“La Iglesia se ha convertido en un vestigio del pasado, destinado a la marginación...”


Es de agradecer la sinceridad de los obispos canadienses en cuanto a su visión de la situación en la que nos encontramos y el destino al que estamos abocados... si Dios no lo remedia. Lástima que errores de concepto y demasiado acomodo institucionalista nos aleje de la verdadera diana de la resolución del "problema de la Iglesia", y nos mueva a buscar salidas demasiado fáciles...

Y es que parece que se nos quiere hacer creer que la crisis de la Iglesia católica es una mera crisis cuantitativa del número de sacerdotes (“tenemos que hacer algo porque faltan sacerdotes para repartir sacramentos...”). Y así, facilitando el que hombres casados de probada virtud (esto es, los “viri probati”) puedan acceder al sacerdocio, “tendremos más sacerdotes para repartir sacramentos”, y entonces se acabó el "problema de la Iglesia", se acabó la crisis de la Iglesia.

Conviene empezar aclarando que “la Iglesia” no se ha convertido en un vestigio del pasado, destinado a la marginación. Es la institución eclesiástica la que se ha convertido en algo abocado a la marginación y a la desaparición, al menos tal y como la hemos conocido a lo largo de los últimos 1500 años de historia: Institución hipostática de poder eclesiástico. La institución eclesiástica se ha convertido, con el paso de los siglos, en una carcasa moralista, dogmática y ritualista, que acabará quebrándose, para dar paso a la crisálida de la Iglesia-Pueblo de Dios, liberado de ataduras y amarres institucionalistas ("teoría de la crisálida"). En este sentido, podemos decir que lo que está destinado a la marginación y a la desaparición es cualquier institución que pretenda controlar la existencia de las personas y del mundo, de las relaciones sociales, de la ciencia y de todo, desde prejuicios eternos, inmutables, intangibles, absolutos, y demás atributos hipostáticos que, por cierto, la institución eclesiástica se ha ido atribuyendo a sí misma con el paso de los siglos ("enroque hipostático"). "Absoluto" sólo es Dios, no nuestras interpretaciones (parece mentira que tengamos que empezar aclarando esto...). La institución hipostática de poder eclesiástico se tendrá que convertir (¨conversión institucional¨), de una forma o de otra, en lo que siempre debió de haber sido, una autoridad eclesial al servicio de todos, dejando fuera toda coacción y toda coerción, y tendrá que empezar a animar, en el nombre de Jesús, al Pueblo de Dios y al mundo, proclamando de verdad la Palabra de Dios, nuestro verdadero tesoro, y no metiéndose en otros jardines...

También la crisis sacerdotal es mucho más que una mera crisis de número: La crisis sacerdotal es una crisis institucional. El grado de degradación institucionalista en que ha caído el ministerio sacerdotal es su verdadera causa. El sacerdote, y en especial el pequeño sacerdote, ha quedado reducido a un mero peón celebrador de ritos, sin ningún tipo de posibilidad de realización espiritual, pastoral, personal, o incluso sacerdotal, en el ejercicio de su ministerio fuera del estrechísimo marco institucional-eclesiástico establecido para él como inevitable. El sacerdote, en especial el pequeño sacerdote, es utilizado, instrumentalizado, y usado meramente para el sostenimiento de la institución. Y la obediencia institucionalista debida (que no es la obediencia de Cristo a la Voluntad del Padre, verdadero monumento a la propia conciencia, lo que hace de su nuevo modelo de Sacerdocio un sacerdocio verdaderamente humano, no servil como obediencia a ninguna institución), la obediencia servil, digo, se ha convertido de esta forma en patente de corso de todo tipo de situaciones que atentan contra la dignidad del sacerdote, y en especial contra el pequeño sacerdote... y, en su soledad, nadie en la tierra levanta un dedo en defensa de su dignidad. Y es porque a los creyentes pilladosillos hoy no les puede caber en la cabeza ni lo más remotamente que sea la propia institución eclesiástica la causa fundamental de la frustración y la salida de los sacerdotes de su ministerio, y no las dificultades intrínsecas del ministerio, como se quiere hacer entender: "Se van porque no rezan, por desobedientes, porque se dejan llevar por los placeres del mundo, etc., etc...".

