" Hoy es urgente, como no lo ha sido nunca, poner en la pastoral el corazón" José Alegre: "Nombramientos episcopales, ¿comunidad a edificar u oportunidad de 'subir peldaños' en el 'staff' de la empresa?"

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"Uno tiene la impresión, contemplando en estos tiempos algunos pastores, en sus obras diocesanas, o en sus relaciones personales, que consideramos la Iglesia, y la vivimos, no como una comunidad a edificar"

"No, yo pienso que no es solo responsabilidad del Sr. Nuncio o del cardenal Omella. Este es un asunto muy serio y que este asunto del nombramiento no se puede reducir a la dicotomía progresistas o conservadores"

"Siendo yo abad, vino un grupo de sacerdotes a preparar el curso de pastoral del arciprestazgo. Yo les pregunté: ¿habéis pensado en dedicar tiempo a encuentros personales, para ayudar a madurar personalmente a los laicos, y que se comprometan más en la vida parroquial? Me contestaron que no"

"En el fondo de todo esto hay un problema serio: 'El ritmo de la vida'. La relación personal queda supeditada a este ritmo de la vida. Y no solo en las parroquias, sino en las mismas familias"

Recientemente, me comentaba un amigo, o mejor me transmitía su extrañeza ante la actuación del Sr. Nuncio con respecto a nuevos nombramientos de obispos, que parece que llevan el horario cambiado para acceder a las nuevas diócesis, que están a la espera de un nuevo Pastor.

Tampoco faltaba la alusión al Presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Omella, en torno a ser “rompedores”, valientes, en los nombramientos.

No, yo pienso que no es solo responsabilidad del Sr. Nuncio o del cardenal Omella.

Yo creo que este es un asunto muy serio, muy delicado, visto el panorama social y la responsabilidad de la Iglesia ante Dios y ante la sociedad; y que este asunto del nombramiento no se puede reducir a la dicotomía progresistas o conservadores, o pongan ustedes otras palabras contrarias en este punto.

Creo recordar que cuando nombraron a Mons. Omella para arzobispo de Barcelona, y ante la envergadura de esta diócesis, éste transmitió al Papa su preocupación y sus temores ante este servicio pastoral. Pero el Papa Francisco le dijo: “Tú, lánzate a amar a la gente; ámalos mucho”.

Creo que el Papa le dijo “una buena palabra”. Pero “esa buena palabra” es preciso que todos la recojan, asumirla. Una palabra tal no se puede asumir en la razón, sino en el corazón. Hoy es urgente, como no lo ha sido nunca, poner en la pastoral el corazón. Pero derramar el corazón quiere decir, mejor dicho, exige tenerlo lleno, a rebosar. Y se llena cultivando asiduamente la amistad, la relación con Dios.

Y uno tiene la impresión, contemplando en estos tiempos algunos pastores, en sus obras diocesanas, o en sus relaciones personales, que consideramos la Iglesia, y la vivimos, no como una comunidad a edificar, configurar continuamente; no como un trabajo o un servicio pastoral, preocupado día a día por una presencia activa, viva, dinámica del Espíritu Santo, sino como la oportunidad de “subir peldaños” en el “staff” de la empresa.

Ahora bien, cuando uno lee las palabras de un obispo que envía por primera vez su saludo o su homilía primera, en la “entronización”, de su diócesis, o en la “toma de posesión”, se tiene la impresión de que hay una “homilía modelo” de incorporación de nuevo obispo, y se viene a decir más o menos lo que se “sabe” que debe ser su servicio pastoral, cuando uno tiene dudas de si el nuevo obispo sabe exactamente la situación de su diócesis: clero, religiosos, laicos… Quizás sería mejor entrar en el SERVICIO, en silencio, en un ejercicio práctico de la primera palabra de la Regla de san Benito: ¡ESCUCHA!, que por cierto es una de las palabras que con más fuerza resaltan en los Evangelios.

