Sobre el estrecho pensamiento institucionalista


Hay que ver lo estrecho que es el pensamiento institucionalista, y lo caro que nos está saliendo. Tan es así que la ideología institucionalista, que se ha consolidado como el pensamiento único dentro de toda la Iglesia, puede acabar aplastando a la Iglesia entera (como por cierto se está viendo desde hace mucho: Menos gente participando en las celebraciones, unos 100,000 sacerdotes que han tenido que dejar el ministerio desde los años 70 hasta el día de hoy, unos 6,000 religiosos que "cuelgan los hábitos" cada año, casi ninguna vocación a la vida consagrada, no niños, no jóvenes, no adultos de mediana edad en nuestras celebraciones, sólo algunos ancianos y por razones obvias). Y seguimos “erre que erre” con el mismo esquema, sin reconocer nuestros errores ni tomar conciencia de los signos de los tiempos, que más que signos sutiles son atronadoras evidencias.

La ideología institucionalista, cuyo postulado básico central es: “la Iglesia es una institución”, institución que además posee atributos hipostáticos (eternidad, infalibilidad, inmutabilidad, intocabilidad, impecabilidad, y todo lo demás) atributos hipostáticos consolidados a lo largo de la supremacía político-eclesiástica de la institución eclesiástica desde hace más de 1500 años (contexto histórico político-eclesiástico que ha sido el caldo de cultivo perfecto para que sucediera yo diría que de forma “inevitable”, a tenor del funcionamiento de la psicología humana en su estado más “natural”, por decirlo finamente) tiene su paradigmática expresión en el modelo parroquial-ritualista en el que hemos estado inmersos desde que tenemos conciencia, y mucho antes, por desgracia...

Para el pensamiento institucionalista hipostático lo más importante es “repartir sacramentos”. Hacen falta “celebradores de ritos” (esto es, pequeños sacerdotes), por lo tanto hagamos que se casen y así tendremos más... En un futuro próximo ordenaremos mujeres para el mismo fin, y muy pronto facultaremos a los diáconos para que puedan celebrar igualmente “todos” los ritos, habida cuenta de la necesidad de celebrarlos. En un futuro no muy lejano, ya están surgiendo por cierto voces al respecto (incluso entre los propios sacerdotes, lo que es más triste aún; no saben que están segando bajo sus propios pies...), iremos acercando a los propios laicos a que (apuesto lo que sea) se les pueda facultar (se les pone un uniforme y ya...) para que puedan celebrar ellos también “todos” los ritos, que, como está establecido, es lo más importante...

Digo que el pensamiento institucionalista es estrecho, y además ilusorio, porque la evidencia es que cada vez menos gente celebra los sacramentos: Menos bautizos, menos bodas, el espectáculo de las primeras (y últimas) comuniones, y de las confirmaciones (en realidad, para los jovenes, "extremaunciones" de su vida espiritual y eclesial), con cada vez menos participantes, etc. Es evidente que en un futuro no muy lejano ya no tendremos el problema ritualista: Todos se habrán ido a otras "iglesias" desde donde se les proclame la Palabra (cómo está pasando en toda Iberoamérica), o a otras Religiones donde se les enseñe (como está pasando en Estados Unidos), aunque sea superficialmente, a superar el estrés y a tener experiencias “espirituales“ que, en lo posible, mitiguen su sed de verdadera y auténtica espiritualidad y de encuentro con el Señor...

Desde el estrecho pensamiento institucionalista se sigue creyendo que estamos en la época de la Cristiandad, y por tanto que la demanda de Religión sigue siendo rígida (como ha sido durante milenios), con un único monopolista en el lado la oferta (la institución eclesiástica), con lo que podía poner el precio que quisiera a su “producto”. Pero los tiempos han cambiado. La era de la Cristiandad se ha terminado. La demanda se ha flexibilizado y han aparecido nuevos "proveedores" de “producto” religioso y espiritual, que están conquistando progresivamente más y más cuotas de mercado...

En este contexto competitivo, la institución eclesiástica me recuerda a las antiguas compañías públicas de carbón, que en la cuenca minera de Asturias y del País Vasco vistieron de negro, durante décadas, los verdes y hermosísimos paisajes cántabricos. Hoy sabemos cómo acabó todo aquello, con jubilaciones anticipadas extraordinarias y el cierre de las explotaciones, todo lo cual salía, aún así, menos costoso que el mero mantenimiento de la producción de aquella, ya decadente, fuente de energía...

