A propósito del documento 'Ordo Virginum'

Cuando tenía el servicio pastoral en una parroquia de mi Archidiócesis de Zaragoza, y preparaba con los novios la ceremonia del enlace matrimonial les solía proponer las lecturas, y entre ellas estaba Ef 5,21ss: “Someteos unos a otros en el Mesías. Las mujeres a los maridos como al Señor, pues el marido es cabeza de la mujer, como el Mesías es cabeza de la Iglesia. Maridos, amad a vuestras mujeres como el Mesías amó a su Iglesia y se entregó por ella…”

Siempre tenía más impacto el “mujeres someteos a los maridos” que “maridos amad a vuestras mujeres como el Mesías que se entregó…” Yo creo que es más fuerte la responsabilidad del marido, llamado a dar la vida como el Mesías que el sometimiento de la mujer”. Pero parece que asustaba más el “someterse” que el “entregar la vida”…

Creo que existen, en nuestra sociedad de hoy, rasgos que lo explican: un dominio abusivo del hombre en los diversos campos de la vida social: religiosa, política, cultural, deportiva…; el sufrimiento de la mujer sometida, que además de no ser realidad que el marido dé su vida por ella, en muchos casos más bien es lo contrario: le quita la vida; una sociedad que no valora la virginidad, y que además hace derivar la sociedad hacia caminos aberrantes; una sociedad sumida en una gran decadencia moral….

Considero que tenemos un cierto paralelismo con la decadencia moral de la sociedad donde empezaron a vivir su fe los primeros cristianos, lo cual suscitó una fuerte reacción en la vida de muchos cristianos que, buscando una fidelidad mayor al Evangelio, poblaron por un lado los desiertos de Oriente con miles de monjes eremitas y cenobitas, y por otro lado, despertando en un gran número de mujeres el deseo de una consagración a Dios, que vivían con fidelidad en sus ambientes habituales.

Me lleva a hacer esta reflexión el hecho que la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, de la Santa Sede ha publicado un documento interesante “Ordo Virginum” sobre la consagración de las vírgenes, una realidad que, sorprendentemente, alcanza en todo el mundo la cifra de 5000 mujeres consagradas a Dios, para ser una “imagen de la Iglesia como esposa de Cristo”, que es como presentaba a las mujeres consagradas la Congregación para el Culto Divino en tiempos de Pablo VI, cuando, después del Concilio Vaticano II, se restaura esta forma de vida cristiana.

Contemplando el panorama eclesial y social de nuestro tiempo considero que ese temor a que alguien considere anacrónica esta revitalización o reinstauración de la vida de las Vírgenes Consagradas, no tiene cabida.
También es cierto que no faltan quienes sugieren que ya está establecida la vida consagrada en las comunidades, pero yo creo que todo carisma nuevo, que suscita el Espíritu, siempre es un enriquecimiento de la vida eclesial para ser un buen testimonio del Amor, del Amigo, de Dios, como nos lo ha revelado Cristo.

Pero es curioso que este fenómeno adquiere un relieve eclesial cuando se están cerrando muchas comunidades, lo cual no quiere decir que están fuera del tiempo, pues los valores fundamentales de la vida monástica vividos en fidelidad, los necesita, y mucho, nuestra desorientada sociedad. Pero los valores hay que vivirlos para testimoniarlos, y es posible que haya una falta de madurez espiritual en muchas comunidades monásticas que buscan vocaciones donde sea para llenar los huecos monásticos.

Pero, como nos decía nuestro abad en un reciente comentario de la Regla: las vocaciones no se buscan en lugares alejados, sino que las despierta o las busca Dios, y el llamado por Dios responde en aquel espacio donde cree que puede dar una respuesta más fiel. En todo caso, las comunidades monásticas buscan, deben buscar, acertadamente, vocaciones haciendo ellas mismas el esfuerzo diario de buscar a Dios, de crecer en el Amor, en la amistad con Dios, y centrar su vida en el servicio de la caridad.

Y ante este panorama plural y complejo de la vida eclesial y social aparece este nuevo fenómeno espiritual de la vida consagrada, que ha merecido esta atención por parte de la Congregación pertinente de la Santa Sede que le lleva a publicar un documento, queriendo ayudar a descubrir la belleza de esta vocación, y contribuir a mostrar la belleza del Señor que transfigura y transforma la vida de tantas mujeres que lo experimentan todos los días.

Un objetico muy laudable, el del documento, que quiere ser de orientación y promoción. Y verdaderamente tiene el documento perfiles para ayudar a realizar este objetivo, pues es mínimamente canónico, y bastante equilibrado como invitación a vivir una experiencia espiritual importante y que ya está en un camino de crecimiento. Aunque encuentro a faltar algunas pinceladas más sobre la importancia de esa belleza en una vida consagrada a Dios; algunas pinceladas más sobre el modelo singular que viene a ser para las vírgenes consagradas la persona de santa María Virgen.

Un documento que tiene muy valiosas sugerencias bíblicas y patrísticas, además del mensaje para hoy, para ayudar a crecer en la condición de esposas de Cristo, que proporciona un buen material también para una profundización en la lectura y meditación del Documento. Aunque también apuntan, quizás algunas deficiencias que me gustaría comentar en otro escrito.

Las vírgenes consagradas abrazan su vida como una condición estable, para ocuparse con un corazón no dividido en las cosas del Señor. ¡Un corazón no dividido! He aquí un punto o un tema principal en una sociedad, en una Iglesia dividida. Hoy nos sentimos amenazados con la tendencia al egoísmo individualista. Vivir con un corazón unificado, no dividido, un corazón de una pieza movido por el Espíritu del Resucitado a ser fuente de nueva vida. Un testimonio del que tenemos necesidad todas las comunidades, del tipo que sean, en la vida de la Iglesia de hoy. Seamos receptivos a este nuevo sendero de consagración a Dios, que está llamado a enriquecer la vida de la Iglesia.
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