Por otro lado, tengo la experiencia de haber dirigido tandas de Ejercicios Espirituales a sacerdotes, en los que hice mucho hincapié en el punto de hacer arraigar en el corazón la Palabra de Dios. De plantearse muy en serio la relación con Dios mediante una vida de plegaria que “llene la vida”, el corazón del presbítero, un punto, éste, vital de cara a una vida pastoral.

Hace varios años cayó en mis manos un trabajo-encuesta con sacerdotes que creo recordar venía a decir que un 20% de la eficacia pastoral no depende de la santidad personal del agente; sobre un 30% desvinculaba la vida espiritual de la exigencia pastoral; y hasta el 40% que no contempla la oración como constitutiva de la vida sacerdotal.

Es muy de desear que el ritmo de la vida pastoral de hoy, y el número más reducido de agentes de pastoral no afecten más negativamente estos números.

Parece ser que aquellos documentos del concilio Vaticano II sobre Obispos y Sacerdotes han quedado recluidos en el desván de la casa. En ellos podemos encontrar “perlas” como estas:

“No podrán ser ministros de Cristo si no son testigos y dispensadores de otra vida más que la terrena, pero tampoco podrían servir a los hombres si permanecieran extraños a su vida y a sus condiciones” (PO 3)

El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan es porque dan testimonio (Paulo VI, Evangelii nuntiandi nº 41) Mensaje que el Papa Francisco amplia profusamente en Evangelli gaudium. Pero sobre todo contemplamos la autoridad de la Divina Revelación:

Lo que vieron nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos -hablamos de la Palabra que es la vida, porque la vida se manifestó, nosotros la vimos, damos testimonio… (1Jn 1,1s)

Hace unos años, siendo yo abad, vino un grupo de sacerdotes a preparar el curso de pastoral del arciprestazgo. Al final, cuando pasé a saludarlos me comentaron sobre el proyecto del nuevo curso. Nada había que objetar: formación, caritas, celebraciones… todo aquello que se suele hacer en las parroquias. Yo les pregunté: ¿habéis pensado en dedicar tiempo a encuentros personales, para ayudar a madurar personalmente a los laicos, y que se comprometan más en la vida parroquial?Me contestaron que no.

Más recientemente, a principios de este curso pastoral algún obispo animaba a sacerdotes y catequistas… a poner un poco menos de acento en las reuniones (que también son necesarias), pero dedicar más tiempo a una relación personal que ayude a la maduración de la fe.

En esta línea es elocuente el final de la Epístola de san Pablo a los Romanos, donde se despide citando concretamente a más de 30 personas, incluso sugiriendo algún punto pastoral de esa relación. Es deseable, que estos frutos pastorales se den también en las despedidas de obispos y párrocos

En el fondo de todo esto hay un problema serio: EL RITMO DE LA VIDA. La relación personal queda supeditada a este ritmo de la vida. Y no solo en las parroquias, sino en las mismas familias. E incluso en los MONASTERIOS. Vivimos un ritmo tal que NO HAY TIEMPO. Vivimos el tiempo sin el tiempo, el desierto, o la locura en la sociedad. ¡NO HAY TIEMPO! ¡NO TENGO TIEMPO!

Es una exclamación frecuente Y este es un camino que nos lleva a crecer en la deshumanización. Los Evangelios nos animan con escenas deliciosas a vivir el tiempo con profundo sentido humano. Así tenemos encuentros con las muchedumbres, como en el Sermón de la montaña, otros, en privado con el grupo de discípulos, sin olvidarse de entrañables encuentros familiares, como en Betania, a nivel personal, en un diálogo pastoral apasionante con la Samaritana…

En el fondo siempre se pone de manifiesto el RITMO de la vida. Y dentro de este ritmo aparece el AMOR, factor clave de toda humanización. Pero un amor con el sello de Aquel que nos dice: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Y lo que Cristo pide a san Pedro antes de encomendarle el cuidado de sus ovejas, es decir de su pueblo es si de verdad le ama a Él: ¿Me amas más que estos? Apacienta mi rebaño (Jn 21)

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