraciones de las exequias.
Cuando hablamos de la muerte lo hacemos siempre con dolor y tristeza. No la aceptamos como algo natural. La vemos como un final inexorable. Quienes nos dejan, dejan un vacío profundo que cuesta mucho llenar. Pensar en la muerte es, para mucha gente, pensar en una oscuridad incierta; la muerte da miedo cuando no se entiende. En cambio, la esperanza cristiana nos recuerda que cuando morimos acabamos nuestra vida en este mundo, pero iniciamos una existencia nueva y transformada. La muerte no es el final, sino la puerta que debemos cruzar para alcanzar la vida plena y gloriosa. Como dice el poeta: «morir se acaba», es decir, vivir no se acaba, porque la vida continúa. Comienza la nueva vida iniciada por Jesucristo.
El papa Francisco abría el número 19 de la bula de convocatoria del Año Jubilar 2025 con estas palabras: «Creo en la vida eterna». Ciertamente, la esperanza que tenemos los cristianos es que un día gozaremos de la vida eterna con Dios. Jesús nos prometió que en la casa del Padre hay un lugar para cada uno de nosotros. Cristo resucitado es nuestra garantía. Él nos anuncia su regreso glorioso. Y, como queda recogido al final de las Sagradas Escrituras, los primeros cristianos ya esperaban esta venida con ansias y a menudo decían: «¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22,20).
Un día como hoy, podríamos recordar a san José, que es patrón de la buena muerte. Según la tradición, él murió acompañado de Jesús y María. Ojalá que nadie muera solo. Ojalá que los moribundos, en el final de su vida, puedan encontrar el calor de la familia, de la comunidad cristiana y de la sociedad en general.
Queridos hermanos y hermanas, pidamos a Dios que un día nos acoja en su Reino de amor, de luz y de paz, donde viviremos para siempre con la gran familia de los santos. Que ellos intercedan por nosotros.