También están los conocidos ejemplos de importantes empresas privadas que lideraron sus mercados durante años, pero que su tamaño no las salvó, y fracasaron por no haber sabido adaptarse: Sega, una de las más grandes compañías de videojuegos de la historia, Pan Am (la Pan American World Airways) que fue la mayor aerolínea de EEUU durante décadas, Kodak, la centenaria empresa estadounidense que dominó el mercado de películas fotográficas durante prácticamente todo el siglo XX, Daewoo, la compañía coreana de automóviles que llegó a ser el sexto fabricante de coches del mundo, gracias a sus modelos de bajo coste y su internacionalización, Nokia, la compañía de telefonía finlandesa que fue la clara dominante del mercado en los años noventa, consiguiendo hacer de los teléfonos móviles un dispositivo para todo el mundo, alejándolo de la imagen elitista que tenían estos productos gracias a una hábil combinación de calidad y buen precio, y muchas más. En lo que a nosotros respecta, si no nos adaptamos a los tiempos, si persistimos en el empeño de que nosotros no podemos cometer errores, de fino calibre y de grueso calibre, porque somos hipostáticamente inmutables, intangibles y eternos, fracasaremos igualmente...

Para el pensamiento institucionalista lo primero es el "chiringuito" (si se me permite la expresión, para empezar a desmitificar...) parroquial-ritualista, esto es, "La Parroquia" tal como la hemos conocido hasta ahora; muy en segundo lugar está la verdadera y real evangelización (de hecho, hay este momento anunciadas unas jornadas, en una conocida universidad eclesiástica, que se titulan “La parroquia misionera”...). El pensamiento institucionalista ha olvidado que no son las instituciones las que evangelizan, sino las personas. En las favelas brasileñas, se están infiltrando, con mucho éxito pastoral todo hay que decirlo, muchos pastores evangélicos, que se están atreviendo a proclamar la Palabra de Dios por aquellos difíciles contextos, acercando, asi, (a su manera) a la gente más pobre al Señor. Igualmente, la evangelización del occidente de los Estados Unidos se llevó acabo por medio de pastores evangélicos, que se fueron asentando en aquellas tierras y formando sus comunidades, sus “iglesias“, que además les mantenían y les siguen manteniendo... ¡y de qué manera! Después vinieron los megachiringuitos católicos parroquial-ritualistas, después de sesudos estudios de despacho...

Pero los tiempos no van por ahí. Los nuevos tiempos exigen nuevas formas de evangelización. Se impone un nuevo marco institucional para el sacerdote, en especial para el pequeño sacerdote, que le permita igualmente desarrollar un ministerio de realización y no un ministerio de frustración como hasta ahora. Se impone un envío, en total libertad pastoral, de los sacerdotes, y en especial de los pequeños sacerdotes, que sean ellos, en primera persona, los que se arriesguen y se adentren en los distintos ambientes (ahí está el "continente" Internet, todavía sin explorar y conquistar abiertamente por pastores-sacerdotes enviados en libertad pastoral para esa misión), y empiecen a formar comunidades vivas que sean fermento de la nueva Humanidad allí donde se encuentran.

Urge una dignificación institucional del ministerio sacerdotal y que se dejen de quemar sacerdotes, y en especial pequeños sacerdotes, en pastorales impuestas desde fuera y en despachos, y que durante "tiempo inmemorial", dentro de este marco parroquial-ritualista, han fracasado estrepitosamente, y, lo que es lo más doloroso, han contribuido a la quemazón de generaciones y generaciones de pequeños sacerdotes que han muerto pastoralmente en el intento. Pero los sacerdotes, en especial los pequeños sacerdotes, sacrificados, parece ser, no son importantes. Lo importante es el sostenimiento de la institución, lo importante es seguir manteniendo la institución eclesiástica, aunque para ello haya que pagar un precio; en fin, siempre tendrá que haber daños colaterales...

¿Se imaginan, en cambio, a los 400,000 sacerdotes que ahora existen evangelizando todos en primera persona y con total libertad pastoral en todos los ámbitos, lugares y contextos a los que el Señor les mueva, sin ningún tipo de obstáculo ni intromisión institucionalista (no hablo de orientaciones y guías que ayuden a los sacerdotes en el ejercicio de su ministerio)?

Apuesto que hasta en la Amazonia, que tan de moda parece que se está poniendo (como si no hubiera otros lugares aún más pobres y con aún más escasez de sacerdotes en el mundo), habría pastores católicos que se atrevieran a incursionarse, no para instalar allí un "chiringuito" parroquial-ritualista, sino para proclamar de verdad la Palabra de Dios, y hacer, por fin, lo que Señor nos mandó: "Id al mundo entero y proclamad el evangelio...”.
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