Carta a Mª José

Querida Mª José: ¡Hola escéptica! Estos días te he recordado a propósito de un comentario episcopal que se lamentaba de que los periodistas provocaban la división entre los obispos. El recuerdo venía a cuento de un comentario tuyo hecho con motivo de la renuncia del Papa Benedicto XVI:

“Cuando renunció Benedicto salió algún obispo diciendo que se sentía huérfano. ¿Cómo los voy a tomar en serio diciendo semejantes tonterías, ni que lo tuvieran en casa todos los días. Ya sé que me dirás: “huérfano espiritualmente”. Pero muchos de ellos hacen lo que quieren y dicen lo que no deben”.

Es muy sintomático que en los documentos del Concilio Vaticano II, la figura del obispo o la jerarquía en general, si lo preferís, venga después del capítulo sobre el pueblo de Dios, a fin de destacar significativamente la dimensión del servicio.

Lo cual sugiere que la misión de la jerarquía es la del servicio. ¿Pero quién decide si se hace bien o mal este servicio?

“Para apacentar el pueblo de Dios y acrecentarlo siempre, Cristo instituyó en la Iglesia distintos ministerios ordenados al bien de todo el cuerpo… están al servicio de todo el pueblo de Dios (LG nº 18)

Resalta en esta línea la importancia del servicio de la unidad y la reconciliación, donde están llamados a actuar a través del servicio, con la fuerza del Espíritu.

¡Cuánta actualidad tiene hoy, 20 siglos más tarde, la carta del san Ignacio de Antioquía al obispo Policarpo, a finales del siglo II:

“No hay nada mejor que la unidad: ¡tenla presente! Acoge a todos como a ti te acoge el Señor; aguanta a todos con amor, como ya lo haces. Date sin descanso a la plegaria. Pide un conocimiento mayor que el que tienes. Vigila, poseyendo, como posees un espíritu que no duerme. Habla con todos, según la manera de obrar de Dios. Asume las enfermedades de todos, como un perfecto atleta. Con amar a los buenos discípulos no tendrás especial mérito. Mira, más bien, a los que son una peste, trátalos con mansedumbre. Pues no todas las heridas se tratan con la misma medicina”…

Si toda esta sabiduría sigue vigente en la vida de la Iglesia, no termino de entender que le digan a alguien de Iglesia una crítica de los medios de comunicación, y se lo tome a mal. Lo cual ya es una muestra de que no se da en la vida eclesial el interés que merece de cara a poner de relieve dicha sabiduría.

Lo cual es perfectamente extensivo a más medios de comunicación de hoy día, donde esa sabiduría de los Padres antiguos parece diluirse en un mero interés mediático. Aquí la Iglesia creo yo que se queda muy corta. O no considera con suficiente sabiduría el valor del servicio, que no tiene más que un matiz…

Si esta sabiduría sigue vigente en la vida de la Iglesia, nadie termina de entender que unos cardenales que tienen camino abierto para encontrarse con el Papa, vengan a exigirle públicamente ciertas rectificaciones. Deben ser cosas de la edad, quizás tendrían que adelantarles la edad de la jubilación.

Pero mucho menos entiendo con algún que otro purpurado se despache a gusto ante unos indefensos seminaristas hablando contra el posicionamiento evangélico del Papa Francisco.

Pero, ¿quién puede dividirnos desde fuera si está activa esta sabiduría evangélica en nuestra vida? Y si recibimos críticas, vengan de donde vengan, seamos conscientes de que somos imperfectos en nuestro servicio, y que una buena crítica la tenemos que agradecer siempre para ser más eficientes en el servicio.

O pasamos por alto aquel pasaje de Rom 8,31s:
¿Quién podrá privarnos del amor de Cristo? Dificultades, angustias, persecuciones, hambre, desnudez, peligros, espada… Todo lo superamos gracias al que nos amó… Nadie podrá privarnos de ese amor de Dios presente en el Mesías Jesús Señor nuestro.


Quizás nos podría hacer bien en la vida eclesial un repaso gramatical a algunas palabras interesante y plenamente eclesiales: servicio, amor, poder, verdad, evangelización…

Mª José, con el deseo de que disminuya tu escepticismo, te deseo un buen verano, y una buena reflexión. Un abrazo

P. José Alegre
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