Primeras Comuniones


La decadencia complacida de la Iglesia que vivimos está muy en relación con el ocaso del sacramentalismo sociológico como modelo pastoral en el que nos hemos instalado cómodamente desde hace demasiado tiempo, y que era representativo de otras épocas ya caducas y de otras mentalidades...

En el sacramentalismo sociológico la recepción de los sacramentos, especialmente de los de la iniciación cristiana, se ha desconectado prácticamente de la fe y de la vivencia espiritual del encuentro con el Señor. No son, por tanto, respuestas activas de fe a la llamada del Señor, sino meros convencionalismos sociales, ritos de paso, que una vez recibidos, no dejan ninguna huella espiritual práctica más allá de las fotos y del encuentro social con familiares y amigos en el convite subsiguiente, que se ha convertido también en una exhibición del supuesto "poderío financiero" de la familia que lo organiza (para el que, en no pocos casos, se han tenido que endeudar). Y no hablemos de los "disfraces" de los niños ... Una vez pasado el evento ritualista y social, la vida sigue igual, como decía nuestro más internacional y conocido cantante Julio Iglesias. La vida sigue igual para la gente, pero el sacerdote, en especial el pequeño sacerdote, ve como se han perdido otros dos o tres años de tremendo esfuerzo personal. Y esa carga de frustración se irá acumulando año tras año en el alma del sacerdote, con todas las consecuencias imaginables.

El otro día, un párroco americano amigo, consciente igualmente de este problema pastoral y eclesial, me contó un chiste a este respecto. Esto era un párroco piadoso, celoso de su parroquia y de su feligresía, que se quejaba de que tenía una bandada de palomas en su parroquia, que hacían sus defecaciones por todas las partes, con la incomodidad que eso suponía para todos. Había intentado todos los remedios posibles: electrocución, envenenamiento, pinchos en los tejados, etc., sin ningún resultado positivo. El párroco que escuchaba le respondió que él había tenido el mismo problema años atrás, y lo había resuelto satisfactoriamente y para siempre. El párroco sufridor se interesó muchísimo por el método empleado por su colega y le preguntó: "¿Oye, cómo hiciste para que las palomas se fueran definitivamente de tu parroquia?" Y el otro le contestó: “Pues muy sencillo, las confirmé a todas, y desaparecieron de la parroquia al día siguiente…”. Pues eso.

A mí que la gente sea libre y que hace lo que quiere, me parece bien y natural, y así debe ser y además así será, y la Iglesia lo tendrá que aceptar le guste o no. Pero lo que no veo nada bien, es que se condene a los sacerdotes, especialmente a los pequeños sacerdotes, a sostener este esquema pastoral, como galeotes en la galera de la Iglesia, sabiendo de su absoluta inutilidad pastoral, y lo que es peor, frustrando las aspiraciones pastorales y espirituales de los mismos sacerdotes, que se podían dedicar con todas sus fuerzas personales y espirituales a evangelizar, que es para lo que realmente han sido llamados por el Señor. Se ha tomado como "palabra de Dios" este esquema pastoral parroquial, y así lo inculcan desde el seminario, como si no hubiera otros mundos posibles de acción pastoral de los sacerdotes en el mundo. Nos quejamos de que grupos de presión que promueven formas de vida no evangélicas, están tomando las instituciones y la calle, mientras nosotros seguimos encerrando a los sacerdotes, especialmente a los pequeños sacerdotes, en los estrechos recintos parroquiales, en unos trabajos pastorales absolutamente inútiles y frustrantes. ¿Cuántos observadores, sacerdotes y laicos, ha enviado la Iglesia Católica a las instituciones internacionales políticas, culturales, sociales, medicas, económicas, y de cualquier tipo, para hacer viva la presencia de la Iglesia y de la fe en el mundo? Nos quejamos de que estos grupos de presión están tomando las instituciones mundiales, pero lo que realmente está ocurriendo es que les estamos dejando el camino expedito, por estar inmersos en una mentalidad parroquialista, insufrible para todo aquel que tiene horizontes personales, intelectuales y espirituales más amplios.

Pero para que no queden excusas de ningún tipo, yo voy a plantear otro modelo de pastoral y de evangelización, posiblemente no eclesiásticamente correcto, pero que denotaría signos de nueva vitalidad espiritual y evangelizadora. Como se insiste hasta la saciedad en los libros de texto y en las facultades de catequética, los padres son los primeros y principales educadores de la fe de sus hijos. Pues que sean los padres los que se encarguen de la transmisión de la fe a sus hijos en sus casas. Las parroquias y los sacerdotes quedarían liberados de una carga increíble. Al final del proceso, y salteados durante el proceso de formación, para reforzar el aspecto comunitario del sacramento, se hacen pequeños test a padres y a hijos, y el sacerdote se encargará de los aspectos litúrgicos y sacramentales, en especial, en el caso de las primeras comuniones, de que se reciba el sacramento con la debida dignidad, cerciorándose de que los niños, al final, sepan, según su mentalidad de niños, mínimamente, lo que están haciendo. De este modo, los más de 100.000 catequistas, que dan sin duda un verdadero testimonio de fe y de amor a la Iglesia, pueden orientarse hacia otros ministerios pastoralmente más útiles y renovadores, como es la evangelización puerta a puerta, la visita a enfermos y demás personas que sufren, la organización de células domésticas en las casas, donde se inicie en la fe, en la oración y en la biblia a los alejados, y sean así semillas de nueva evangelización. Y los sacerdotes, en especial los "grandes sacerdotes", dando testimonio de evangelización los primeros... Siempre recuerdo el dato de aquel pastor de una de las principales iglesias evangélicas de Hispanoamérica, que comentó que ellos realizaban unas 5000 visitas semanales a las casas. ¿Cuántas hacemos nosotros?

Pero para que no se diga que tengo una visión catastrofista de la pastoral parroquial, destaco grandemente la iniciación cristiana de adultos, en la que podemos ver cómo hombres y mujeres y jóvenes con una hermosa fe naciente, se deciden, en un acto de fe activa, como Dios quiere, a recibir los sacramentos como expresión pública y eclesial de su seguimiento del Señor. También destaco las convalidaciones matrimoniales, en la que parejas que llevan casados por lo civil durante cierto tiempo, a veces muchos años, se deciden a recibir la bendición del Señor en su matrimonio. Soy testigo de la alegría de toda la familia, incluso de los hijos, que viven con mayor emoción incluso que sus propios padres, este gran momento de la entrada triunfal del Señor en sus vidas. ¿Qué mayor testimonio de fe de los padres a los hijos? Parafraseando al poeta Antonio Machado en su obra Campos de Castilla, podríamos decir que al olmo viejo de la Iglesia, con estos testimonios de fe y de vida sacramental renovadas, "algunas hojas verdes le han salido… ".

Dejémonos de intentar contentar a las masas ---¡nunca quedarán satisfechas!--- y sobre todo, dejemos de crucificar y de quemar a los sacerdotes, en especial a los pequeños sacerdotes, con este esquema de sacramentalismo sociológico que padecemos, y orientémonos verdaderamente a la evangelización, sacerdotes y laicos en comunión, y habremos empezado así una nueva era en la evangelización y en la Iglesia.
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