¿Hemos recibido el Espíritu Santo?

Leo en el libro del Eclesiástico:
Escuchad y aprended sabiduría, prestad atención a mis palabras, voy a exponer con moderación mi pensamiento y con modestia mi doctrina… (Eclo 16, 24)
En otras versiones dice: nos enseña con medida el camino justo…


Y me asaltan dudas acerca de si somos discípulos asiduos y atentos en la Escuela del servicio divino, del servicio de su Palabra, a pesar de que hoy hablamos mucho, largo y tendido de la lectio divina, de la meditación de la Palabra…
Y me asaltan estas dudas cuando leo por una parte textos elocuentes de las primeras comunidades cristianas… Pongo unos botones de muestra:
Apolo hablaba con mucho entusiasmo enseñando la vida de Jesús. Le preguntan si ha recibido el Espíritu Santo. Y contestan: Ni siquiera sabemos que haya un Espíritu Santo (Hech 18,24)
El espíritu y la esposa dicen: Venid… (Apoc 22,17)
Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros… Hemos decidido por unanimidad elegir a algunos… (Hech 15)
Lo cual me lleva a pensar que esa Sabiduría que enseña el camino justo a quien está atento a la Palabra nos exige algo más que hablar de la persona de Jesucristo; ya el mismo Jesucristo les dijo a sus discípulos que convenía que se marchara para que viniera el Espíritu Santo y los llevara a la verdad completa. Está claro, aunque muchos siguen sin enterarse: la verdad completa solamente reside en la sabiduría del Espíritu Santo. Esa sabiduría, esa presencia del Espíritu, es una fuerza nueva, una nueva sabiduría de la vida que pone de viva actualidad una “extraña palabra” en nuestro tiempo: UNANIMIDAD, que es donde reside la verdadera fuerza de la VIDA, y quienes tienen el poder en esta sociedad, o en esta Iglesia, o en este grupo… sólo deberían tener una tarea: “descargar de su ordenador” la palabra SERVICIO, no la de PODER. Pero ya vemos, cuán fácilmente el dedo se equivoca de tecla. No es fácil ponerse en el sendero de la UNANIMIDAD, o hablando en términos eclesiales, de COMUNIÓN. Así nos van las cosas en la vida eclesial… Y, por supuesto, ¡no digamos en la sociedad!
Y eso que el Papa Francisco más de una vez, sobre todo en ordenaciones presbiterales y episcopales lo ha repetido: no tenemos otro privilegio que el derecho a servir, el SERVICIO. Esto no hay quien lo arregle mientras no se arregle esto del servicio, que está poco considerado, como una actividad baja, pues lo habíamos recluido en el servicio doméstico. No obstante, para quien desee aprender conviene recordarnos que Cristo vino a nuestra casa a enseñarnos con su ejemplo esto del servicio. Y ha querido que su lección magistral continuara con su fuerza y sabiduría arraigada en nuestro corazón.
Servicio a la unanimidad. Claro, me diréis que si no hay unanimidad, ¿qué hacemos? Pues servir para alcanzarla, porque por aquí va el sentido de nuestra vida: preparar la tierra para la labor del Espíritu. Y aquí recordaría otra precisa afirmación del Papa Francisco:
“Las ideas se discuten, los acontecimientos se disciernen”. Y pienso que en estos tiempos estamos muy atados a nuestras ideas, que nuestro ritmo de vida echa fuera el ritmo del amor, muy necesario para el discernimiento, la presencia del Amor en nuestras vidas que nos debería poner siempre expectantes ante la palabra del otro. Nuestro ritmo de vida atenúa en nuestros corazones el clima de paz, también muy importante para el discernimiento.
Y todo este clima enrarecido de vida cristiana, de vida de Iglesia me lo confirman situaciones de Iglesia, casi diarias, que nos aportan los medios de comunicación o la contemplación directa de dichas situaciones. Así, por ejemplo:
. Si hay un litigio entre dos diócesis no acabo de entender como no hay un hilo directo entre sus pastores para discernir y ponerse de acuerdo, en lugar de hacerlo a través de la prensa.
.Viene un misionero de América, es enviado a una parroquia de la Diócesis, y su trabajo pastoral se proyecta sobre todos los feligreses divididos por sus ideologías. Con motivo del servicio del párroco empiezan a acercarse los alejados. Entonces, los que ya “estaban dentro” afirman: si vienen estos, nosotros nos vamos…
Parroquias con cofradías y advocaciones diversas, que muestran fuertes rivalidades entre sí, antes que empeñarse en sumar energías al servició del Espíritu de unidad
El reciente y doloroso acontecimiento del episcopado chileno, como una muestra sangrante de este problema durísimo de la pederastia.
Se pueden multiplicar los ejemplos solo con que ustedes se asomen a la vida misma, o a sus altavoces los medios de comunicación… Seguro, que ustedes pueden recordar muchas más.
Necesitamos un verdadero clima de discernimiento, que supone un clima de oración profundo, serio, que transforme el corazón, de manera que pueda salir de él una sabiduría que ilumine y guie la acción, que nunca podrá ser “mi plan”, “mi proyecto”, “mi voluntad”… sino la acción, la obra del Espíritu Santo, que está en todos y quiere ser de todos. Lo dicho antes: SERVICIO A LA UNANIMIDAD, o quizás, mejor dicho eclesialmente: SERVICIO A LA COMUNIÓN.
Será bueno encomendarnos a santa María, que el Papa Francisco ha determinado que celebremos como MADRE DE LA IGLESIA, nada más celebrar Pentecostés, ella que se dejó envolver amorosamente por la sombra del Espíritu Santo, e hizo posible el más precioso fruto de nuestra humanidad: un Dios humanizado, un Dios que se hace servidor de los hombres. ¡Qué gran dignidad la del SERVICIO! Y ¡qué punto, éste, más propicio para descubrir si hemos recibido el ESPÍRITU SANTO!
Volver arriba