Mujeres e iglesia

¿El machismo es un dogma?

Decía el chiste machista que las mujeres irían a la luna cuando hubiera que limpiarla, hoy el machismo ya no cuenta chistes públicamente, pero cuando en 2010 Benedicto XVI fue a Barcelona a consagrar la Sagrada Familia, se comprobó que las mujeres se acercaban al altar cuando hubo que limpiarlo (después de que Benedicto XVI lo embadurnara de santo crisma), así que lo que para la sociedad actual solo es un chiste machista sobre la luna, para la mujer católica en el siglo XXI es una realidad con respecto al altar.

Ayer leía una entrevista al cardenal Cañizares en Religión Digital https://www.religiondigital.org/espana/Canizares-apetece-presidente-obispos-aceptare-conferencia-episcopal-iglesia-espana-gobierno-eutanasia-aborto-cataluna-franco_0_2208379154.html El poco dado a aceptar la evidente realidad se veía forzado a admitir que las mujeres son "el 90% de los católicos practicantes", y sin caer en la necesidad de la concordancia del género con la mayoría del sujeto plural, bien cabe preguntarse no solo por qué la mujer solo se acerca al altar para limpiarlo, sino también por qué las responsabilidades dentro de la iglesia como la prescindible diplomacia vaticana se encuentra encabezada por un clero que, no solo debería estar al servicio de un pueblo, sino que además es en su 100% masculino. ¿Tiene sentido que el 10% masculino de la iglesia practicante acapare la responsabilidad y la voz y la decisión en una iglesia que pretende llegar a un mundo que no comparte este machismo?

El machismo, sin embargo, en Centroamérica, y especialmente donde me ubico, es una lacra demasiado evidente, con graves consecuencias propias de estar asociado a la pobreza y la desigualdad. No es solo que la mayoría de la pobreza tenga rostro de mujer, sino que además están los maltratos, las violaciones, los embarazos no deseados que acaban con ella sola y el varón sin reconocer a la criatura, la prostitución, la violencia sufrida por la sociedad contra las más débiles y, por último y más grave de todo, los femicidios (o feminicidios en España).

Siempre que tengo ocasión de evaluar los retos de nuestro lugar, hablo de la necesidad de afrontar la cultura y la educación como la mejor manera de mejorar lo que hoy se encuentran como principales problemas, y cuando lo expongo hablo de la necesidad de educar en el feminismo a ellas y a ellos, para que los conflictos que antes decía puedan ser superados por unas mujeres empoderadas en el mañana, pero también por unos varones que frenen el machismo interno y el externo.

Recientemente, mientras lo comentaba con unas religiosas, ellas se mostraban bastante abiertas a la posibilidad hasta que recibieron un vídeo alertando sobre los problemas del feminismo. En ese vídeo, un hombre (cómo no) vestido con traje negro y ataviado con el el alzacuellos, exponía la "maldad" del feminismo porque se oponía a, decía él, a la visión cristiana de la mujer. Tras una sucesiva enumeración de hipérboles que sucesivamente desmentía, como "México es el país con mayor número de asesinatos, creo yo, no sé si habrá otro país con más asesinatos...", se dedicaba a despreciar todas las luchas feministas, reduciendo el movimiento contra los feminicidios a una especie de gente perversa que solo buscaban una excusa para quemar cosas.

Es obvio que en la iglesia siempre hubo y habrá gente de muchas clases, y así como hubo obispos que bendecían la posesión de esclavos y la explotación de indígenas en América, también hubo frailes que defendían a los indígenas y se oponían a la esclavitud; hoy somos muchos y muchas católicos que nos oponemos al machismo, y también son multitud quienes lo defienden. Sin embargo el problema no es tanto ese machismo anacrónico absurdo que aún perdura, tanto dentro como fuera de la iglesia, cuanto que el dogmatismo impulse a unas religiosas que aceptan una propuesta feminista a echarse atrás porque un miembro del clero le advierte de que el feminismo le molesta.

El problema mayor con respecto al machismo es que, gracias a la exclusividad masculina de redacción de los dogmas, las leyes, las normas y el funcionamiento de la iglesia, una lacra como la exclusión de la mayoría femenina eclesial de las principales funciones lo seguirá siendo hasta que los varones que detentan el poder sean feministas, aunque el feminismo impregne de facto a una gran parte del pueblo de Dios. Como salvaguarda del statu quo, el papa Juan Pablo II se encargó de dogmatizar su opinión personal negativa con respecto a la ordenación de mujeres, una postura que no solo aleja la posibilidad de unidad de la iglesia católica con iglesias como la sueca, la danesa o la británica, cuanto también aleja la distancia entre el pueblo de Dios y el clero que debería servirles.

Como dato esperanzador siempre quedará la cifra arrojada por el cardenal valenciano, y es que, consciente de la debilidad de la postura machista, es innegable no solo el número mayoritario de la mujer en la iglesia, sino más que si ellas deciden hacer huelga un os cuantos domingos, y dejar de poner dinero en las misas, de realizar la catequesis, de servir a los obispos, de llevar adelante las cáritas parroquiales, de abrir y cerrar los templos, de leer en las celebraciones, de limpiar en tantos lugares de culto o de vida eclesial... es evidente que si los obispos y cardenales no aceptan la igualdad por convicción, lo harán por necesidad.

En el siglo XIX el papa Pío IX, además de firmar sentencias de muerte a anarquistas, se negó en rotundo a la democracia, se opuso al sufragio universal, reivindicaba censurar libros y se oponía al estado italiano llamándose a sí mismo infalible y pretendiendo imponer tal visión como dogma de fe hasta el final de los tiempos. Hoy no solo provoca la risa tal postura de dicho papa, sino que nos resulta incluso difícil entender cómo esa forma de ver la iglesia y el mundo pudo llegar a ser admitida por quienes formaban parte de la misma iglesia. Estoy convencido de que, sea con huelga o sea con otros métodos, lo que pueden pensar las católicas de hoy de Pío IX y su integrismo, se pensará de otros tantos papas, obispos y curas y su machismo.

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