"Solo seremos felices si compartimos" "Todos estamos invitados"

"Todos estamos invitados"
"Todos estamos invitados"

"Jesús es un observador incansable de la realidad de su tiempo y de sus observaciones y comentarios podemos sacar claves fundamentales"

"En el evangelio de hoy, Lucas nos sitúa en un banquete organizado por un fariseo, en el que se proyectan actitudes y comportamientos sorprendentes a sus ojos"

"Los invitados, cuando entran en la sala, ocupan siempre los primeros puestos. En el banquete solo hay ricos invitados… Sin embargo, para Jesús el Reino de Dios consiste en un gran banquete al que todo el mundo está invitado"

"Vivimos en una sociedad en la que casi nada es gratis, en la que pocas personas consideran que es mejor dar que recibir. Cuando organicemos un convite invitemos también a aquellos que no pueden corresponder a la invitación"

Jesús es un observador incansable de la realidad de su tiempo y de sus observaciones y comentarios podemos sacar claves fundamentales para comprender qué quiere Dios de nosotros y de la humanidad para extender su Reino. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en el evangelio de hoy.

El evangelista Lucas nos sitúa en un banquete organizado por un fariseo, un miembro de un grupo religioso judío que era conocido porque cumplía estrictamente la Ley de Moisés. Uno de los invitados es Jesús, el cual aprovecha la ocasión para ofrecernos algunas reflexiones.

En este banquete entran en juego muchos elementos, en él se proyectan actitudes y comportamientos sorprendentes a los ojos de Jesús.

Los invitados, cuando entran en la sala, ocupan siempre los primeros puestos, comportamiento que Jesús les reprocha con vehemencia. Para el Señor, la invitación a un banquete es pareja a la invitación al Reino de Dios. Si queremos entrar en su Reino tenemos que ser humildes. Ser humilde implica conocernos, aceptarnos tal como somos y reconocer nuestra fragilidad. Jesús nos dice que si queremos ser grandes tenemos que aprender a ser pequeños.

La humildad es también el camino para dejarse amar por Dios. Si reconocemos que necesitamos el amor de Dios, su amor entrará en nosotros y nos ayudará a sobrellevar nuestra vida con alegría. Jesús mismo nos lo propone en el Evangelio: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré […] aprended de mí que soy humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas». (Mt 11,29).

A Jesús también le sorprende que en el banquete solo haya invitados ricos, personajes importantes y pudientes que algún día pueden devolver la invitación a su anfitrión. Todos ellos organizan convites y se invitan los unos a los otros. Sin embargo, para Jesús el Reino de Dios consiste en un gran banquete al que todo el mundo está invitado. Vivimos en una sociedad en la que casi nada es gratis, en la que pocas personas consideran que es mejor dar que recibir. La verdadera grandeza consiste en amar a Dios y a nuestros hermanos sin esperar nada a cambio. Solo seremos felices si compartimos con los demás los dones que hemos recibido de Dios.

En este sentido, el Señor nos recomienda que, cuando organicemos un convite invitemos también a aquellos que no pueden corresponder a lainvitación.Son los «pobres, lisiados, cojos y ciegos» (Lc 14,13). Y es que, para Jesús, en el Reino de Dios las personas más vulnerables deben tener un lugar preferente. Los pobres son, tal como nos dice el papa Francisco, «los porteros del cielo». No pasemos de largo ante aquellos que nos necesitan, compartamos con ellos nuestro amor solidario.

Queridos hermanos y hermanas, que Dios nos ayude a reconocer nuestra pequeñez y la grandeza de su amor. Que Jesús nos ayude a construir comunidades que abran las puertas a todos, especialmente a aquellos que la sociedad margina.

Dar
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