Conversión institucional y nueva definición de Iglesia


Tenemos que reconocerlo. Vivimos en una nueva época, en una nueva cultura, en una nueva civilización, postcristiana y postmoderna. Estamos en el final de una era (¿metafísica?). No podemos seguir anclados dogmática, mental y espiritualmente en el pasado.

Institucionalmente hablando, podemos decir que, con el devenir de los siglos, se fue cristalizando un modelo de Iglesia ---Iglesia-institución eclesiástica---, que, a la postre, es el que tenemos hoy, pero que ya se muestra definitivamente agotado. Aunque, todo hay que decirlo, este esquema reduccionista sigue arraigado en el imaginario colectivo de creyentes y no creyentes. Cuando hablamos de "Iglesia", "todos" nos estamos refiriendo a la "institución eclesiástica". Todos somos Iglesia, pero hoy todavía unos más que otros...

El “institucionalismo” en la concepción del ser de la Iglesia, hay que afirmarlo con claridad, es una ideología como otra cualquiera, pero que se ha consolidado como “doctrina oficial”, aunque no es más que una ideología y, por tanto, un exceso y una simplificación reduccionista, desde el punto de vista doctrinal, en lo que se refiere al ser de la Iglesia. En ningún sitio está escrito que el Señor fundó una institución.

De esta forma, con el paso del tiempo se fue consolidando como "la Iglesia" una institución eclesiástica que además se fue considerando a sí misma "hipostática", con lo que el círculo de retroalimentación autorreferencial se cerró completa, perfecta ¿y definitivamente? Y este "enroque hipostático" va a ser muy difícil de "franquear". Una inercia histórica de 1500 años no es fácil de reconducir, sobre todo si lo hemos convertido en "Palabra de Dios". Institución hipostática de poder eclesiástico. En eso es en lo que ha devenido la Iglesia fundada por el Señor, con el paso de los siglos y hasta el día de hoy,

Pero ese modelo, como decimos, está en crisis. Los tiempos (desde hace siglos, por cierto) van en otra dirección. Y parece, además, que mucho más acordes con los primeros tiempos apostólicos. El Concilio Vaticano II abrió una puerta (inevitable) que ya es muy difícil de cerrar. Se abre paso la nueva concepción de Iglesia ---Iglesia-Pueblo de Dios---, en la que la soberanía eclesial vuelve a residir en el Pueblo de Dios, y no en unos pocos. Y además, creemos que así es como el Señor siempre quiso: "Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte." (I Cor 12:27). La época de la tutela eclesiástica de toda la vida humana y divina, religiosa, moral... ¡y en todos los órdenes!, se ha terminado.Cada ovejita del rebaño de Dios es soberana y tiene voz y voto en cómo organiza su propia vida religiosa y humana, tiene voz y voto en cómo organiza su relación con Dios y su encuentro con el Señor, y tiene voz y voto en cómo organiza su camino de fidelidad al Señor (sin subjetivismos, pero sin tutelas). Además, quiere y anhela un encuentro profundo y verdadero con el Señor, pero sin intermediarios. La soberanía eclesial reside en el Pueblo de Dios, y cada uno, soberano, con voz y voto en su vivencia de la fe (perspectividad, no relativismo, cabe aclarar, "para no escanzalizar a algún flaco...", como diría Kempis).

Pero todo grupo humano, todo colectivo necesita (y anhela) unos líderes (en nuestro caso, "servidores"), unos referentes ---"Pastores dabo vobis..."--- (espirituales y morales, no cohercitivos, pero con autoridad) que le conduzcan por el camino. Se hace, por tanto, necesaria una "autoridad eclesial al servicio de todos", que vele, con su testimonio y su palabra, por el Pueblo santo de Dios y le guíe, como el Buen pastor, "por el sendero justo, por el honor de su nombre...".

La coherción de la ley (canónica) daría paso a la invitación y guía moral y espiritual (no cohercitiva, más propio de este orden normativo moral-espiritual), la tutela eclesiástica externa daría paso a la conciencia propia guiada por la autoridad eclesial, y el dogmatismo institucional daría paso al "sensus fidelium", puesto que "los fieles"son mucho más sensibles a los "signos de los tiempos" (¡se juegan su supervivencia!) que cualquier institución.

Iglesia-institución eclesiástica vs. Iglesia-Ṕueblo de Dios. Institución hipostática de poder eclesiástico vs. Autoridad eclesial al servicio de todos.

Se hace necesaria una conversión institucional...¿Hará falta un nuevo Concilio general que nos ayude en el intento?
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