Carta de Cuaresma

Querida Carmen: Estamos empezando el tiempo de Cuaresma. Ha sido una constante en la vida de los creyentes pensar en este tiempo como un tiempo preferentemente, de ascesis, de sacrificio, penitencia… un tiempo en definitiva de un trabajo personal para agradar a Dios. O quizás, dicho con otras palabras, como un tiempo de hacer Via-Crucis, o penitencias: no comer carne, u otros ejercicios piadosos que se nos puede ocurrir, sin muchas más consideraciones. No voy a decir que esto sea malo, pero sí algo defectuoso, porque es una obra que lleva a cabo la persona creyente desde sí misma, y queda muy incompleta.

El tiempo de Cuaresma debe ser un tiempo como recoges en tu carta para adquirir conciencia de nuestro pecado, lo cual advertimos por nuestra cercanía a Dios. Es la santidad de Dios la que descubre y pone al descubierto mi pecado, mi infidelidad. Cuando me acerco a un Dios amor, un Dios de luz y misericordia, tomo conciencia de mi falta de amor, de mi oscuridad, de la dureza de mi corazón…

La Cuaresma debe ser un esfuerzo por estar, por permanecer, y esperar en silencio la salvación de Dios. (Lam 3,25) Un esfuerzo, en primer lugar por buscar a Dios, para escucharle, para conocer más y mejor su voluntad sobre mi vida… Porque el hombre no se salva por sí mismo, ni hace méritos para que sean tenidos en cuenta en orden a su salvación. Yo me salvaré por la misericordia de Dios, por su fidelidad ya que no puede negarse a sí mismo, aunque yo sea infidel. Yo me salvaré por su amor. Porque sólo el Amor nos salva. Y por ello la Cuaresma debe ser un tiempo para meditar el Amor que se nos entrega hasta el extremo. Un tiempo para mirar y considerar constantemente el Amor que se entrega en la Cruz y que celebramos con la vibración de un Aleluya que nace del corazón en la Noche Pascual, para cantar la victoria del Amor dado hasta el extremo. El que da la vida la vuelve a recobrar. (Jn 10,17)
La Cuaresma no debe ser un fatigarse en “hacer”, sino en contemplar, escuchar y orar para que ese amor acertemos a llevarlo a nuestra vida. La Cuaresma debe ser un tiempo para trabajar y fatigarse por el Amor; en definitiva para eso está configurado nuestro corazón, y es el camino para pacificar nuestra vida, es el camino para encontrarme en profundidad con el hermano. Evidentemente ponerse con seriedad en este sendero supone una abnegación y verdadero sacrificio en nuestra vida. Como escribe Mertón:

El ascetismo más seguro es la amarga inseguridad, trabajo y pequeñez de los realmente pobres. Depender absolutamente de otros.
El problema crítico de la perfección y la pureza interior está en el renunciamiento y desarraigo de todos nuestros inconscientes apegos a cosas creadas y a nuestra propia voluntad y deseo.

Sólo existe un ascetismo verdadero. El que es guiado por el Espíritu de Dios y no por el espíritu de uno mismo. El espíritu del hombre, primero debe sujetarse a la gracia y entonces podrá traer la carne a la sujeción de la gracia y de sí mismo. Si por el Espíritu mortificáis los hechos de la carne, viviréis (Rom 8,13).


De aquí pueden nacer varias opciones. Nacen de hecho: la rutina, siempre lo hemos hecho así, los viernes no comer carne y… poco más. La dejadez, como no tiene sentido hacer unos ejercicios que no nos cambian, que son del pasado… pues lo dejo o hago alguna pequeña cosa, según las circunstancias. Y la vida sigue más o menos igual de rutinaria, anodina, insípida, tibia. O bien creo que el Espíritu es importante en mi vida y me dejo guiar por él en todo momento y circunstancia. Y entonces estoy atento a sus sugerencias que me llegan de fuera, en la escucha, y también de dentro a través del movimiento de mi corazón. Y ésta puede ser una Cuaresma apasionante. Un abrazo

P. Abad
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