Cómo ora un abad

Querido lector: en la medida de mis posibilidades, me agrada dar respuesta a preguntas que me hacen. Entonces, un lector de mi blog, aquí en Religión Digital, me pregunta: "Señor Abad, usted ¿cómo ora?". En este tema, mi respuesta yo creo que es sencilla, pues el camino de los monjes para vivir esta experiencia no es complicado. Porque, como monje, tengo la plegaria comunitaria, ya organizada desde hace siglos, y que está centrada en la Escritura, y de modo especial en el Libro de los Salmos. Entre el tiempo de la Eucaristía y el del Oficio Divino con el Libro de los Salmos, viene a ser poco más de tres horas cada día. En este caso hay momentos de canto, mientras otros momentos son de un simple recitado, pero pausado, de los salmos.

Después tengo la plegaria u oración individual, que viene a ser un tiempo de poco más de dos horas. En este tiempo, la oración gira en torno a la Sagrada Escritura, en lo que se llama la Lectio Divina. Lectio, porque es un tiempo de escucha y meditación de la Palabra de Dios. Puede haber días o algún periodo de tiempo en que lo alterno con una lectura-meditación de escritos de los Santos Padres de la Iglesia, que ayudan también a penetrar en los misterios de la Biblia.

Otro momento más breve de oración personal es el rezo del Rosario, una devoción a la Virgen, que tienen también muchos cristianos. La devoción a la Virgen está desde siempre muy arraigada en la vida cisterciense con el canto de una antífona mariana, al final de cada plegaria comunitaria, y sobre todo con el canto de la Salve al final del día.
Y también hay otros momentos en que la oración viene a ser un paseo por la huerta del monasterio, contemplando la belleza de la creación que ha nacido de la fuente de toda belleza y de toda vida, como es Dios. En este caso sería una oración más de corte silencioso y contemplativo. En esos momentos de oración más silenciosa, con frecuencia tengo, en la presencia del Señor, el recuerdo de personas que nos piden que recemos por ellas, o simplemente un recuerdo de las preocupaciones, alegrías, tristezas o angustias que vive nuestro mundo. Es un recuerdo y una presencia muy viva en mi vida.

Sobre todo busco en mi oración poner atención a que todos estos momentos tan diversos a lo largo del día, bien en relación con la Palabra de Dios, o con la naturaleza, o con lo problemas de la sociedad en que vivimos, dejen en mi una huella; que pongan más en vivo mi amor por Dios, y un corazón más humano y acogedor de mis hermanos, los hombres, pues así fue el corazón de Cristo; y en mi no hay otro deseo sino el de seguir la huella de mi Maestro.

También le diría que para mí la oración es una luz que me ilumina por dentro dejándome paz, algo así como cuando mis ojos contemplan un paisaje de gran belleza y voy experimentando esa belleza en una quietud inefable. Se vive, no se puede comunicar, a no ser la paz, el sosiego… que son las consecuencias. La oración es para mí como un viento suave que ayuda a respirar con profundidad. De manera especial me examino si con mi oración voy creciendo en ser más humano. Pues mi Maestro principal, que es Jesucristo, es un Dios que se hizo hombre.

Espero que haya podido satisfacer su deseo y responder a su pregunta. Con todo mi afecto le saluda
P. Abad
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