“Niégate a ti mismo"


En el evangelio de hoy Domingo XII del Tiempo Ordinario el Señor dice uno de sus dichos más delicados y que más se ha prestado a una mala interpretación desde siempre: “Niégate a ti mismo”.

Efectivamente, en muchas ocasiones se ha interpretado este "negarse a uno mismo" de forma masoquista y autodestructiva, en el sentido de que debes de negar tu pensamiento o tu sentimiento, en cuanto que es tuyo, no en cuanto que sea falso o verdadero, correcto o incorrecto, adecuado o no, cuestiones éstas en las que no se entra. Simplemente se insiste en que tienes que dejar de pensar o de sentir por ti mismo, porque tienes que "negarte a ti mismo". Si con esto se busca "formar" (deformar) conciencias amaestradas y sin posibilidad de juicio crítico, lo habremos conseguido.

Lo que ocurre es que, si no alcanzamos a darle hoy, más que nunca, una interpretación adecuada, positiva y activa, tanto espiritual como psicológicamente, despojándolo de cualquier interpretación "dañina" para la persona, ya no vamos a ninguna parte...

Y es que por la senda de la "negación como autodestrucción" cargamos sobre las conciencias de las personas un velo negro de masoquismo, culpabilidad y autodesconfianza de uno mismo, que mental y espiritualmente son insanos, incompatibles con la naturaleza humana y su desenvolvimiento como seres vivos, llamados a vivir, además como cristianos que somos, natural y sobrenaturalmente, la senda de la plenificación y de la autorealización "en Cristo", aún negándonos a nosotros mismos y cargando con nuestra cruz…

Es quizás por este acento autodestructivo y masoquista que pudiéramos haber dado en el pasado a estos dichos de Jesús de “negarse a uno mismo” y de “cargar con la cruz”, por el que algunos filósofos afirmaron a lo largo de la historia de la filosofía que la nuestra es una "moral de esclavos", y que habíamos convertido lo que es "malo por naturaleza", como la enfermedad o el padecimiento de cualquier tipo, en algo de lo que debemos "enorgullecernos" y "dar gloria Dios". Hemos convertido lo que es naturalmente una "maldición" en una "bendición" (transvaloración). Por ejemplo, demasiados creyentes, llevados de un excesivo "celo espiritual", pretenden "consolar" a los enfermos que conocen o a los que padecen alguna desgracia, animándolos a "cargar con la cruz" y a "alegrarse, porque el Señor les ama mucho, por eso les ha enviado la enfermedad (o la desgracia que sea)…” Mientras unos hoy siguen diciendo "gracias Señor porque estoy enfermo", otros empezamos a decir "gracias Señor porque por tu sangre soy sano"...

Y es que, además, los desarrollos de la ciencia psicológica, cualquiera que sea la corriente de la que hablemos, no digamos las investigaciones acerca de la autoestima, que en tan alto nivel dejara Nathaniel Branden con sus "Seis pilares de la autoestima", o si hablamos de la psicología positiva de Martín Seligman, de la Universidad de Pensilvania y antiguo Director de la Asociación Americana de Psicología, con su estudio científico acerca de las claves de la felicidad en el ser humano, confirman a ciencia cierta, nunca mejor dicho, que la confianza básica de la persona en el funcionamiento de su propia mente, que es capaz así de conocer la realidad de forma satisfactoria, así como de poder afrontar adecuadamente los problemas básicos de la vida diaria, es uno de los pilares, por no decir el principal de todos, sobre el que se sustenta una sana psicología personal. El otro pilar básico sería la convicción básica de que uno es digno de ser amado, respetado y merecedor de poder ser feliz y disfrutar de la vida satisfactoriamente para sí mismo. De esta forma, nuestro destino como seres humanos no es la “negación” ni la “cruz”, sino la felicidad y la plenitud, al menos querer aspirar a ella y considerarnos dignos de poseerla. Este otro pilar básico de una sana personalidad contiene en sí mismo igualmente el “gen” contra la autodestrucción y el masoquismo.

Igualmente desde el punto de vista espiritual. Estamos totalmente de acuerdo en que situaciones de sufrimiento personal en las que nos pudiéramos encontrar, voluntaria (en caso de carismas especiales o en caso de una especial llamada a la "expiación" de los pecados propios y ajenos) o involuntariamente (por desgracias de cualquier tipo que estemos padeciendo) tienen intrínsecamente "en Cristo" valor redentor si las vivimos convenientemente, valor salvífico tanto para la persona que las vive, como para el mundo, y por tanto, tienen igualmente un sentido proactivo, positivo. Sería, en todos los casos, una "negación positiva de uno mismo", nunca autodestructiva per se, aunque conlleve sufrimiento propio (tema este que hay que discernir con cuidado, para que la persona no caiga efectivamente en masoquismo y autodestrucción, mutilando su sufrimiento voluntario o involuntario de todo significado "redentor" y, por tanto, positivo).

Urge, por tanto, revisar ciertas "espiritualidades" así como el funcionamiento interno de ciertas "organizaciones" dentro de la iglesia, asi como ciertas prácticas clericales, que pudieran hacer del "niégate a ti mismo” y del "cargar con la cruz" un “arma de destrucción masiva” y de control interno de sus miembros, al querer imponerla tanto a sus miembros, como a las demás personas, porque, según pretenden ellos, "el camino de la cruz y de la negación de uno mismo es el camino del Señor... ". Y ya hay algunas asociaciones de damnificados por alguna "institución" de la Iglesia, debido a sus procedimientos internos insanos y destructivos de la conciencia de las personas. Y no vale decir, como se dijo en algún otro caso, que sólo estaban aprobados los estatutos, no así, los “procedimientos internos”, de los que en la Iglesia no tenía conocimiento... Esta respuesta, más que ayudar introduce desconfianza, puesto que las "bellísimas declaraciones de intenciones" de todos los estatutos no suponen ningún problema y las suscribimos todos. Otra cosa son los “procedimientos internos”, especialmente en las relaciones de autoridad, en que, por no existir ningún control externo (¿los conoce la Iglesia?), y ser así grupos cerrados, se dan todas las posibilidades de abuso, que quedarían impunes hasta que se desbordara el vaso de la indignación, lo cual siempre es demasiado tarde...

El camino del Señor es el camino de la plenitud y de la autorrealización personal "en Cristo", aunque esto nos cueste el sacrificio de uno mismo, o incluso el dar la vida, como heroicamente hicieron los mártires y los santos, canonizados o no. Además, espiritualmente, no hay que tener miedo al concepto de "expiación", del que algunos huyen como de la peste, no sé si llevados por el Espíritu Santo, o por una mentalidad light y un espíritu de fragilidad incapaces de soportar la más mínima molestia, de la que huimos compulsivamente. Eso sí, "expiación" llevados por el mismo espíritu redentor de Cristo, que no dudó en inmolarse a sí mismo en expiación por nuestros pecados (Isaías 53:10-12), y no movidos, pues, por un impulso masoquista y autodestructor, que provendría más bien de los “oscuros fondos” de la conciencia, en los que tanto se recreaba Freud, que de una mente sana, activa y positiva.

El “niégate a ti mismo” del Señor tendría, así, intrínsecamente, tanto psicológiacamente como espiritualmente, un carácter positivo y redentor, nunca autodestructivo ni masoquista.

“Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz... y me siga.»”, (Lc 9,18-24).

XII Domingo del Tiempo Ordinario, solemnidad.
Ciclo C. Año Par
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