En efecto. Esta degradación institucionalista en que ha caído el ministerio sacerdotal lo hace absolutamente insufrible tanto para hombres, como para mujeres, homosexuales, solteros o casados. Es un modelo de sacerdocio sencillamente inviable para un ser humano saludablemente normal. En el momento en que estos "viri probati", "mulieri probati", "viri", "mulieri", "quisque", casados o solteros, hombres, mujeres, homosexuales, o quien quiera que sea, acceda a este sacerdocio y experimente lo que en verdad es la vida del sacerdote, y en especial del pequeño sacerdote, inevitablemente dejará el ministerio, como lo han dejado unos 100,000 sacerdotes desde los años 70 hasta el día de hoy.

La barquita de Pedro se ha convertido en una galera institucionalista en la que el sacerdote, y en especial el pequeño sacerdote, es el galeote obligado a remar en la dirección institucionalista establecida y en las circunstancias eclesiásticas para él asignadas, o si no, se le tira por la borda... El hermoso y santo rebaño de Dios, con las ovejitas en torno a su pastor, ha quedado reducido (como decía aquél), a un gallinero, con sus gallinas, gallitos y pavos reales, cacareando el que puede, y el sacerdote, en especial el pequeño sacerdote, pagando el pato...

La “salida anglicana” para resolver el "problema de la Iglesia", es a mi juicio, una salida en falso. Es la solución que plantean los que quieren que todo siga igual, la Iglesia siga siendo una institución de poder y de control (ideología institucionalista, pensamiento único de toda la Iglesia), y las relaciones eclesiásticas sigan siendo como hasta ahora relaciones más feudovasalláticas que verdaderas relaciones fraternales entre discípulos y apostoles libres del Señor.

Yo no creo en la "salida anglicana". Ya podemos constatar lo abarrotadas que están sus iglesias, lo llenos que están sus seminarios, y lo ungido de sus predicaciones. Yo creo en cambio que ha llegado el momento de una conversión institucional para la Iglesia Católica. Ha llegado el momento de soltar las amarras institucionalistas que nos atan a todos a un modelo pastoral y eclesiástico absolutamente estéril e inhabitable.

El Señor envió apóstoles y discípulos libres, con "autoridad", para que predicaran el Evangelio "al mundo entero". Incluso, a los que no pertenecían a "su grupo" el Señor les dejó "que hicieran milagros en su nombre": "No se lo impidáis...".

El día que haya sacerdotes, y en especial pequeños sacerdotes, libres, viviendo su ministerio en realización espiritual, personal y pastoral, siguiendo, por tanto, su propia conciencia en el cumplimiento de la Voluntad de Dios, como hizo el Señor, ese día "amanererá la luz" para la Iglesia, los seminarios se llenarán y los sacerdotes tendrán el “orgullo” (sentimiento verdaderamente humano y "envidiable") de entregarse libremente y hasta el final por la causa del Reino de Dios, y no como meros sostenedores de ninguna institución decadente, meros peones celebradores de ritos, siervos de la gleba eclesiástica.

Sacerdotes libres, con autoridad, “orgullosos” de su ministerio, realizando un ministerio de realización y no de frustración. Esa es la solución verdadera al "problema del sacerdocio" y el comienzo de la solución al "problema de la Iglesia".

Para la institución eclesiástica ha llegado la hora de la verdad: O se convierte en autoridad eclesial al servicio de todos y concede por tanto la libertad personal y pastoral a los sacerdotes para que se impliquen en un ministerio de realización al servicio realmente de la evangelización, como el Señor quiere, o la institución eclesiástica se convertirá en un "vestigio del pasado, destinado a la marginación... ", y el resto de la Iglesia tendrá que buscarse otro modelo de autoridad más acorde con la Voluntad de Dios ("Yo os llamo amigos y no siervos..."), y los sacerdotes tendrán que buscarse otro modelo de sacerdocio, más acorde con el Sacerdocio de Cristo (“y les dio autoridad... y los discípulos volvieron llenos de alegría...").
Volver arriba