En la fe también cabe la duda

El que invoca el nombre del Señor se salvará. Pero, ¿cómo van a invocarlo sin creer en él? Y ¿cómo van a creer sin oír hablar de él? Y ¿cómo van a oír sin el anuncio de la Palabra? (Rom 10,8s.

Se cruza el umbral de la fe que nos lleva a la comunión con Dios CUANDO LA PALABRA DE DIOS SE ANUNCIA. Efectivamente, tiene usted razón Sr Josep, de Barcelona, respecto a mi anterior artículo sobre “Un año de la fe, ¿para qué?”. Lo vio usted muy bien, faltaba una palabra, y le agradezco su observación. Gracias.
…la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Un camino que dura toda la vida.

Estas palabras del Papa sugieren, también, la verdad de las palabras del comentario que hace Mercedes, sobre el mismo artículo:

Yo pienso que tener Fe, es creer que TODO tiene sentido aunque no alcancemos a comprenderlo del todo. Tener Fe es aceptar el riesgo de fiarse de Dios aun en medio de la oscuridad inherente a la misma Fe. Tener Fe es caminar siempre, saber que nuestras preguntas tienen respuesta, aunque de momento no la encontremos plenamente. Es, como dice, el post VIDA… y es viviéndola como crece y se refuerza y no sabiéndose los dogmas uno a uno.

TODO tiene sentido, porque contempla la VIDA como un TODO. Y la vida tiene muchos matices. Estamos inmersos en ella, y lo importante es vivirla conscientes de esta infinidad de matices. Y en profundidad.
Recuerdo la anécdota de un muchacho declarando en clase: “Solo acepto lo que veo y toco…, por eso he sido, soy y seré ateo”. Y la respuesta del profesor: “Yo acepto otras muchas cosas que no se pueden tocar ni fotografiar: la verdad, la fidelidad, el amor, la honradez…, por eso he sido, soy, y espero ser siempre creyente.

En esta declaración hay un matiz que no acepto: “seguiré siendo ateo”. Este tipo de afirmación sobre el porvenir irreversible, crispada sobre sí misma, como quien tiene miedo de tornar a los motivos más hondos y recónditos de una actitud, es poco digna del hombre. El hombre debe estar siempre abierto a otra cosa. El creyente incluso no puede decir sino esto: “confío en guardar siempre mi fe”.

Es lo que comenta el Papa Benedicto XVI en el capítulo 1º de su libro “Introducción al Cristianismo”, escrito cuando era cardenal:
De la misma manera que el creyente se siente continuamente amenazado por la incredulidad, que es para él su más seria tentación, así también la fe será siempre tentación para el no-creyente y amenaza para su mundo, al parecer cerrado de una vez para siempre. En una palabra: nadie puede sustraerse al dilema del ser humano…

Nadie puede poner a Dios y su reino encima de la mesa
, y el creyente, por supuesto, tampoco. El que no cree puede sentirse seguro en su incredulidad, pero siempre le atormenta la sospecha de que “quizás sea verdad”. El “quizás” es siempre una tentación ineludible a la que nadie puede sustraerse; al rechazarla se da uno cuenta de que la fe no puede rechazarse. Digámoslo de otro modo: tanto el creyente como el no-creyente participan, cada uno a su modo, en la duda y en la fe, siempre cuando no se oculten a sí mismos y a la verdad de su ser. Nadie puede sustraerse totalmente a la duda o a la fe.

Es la perpetua rivalidad entre la duda y la fe. Quizás habría que quedarse con una inquietud en nuestra existencia: “el hombre es un ser cuestionable”. Todo en la vida del hombre, tanto su fe, como su ateísmo, puede ser puesto en cuestión

Estoy de acuerdo con el comentario de Mercedes de que la fe se refuerza y crece viviéndola, pero no como unas verdades que sabemos de memoria, o no sabemos, sino como un dinamismo de VIDA que me invita a caminar y a ir dando la respuesta de mi vida.

El niño se va transformando en hombre cuando comienza a preguntar por las cosas, empieza a interrogar, va preguntando por las muchas circunstancias de la vida. Quizás habría que decir, con más propiedad que se hace hombre cuando se siente interrogado, cuestionado. El signo de interrogación tiene un doble gancho. Con uno de ello, como con un gancho “pescamos” las cosas; pero el otro como con un berbiquí o un asta de toro, es capaz de barrenarnos a tornillo, o embestirnos. Y en medio de ambos está la VIDA, que yo, tú y todos, tenemos necesidad de vivirla con la mayor profundidad posible, buscando la luz que nos la ilumine.

Gracias, Mercedes, por tu preciosa aportación a través de tu breve, pero intenso comentario.
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