Juan José Omella La alfombra roja

A menudo, nos convertimos en espectadores entusiastas ante aquellos que recorren este sendero rojo; los admiramos y los aplaudimos. Sin embargo, nosotros, desde el anonimato, podemos dejar de ser meros espectadores y pasar a ser actores

La  alfombra roja  es un concepto habitual en nuestros días, aunque, en realidad, ya en la Grecia clásica aparecía como un elemento de poder y de gloria. Actualmente, sigue siendo un símbolo de riqueza, de prestigio y de glamour.

Hace unas décadas, la  alfombra roja  era reservada a pocas personas. Sólo la pisaban los poderosos, los jefes de Estado, en celebraciones y eventos formales. Actualmente, es un elemento de distinción que podemos observar en acontecimientos muy variados. Desfilan personas importantes y famosos por diferentes razones. Caminar sobre la  alfombra roja  implica un  status , un prestigio, un reconocimiento. También la pisan con convicción y con gran solemnidad los novios que caminan hacia el altar.

A menudo, nos convertimos en espectadores entusiastas ante aquellos que recorren este sendero rojo; los admiramos y los aplaudimos. Sin embargo, nosotros, desde el anonimato, podemos dejar de ser meros espectadores y pasar a ser actores. También podemos caminar sobre este rojo intenso en nuestras vidas y brillar como estrellas llenas de luz y de felicidad. ¿Cómo? Sabiendo que, a pesar de las dificultades y los problemas, tenemos muchos motivos para sonreír y regalar sonrisas a los que nos rodean. Sí, celebramos cada día tan afortunados como somos por todo lo que hemos recibido. Somos hijos de Dios. Él nos ha creado a su imagen y semejanza. Él nos ama con locura. Él nos ha elegido. Él nos ha regalado la vida y este es el premio que recibimos diariamente. Tenemos, pues, una gran suerte.

Si nos fijamos bien, mirando a nuestro alrededor, veremos que Dios ha convertido el mundo entero en una enorme  alfombra roja  que se despliega sin pausa a medida que avanzamos. A cada paso que damos, vamos descubriendo la belleza de todo lo que nos ha dado. Pero, sobre todo, descubrimos su amor infinito por cada uno de nosotros: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna» ( Jn  3, 16). Además, Jesús nos dice: «Yo soy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» ( Mt  28,20). Dios nos acompaña y pisa con nosotros esta  alfombra rojade nuestra vida. Ahora que estamos en tiempo de Pascua, aunque tenemos más motivos que estar contentos, porque seguimos celebrando con gozo la resurrección del Señor y recordamos el tiempo en que Jesús permaneció con los apóstoles hasta la llegada del Espíritu Santo.

Alfombra roja

Tal como hicieron los apóstoles, debemos seguir Cristo haciendo su voluntad, sabiendo que, al final de la vida, nos espera la  alfombra roja  que nos llevará al encuentro con Dios. No hay alegría más grande que esta. Es la felicidad absoluta. Nos uniremos en el amor verdadero. Dios nos quiere conceder el regalo de la vida eterna con Él. Una existencia gloriosa que, sin duda, será mucho mayor de lo que podemos pedir o imaginar.

Estimados hermanos y hermanas, en este segundo domingo de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia, os invito a seguir contemplando y anunciando esta maravillosa noticia: ¡Verdaderamente Cristo ha resucitado! Que la serena y profunda alegría de la Pascua os acompañe a todos. Y no olvidemos que la misericordia de Dios es eterna.

† Card. Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona

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