¡Ser una grandiosa canción!



“El hombre ocupado por los granos de arena de la playa, mora de continuo a orillas del mar infinito del Misterio” (K. Rahner)

Un bello y sugerente pensamiento del teólogo K. Rahner, que nos lleva a contemplar al hombre sumido en su propia contradicción: ocupado en la arena, en este terreno encarnizado, donde cada día y cada noche los hombres rivalizamos con más dureza, con más violencia, buscando cuotas de dominio, de poder, a costa de lo que necesita su corazón: paz.

Ocupados en la arena del anfiteatro, en lucha con los “leones”, en las falsas y movedizas arenas de la “playa”. Los leones siempre llevan las de ganar sobre todo cuando son estimulados por el rugido del anfiteatro.

Sin embargo hay un hilo, un finísimo hilo, que mantiene el ser humano en el mar infinito del Misterio. En las fuertes olas de este mar capaz de silenciar el rugido de los leones.

Sucede que la persona humana -hoy profundamente deshumanizada- vive en una permanente contradicción. Dicen: entre la inmanencia y la trascendencia. Quizás sería más claro decir: entre la luz y la sombra, entre el día y la noche, en una alternancia permanente entre una y otra, hasta no llegar a distinguir cuando está en la luz o cuando en la sombra…

A orillas del mar infinito del Misterio. Es decir, que tú, hombre o mujer, que lees estas líneas, caminas con la carga de este Misterio, llevas al Dios de ese Misterio en tu corazón, como lo sugiere Rahner, como nos lo decía, ya en siglos vividos, santa Teresa:

Alma buscarte has en Mi
y a Mi buscarme has en ti


O como nos lo dice el mismo san Pablo: No sabéis que sois templo del Espíritu Santo… (1 Cor 3,16).

Pues, como dice el poeta:

Giramos en torno a Dios, la remota torre,
giro hace ya milenios;
y no sé aún: soy halcón, tempestad
o grandiosa canción.
(R.M. Rilke)

Puedes ser, lector o lectora, cualquiera de estas cosas: halcón, tempestad o grandiosa canción

Giramos en torno a Dios, pero nos puede pasar como a San Agustín: que estando Él dentro de nosotros, nosotros estemos fuera. Entonces tenemos el peligro de girar en torno a nosotros mismos. Solamente, partiendo de la conciencia de la presencia del Espíritu de Jesús en nosotros podemos ser una grandiosa canción.

El Papa Francisco pone mucho el acento en salir con nuestro servicio a las “periferias”. ¿Pero desde donde tenemos que salir? Desde la presencia viva, desde la conciencia del Espíritu de Jesús en nuestra vida. Solo por este camino podemos ser testigos de un cristianismo puro en esas periferias tan castigadas y olvidadas. “El cristianismo puro”, que como dice Unamuno en una de sus cartas, “supone dejar todo lo que no sea el Jesús mismo”.

Pero aquí viene el problema: ¿Cuál es el cristianismo puro?… ¡Hay tantos opositores a ser la “plaza nº 1” en este terreno de la pureza de la fe!

Pues nos encontramos con muchos matices de cristianismo, que, realmente vienen a depender de lo que cada uno busca para sí mismo de este cristianismo. Así, surgen muchas interpretaciones, muchas discrepancias, muchos “maestros detentadores de la verdad”; muchos intereses personales o institucionales a la hora de discernir o vivir ese cristianismo. Aquí nos encontramos con una verdadera feria de las vanidades.

Quizás, para el que quiera ver, o el que ha buscado celebrar la fiesta del Espíritu Santo puede encontrar luz, si no es enemigo de la luz. ¡Que de todo hay en la casa del Señor!

Es la Paz. Que es el saludo del resucitado, que es el deseo para el corazón que acoge su Palabra. Y esta paz se la reconoce cuando uno pasa con el mismo espíritu de Jesús: haciendo el bien, y siendo un verdadero artífice de reconciliación (2 Cor 5,18s). Y en este trabajo también, desgraciadamente nos encontramos con mucho paro, no solo en la sociedad, sino también en la misma Iglesia.

Amigo, amiga, estás girando en torno a Dios. ¿No te apasiona ser una grandiosa canción?
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