De nuevo: ¡la Pascua!

De nuevo: la Pascua. Y vuelve una cierta vibración en nuestra persona al oír cantar el Pregón Pascual. ¡Qué belleza! ¡qué invitación a la luz, a la vida, a la novedad…!

De nuevo: La Pascua: volvemos a pedir que despierte en nosotros nuestra condición de hijos de Dios, cuando todavía no se ha manifestado con claridad meridiana.

De nuevo: la Pascua: volvemos a pedir que el gozo que tenemos de vivir en la libertad perfecta que continúe a favorecernos, cuando tantas ataduras nos detienen en una verdadera vida de resucitados.

Y así por este camino hablando de la alegría, de la unidad de los pueblos, de la reconciliación…

Y desde todos estos sentimientos vengo a afirmar o a cantar:

¡Resucitó de veras! ¡mi amor y mi esperanza! Pero, ¿desde dónde nos sale este grito?

Después del proceso de conversión de la Cuaresma, con espacios repletos de presencia y deseos constantes de encuentro, convencidos que la muerte no tiene la última palabra, nos sobrecogemos de alegría al celebrar la Resurrección de Jesús en la Mesa de la Vida. Mesa del pan partido y compartido, del vino que impulsa y fortalece, de la vida entregada hasta el fin, para posibilitar Vida y Esperanza.

A partir de la experiencia de la Resurrección tendríamos que convertirnos en buscadores incansables del amor, la verdad y la belleza, porque todo eso es Dios, porque todo eso es la vida trinitaria que nos habita. 

“Que el Dios que nos habita, AMOR TRINITARIO inunde nuestro ser y lo haga tan bello QUE SEDUZCA.”

Y aquí algunos interrogantes al inicio de la Pascua, después del camino cuaresmal:
¿Estamos convencidos, en el corazón, de que la muerte no tiene la última palabra? La respuesta la tienes en cómo has vivido y sigues viviendo la dimensión del SERVICIO. Otra palabra clave como signo de la Pascua es la ALEGRIA que expresamos en la liturgia y plegaria personal con el canto del ALELUYA.

Pero ¿a qué nivel de tu persona te nacen estas palabras pascuales?

Pero, todavía te propongo nuevos indicios pascuales: ¿eres buscador incansable del amor, la verdad y la belleza… ¡porque todo esto es Dios! ¿Tienes como “grabada a fuego” en tu vida la palabra RECONCILIACIÓN.

Y por último, todavía te propondría dos nuevas palabras para que reflexiones sobre la realidad de la Pascua en tu vida. Vienen del Papa Francisco:

ANUNCIO. ¿Buscas cada día dejarte sorprender por Dios? “Nuestro Dios es el Dios de las sorpresas. Dios no sabe hacer anuncios sin sorprendernos… Tú no te lo esperas y él va y te conmueve…” Y tú como creyente estás llamado a ser un anuncio de Dios. Pero ¿te dejas conmover por él cada día?

La PRISA. “Las sorpresas de Dios nos ponen en camino, sin esperar”. Pero esta palabra puede ser peligrosa en nuestra vida si la entendemos mal, pues vivimos en una sociedad de las prisas, sin tiempo. “Nadie tiene tiempo”, pero esto nos lleva a vivir la vida en la superficie, de modo que no dejamos entrar en escena al corazón, y de esta forma experimentamos con frecuencia la frustración. No, aquí la prisa de Dios a la que hace referencia el Papa Francisco nace de la experiencia de Dios; es una palabra que lleva atada otra que dará a la PRISA toda su eficacia: la PAZ.

Si cantamos el ALELUYA PASCUAL, los textos litúrgicos y la Palabra escuchada son importantes para recordarnos la Pascua inaugurada un año más. Pero la Iglesia poseedora de la Sabiduría de Dios también celebra y nos recuerda la dificultad de mover nuestro corazón con los sentimientos de la Pascua, y nos vuelve a proponer, a pedir el vivir el tiempo pascual, como un tiempo de gracia para profundizar en todos estos sentimientos pascuales que deben ir arraigando en nuestro corazón en el camino de la vida, como una singular Cuaresma, para llegar con gozo pleno a la Pascua definitiva.

ES LA PASCUA… 50 días más. ¡Déjate sorprender por Dios!....
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