Navidad Carta de Navidad

¿Cómo es la Navidad por Centroamérica?

Por fin llegó la Navidad, y con ella los días de fiesta en que conmemoramos el nacimiento de Jesús. A diferencia de otras fiestas en el calendario litúrgico, y en el civil, esta se viene relacionando con la familia y el hogar, por lo que no solo la he podido celebrar siempre de esa manera sino que, ahora que me toca celebrarla en la distancia de mi familia, parece que la conciencia de esa distancia es mayor, y que las ganas de estar en casa de mis familiares aumentan por estos días. No es que esto sea malo, pero también me pregunto por qué otros días no los hacemos familiares, por qué los buenos deseos se quedan solo en emotivos deseos para el mes de diciembre y el inicio de enero, y la llamada a la solidaridad de estas fechas se va perdiendo conforme avanza el año.

Las Navidades en este lugar del mundo son bastante diferentes, pero quizás lo que me llama la atención son las semejanzas que tiene, que recuerdan el eclipse de un pueblo y su cultura, cuando los villancicos y las canciones de adviento para preparar la Navidad hablan de frío y nieve, mientras la temperatura mínima no baja de 20º y la máxima llega a 30º. Jesús se hizo presente para todo el mundo, pero los pueblos no tienen que celebrar conforme a las culturas que les han invadido, aunque sea de manera más sutil. ¿Cómo puede llenarse todo de Santa Claus bien abrigados en un sitio donde llevar manga larga es algo extraño? ¿Por qué se decoran escaparates con nieve en un lugar donde nunca nieva? De alguna manera conocemos la respuesta, este país ha importado un modelo cultural y una manera de vivir la Navidad que tiene más que ver con el norte que se impone que con una inculturación que lleva el misterio a todos los pueblos.

También debería me sirve esta experiencia para cuestionar la manera de vivir la Navidad de occidente. No ya por el consabido despilfarro de luces y regalos, las comidas y bebidas excesivas y la solidaridad solo como mensaje y no como transformación de una sociedad más justa; también se debería de preguntar la sociedad occidental cómo puede parar unos días de Navidad en honor de Jesús, que era Palestino, pobre, migrante, refugiado, rechazado y contrario al imperio, para luego vivir creando refugiados en los países en guerra que luego encierra en cárceles en EEUU, o en campos de concentración en Turquía, Grecia y la península balcánica. Occidente ha creado un sistema injusto, pero celebra sin pudor a quien manifestó un mensaje de justicia que lo llevó a muerte en una cruz.

Al otro lado del muro de Trump, la Navidad sin embargo es una fiesta que hace visibles otras realidades. La primera de la que me percaté fue la llegada de los migrantes que tienen la suerte de poder pagarse un pasaje para estos días, y vienen de EEUU o de Europa para reencontrarse con su gente tras años fuera. Mientras esperaba a mi nuevo compañero en el aeropuerto, veía salir a sus acompañantes del vuelo de España, y con ello contemplaba las caras de reencuentro, las lágrimas de familias que se abrazaban, parejas que se volvían a besar tras mucho tiempo sufriendo la distancia, hijos que veían a padres ausentes... pero pensaba en cuántos faltarían, cuántos más han migrado y no han logrado suficiente para estar, para poder volver estos días, y sufrirán una profunda tristeza, esta vez sí, con el frío navideño del norte.

En la parte religiosa, pude celebrar la misa de Nochebuena, una de las tres que teníamos, y participar de la alegría comunitaria relativizando la tristeza que arrastraba por no compartir estos días con mi gente en Europa. El templo se llenó y la alegría colectiva no solo nos llevaba a compartir nuestros mejores deseos antes, durante y después de la misa, si bien con la pirotecnia que aquí gastan ya no se quedó tanta gente después; también me llevó a darme cuenta que tengo otra familia, unos nuevos amigos y amigas y un nuevo lugar donde vivir la fe, por lo que dar gracias, en medio de las dificultades, los conflictos y la pobreza que aquí existe. Es un gran don celebrar estas fiestas y ver cómo, aún con una comida diferente y un clima tan paradisiaco como extraño para mí, puedo sentirme feliz y compartir la felicidad de estos días. Desde Honduras os deseo feliz Navidad.

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