"¡Bendice a los abuelos, y sus bellos sueños!" Carta a Dios (sobre los abuelos)

Carta a Dios (sobre los abuelos)
Carta a Dios (sobre los abuelos)

"Mi mente se ha desplazado al Adagieto de Mahler, recordando el correo de otro abuelo que me comunica la noticia del nacimiento de sus dos nietas, Gabriela y Teresa: 'Han abierto mi corazón, una estancia de amor que no sabía que tenía, pero ahí está. Y es maravilloso'"

"'Una estancia de amor…' contemplando el Amor reclinado en una pequeña cuna y escribiendo una nueva melodía, en el corazón de los abuelos, que no llegan a descubrir del todo, por lo visto, con los hijos"

"Hoy, las circunstancias de la vida, una vida vertiginosa, acelerada, un ritmo de locura, hacen muy difícil no endurecer el corazón … Y uno recuerda aquellas casas solariegas de hace unos años, en los pueblos, donde la puerta permanecía abierta durante el día"

"Sin embargo, el Señor nos ha proporcionado otro recurso vivo para no endurecer el corazón: el ejemplo de los abuelos"

Señor, Dios nuestro, esta mañana en la oración de Laudes, esta alabanza monástica que elevamos a Ti, al amanecer, cuando la luz nueva envuelve y difumina la noche, me he distraído al rezar el Benedictus diciendo:

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el Sol que nace de lo alto…

Evidentemente este Sol del Benedictus se refiere a Jesucristo, nuestro Sol de salvación, el Sol que nos abre a la esperanza del día sin ocaso, pero el Señor, nuestro Dios, origen y fuente de la vida, continúa dando lugar al nacimiento de nuevos “soles”, en la noche de nuestra sociedad. Y se me fue el pensamiento hacia esos nuevos “soles” que nos traen nuevas esperanzas a nuestra maltrecha sociedad.

Un primer pensamiento fue para un abuelo que no tuvo pereza, sino coraje para hacer 900 Km un fin de semana para ver a su nieta Senna. Todo un gesto de fuerza y amor, de vida interior, como puede manifestar un Te Deum de Bruckner.

Nietecita
Nietecita

Casi simultáneamente, mi mente se ha desplazado al Adagieto de Mahler, recordando el correo de otro abuelo que me comunica la noticia del nacimiento de sus dos nietas, Gabriela y Teresa:

“Han abierto mi corazón, una estancia de amor que no sabía que tenía, pero ahí está. Y es maravilloso. Después de tanto correr en la vida es como llegar al prado de la felicidad, con las montañas al fondo, el canto de los pájaros,…sí, como si levitara…”

Una estancia de amor…contemplando el Amor reclinado en una pequeña cuna y escribiendo una nueva melodía, en el corazón de los abuelos, que no llegan a descubrir del todo, por lo visto, con los hijos.

Y es que cada “sol” que amanece lo hace acompañado de una nueva melodía, a reinterpretar en el camino de la vida, pero las preocupaciones diarias nos llevan a cerrar la partitura y nos pasamos a otras estancias, o a otras melodías más vulgares.

Pero leyendo estas palabras de un abuelo feliz, que está “levitando”, efectivamente recordaba la interpretación del Adagieto dirigido por Leonard Bernstein que muestra, en la dirección de la obra, un semblante “llevado” o levitado por la suavidad, la dulzura, el ritmo pausado de la melodía… ¿Qué melodía estarán “soñando” estos, y otros, abuelos, contemplando su “sol” recientemente amanecido?

Nietecita
Nietecita

Todavía la distracción se ha prolongado hasta el recuerdo de Olivia y Violeta dos “nuevos soles”, cuyo nacimiento me comunican los abuelos con otro correo vía móvil, pero que el maravilloso temblor de los abuelos con el móvil hizo que, en lugar de una comunicación, una imagen de sus bellísimas nietas gemelas, fuesen 6 comunicaciones simultáneas. Que me sonó como el Aleluya de Haendel del que no te queda más que la euforia de un repetido Aleluya. Una alegría desbordante…

Podemos leer al Salmista, en la Sagrada Escritura, que nos exhorta: “Si hoy escucháis su voz no endurezcáis el corazón en una alusión clara a estar atentos a contemplar y vivir la Palabra de Dios.

Es verdad: hoy, las circunstancias de la vida, una vida vertiginosa, acelerada, un ritmo de locura, hacen muy difícil no endurecer el corazón.

Sin embargo, el Señor nos ha proporcionado otro recurso vivo para no endurecer el corazón: el ejemplo de los abuelos.

En ellos podemos contemplar esa estancia de amor que fácilmente se nos cierra a lo largo de la vida, de una vida cada vez más prolongada en el tiempo, pero que los nietos abren con su presencia, como se abre la luz automática, cuando pasamos por un pasillo oscuro.

Abuelo con sus dos nietas
Abuelo con sus dos nietas

Y uno recuerda aquellas casas solariegas de hace unos años, en los pueblos, donde la puerta permanecía abierta durante el día, donde se alojaba una verdadera comunidad familiar al acoger varias generaciones, y que hoy queda reducida a un “pequeño piso”, cuya distribución calculamos detalladamente, para el matrimonio y el nieto. El abuelo estará bien atendido en la residencia de la calle vecina… Es el ritmo de nuestra vida moderna…

Pero tú, oh Dios, Dueño y Señor de la vida nos la alargas en años, con lo cual tenemos la posibilidad de contar con los “abuelos” que, aunque sea en la residencia de la vecina calle nos recuerdan que todavía no está cerradas todas las estancias en esta sociedad. Y que todavía quedan “prados” donde descansar y dar esperanza a nuestra difícil sociedad.

¡Señor!... te doy gracias por esta distracción en la plegaria comunitaria de Laudes, porque ese Sol que nace de lo alto, baja rodeado, acompañado de muchos “soles” que despiertan en nosotros nuevas melodías. Creo que al final hice una buena plegaria, y que te complaciste en ella. Y me atrevo a pedirte con una nueva plegaria:

¡Bendice a los abuelos, y sus bellos sueños!

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