Iglesia-Pueblo de Dios: comunidades libres, pastores libres


El modelo de Iglesia-Institución, esto es, Iglesia “de la institución” y “para la institución”, se ha agotado, está acabado, y el escándalo de los abusos le ha dado la puntilla. La Iglesia-Institución, ha muerto.

Se impone “pasar página” y situarnos en todos los órdenes (también en el institucional), a la altura de los tiempos. El tiempo de la “unanimidad metafísica” impuesta se acabó. Se impone el tiempo de las “pluralidades existenciales” aceptadas y acogidas, deseosas todas de dar lo mejor de sí mismas, para gloria de Dios y bien de los hombres, y de poder vivir ya, y de una vez, en el aquí y en el ahora de nuestra existencia en la tierra, la Resurrección del Señor…

Igualmente, el estatuto eclesial de los sacerdotes, y en especial de los pequeños sacerdotes, también se ha agotado. En este modelo pastoral-eclesiástico el sacerdote ha quedado reducido a un mero peón celebrador de ritos, sostenedor de filacterias, y por tanto, este modelo de “ministerio sacerdotal” impuesto es fuente de todo tipo de frustraciones, abusos (¿cuándo se empezarán a investigar?) y desencantos para los sacerdotes, y en especial para los pequeños sacerdotes. Es apremiante un nuevo modelo institucional para el sacerdote, que recupere y salvaguarde su dignidad y su autoridad pastoral, concedidas a él por el Señor (“Y les dio autoridad...”), y no por la institución eclesiástica (¡son de Derecho Divino!).

Se impone, pues, para toda la Iglesia, un nuevo marco institucional que garantice la manifestación libre y sin sometimientos de los carismas y ministerios de todas las comunidades y sensibilidades eclesiales, conducidas y guiadas, “pastoreadas” en el sentido pleno del término, por pastores libres (los pastores del Señor son pastores libres y “dueños” de su rebaño, no asalariados y ni mucho menos institucionalizados, como ocurre ahora) que además sean sostenidos, lógicamente (como todos los servicios pastorales que se puedan desarrollar en cada comunidad), por la propia comunidad. De esta forma, además de expresarse más íntimamente la unión y comunión entre el pastor, la comunidad y los ministerios, los sacerdotes no van a tener que ser paternalísticamente mantenidos por la institución, ni inquisitorialmente fiscalizados por ella, inermes por su total dependencia del “donativo institucional” (“Adónde iremos...”).

De este modo, con la Iglesia configurada en torno a pastores libres y comunidades libres, los carismas del Pueblo de Dios florecerán automáticamente (no podrán ser sofocados por el ansia autorreferencial de la institución eclesiástica, que absorbe para sí todas las energías espirituales y pastorales de toda la Iglesia, en su propio beneficio y para su sola gloria decadente) y el sensus fidelium los irá reconociendo adecuadamente con el paso del tiempo.

Así, se garantiza que la Iglesia va a estar siempre asentada firmemente “en el mundo”, con los “pies en el suelo”, y no encorsetada ni sostenida sobre dogmatismos, ritualismos o moralismos impuestos, producto más de la “tradición de nuestros padres” que venidos de Dios. El sensus fidelium de los creyentes de cada comunidad, de cada país, en cada momento de la historia, garantizará el poder avanzar y el no quedarnos "atascados" en prejuicios o fantasías de un pasado idealizado, como sucede ahora en virtud del institucionalismo, incapaz de abandonar el “útero del medievalismo” (fuente de seguridad y de sensación de control para ella), en el que fue engendrada y que se resiste a dejar. Así, el sensus fidelium del Pueblo de Dios saldría al paso de los retos de cada etapa de la Historia, como ocurría en los primeros tiempos de nuestra fe...

¿Qué pasaría con la uniformidad metafísica (impuesta) actual (si es que ahora la tenemos, que lo dudo muchísimo) en este progresivo y nuevo modelo eclesial? A los que esto les preocupa les recordaría que el foco de atención y preocupación actuales no está puesto en las “ideas en sí”, ideas inmutables, eternas y absolutas, sino en las personas que las encarnan. Movamos a las personas y tendremos las ideas...

¿Alguna esperanza de que este modelo de Iglesia, el más viable para los tiempos que corren y el más aproximado al modelo de los primeros siglos, se implante? Ninguna. Ninguna institución, ni entidad, ni grupo se deshace del poder alcanzado “con sudor” gratuitamente, y menos hablando de una institución con más de 1500 años de inercia histórica de poder hipostático absoluto.

Pero las consecuencias del colapso e implosión de la institución eclesiástica sobre el resto de la Iglesia, pueden ser catastróficos para toda la Iglesia, si no hacemos algo pronto que nos acerque a un nuevo modelo progresivo de Iglesia.

En este sentido, el modelo de Iglesia sinodal que según se ve en los medios, ahora se empieza a plantear, no deja de ir precisamente en esta dirección, aunque parece seguir instalado en el institucionalismo y, por tanto, nazca, si todo se confirma, heredando el mismo pecado original. Pero no deja de ser un primer paso (de los muchísimos más que hay que dar en esta dirección), para llegar verdaderamente al nuevo modelo progresivo, posible y viable de Iglesia.

La Iglesia-Institución ha muerto. ¿Estamos preparados para el siguiente paso, la configuración de la Iglesia como Pueblo de Dios, con comunidades libres y pastores libres?

Recemos para que sí...
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