¿Y para los pequeños sacerdotes no hay nada? (y no hablo de casamiento)


Por referirnos sólo a temas intraeclesiales, vemos positivamente que hay un nuevo acercamiento con respecto a los homosexuales, a las mujeres, a los laicos, a los jovenes, a los niños, a las parejas vueltas a casar... y, sin embargo, vemos con frustración que todavía no hay nada en defensa de una dignificación institucional del ministerio del pequeño sacerdote...

Y subrayo lo de "institucional" porque las admoniciones morales y espirituales dirigidas a los sacerdotes yo diría que ya se han agotado. Ya no hay más que decir en ese sentido. Ya se ha dicho todo y durante décadas. Y recurrir a oraciones (siguiendo todo igual) tampoco se muestra suficiente. Desde hace muchos años llevamos haciendo campañas de oración en favor de las vocaciones, y vemos que el Señor sigue sin mandar vocaciones al ministerio sacerdotal. Ni mandará, mientras la situación del pequeño sacerdote siga siendo la misma. El esquema de "oraciones y admoniciones" para resolver el gravísimo problema de la crisis del ministerio sacerdotal, y en especial la crisis del ministerio del pequeño sacerdote, y la falta de vocaciones, se ha agotado. El que tenga ojos que vea...

Y es que la gente no es tonta. Pretender que un joven, con toda su vida por delante, se adentre en el camino del sacerdocio tal y como se presenta en la realidad (y no en la "mística rosa"), es pedir demasiado. Recuerdo lo que le respondió un padre comprometido con la Iglesia (en un movimiento) a su hijo cuando éste le anunció que iba a entrar al Seminario: "Muy bien, hijo mío, lo que tú quieras, pero ya sabes lo que seguramente te hará el párroco...".

Y es que la figura institucional del pequeño sacerdote ha quedado reducida a ser un mero peon expendedor de ritos (me niego a utilizar la palabra "Sacramento" en estas circunstancias) y con una pastoral impuesta que se ha demostrado mayormente estéril, si nos atenemos a los "frutos": Ni niños, ni jóvenes, ni personas de mediana edad, ni vocaciones; sólo algunos ancianos, y por razones obvias. Y con unas consecuencias catastróficas para la Iglesia y para la institución: Unos 100,000 sacerdotes han sido quemados en este modelo pastoral desde los años 70 hasta el día de hoy. El que tenga ojos que vea...

Y no nos damos cuenta de que todo este modelo institucional-hipostático y ritualista que hemos construído, o dejado construir, entre todos a lo largo de los siglos, está apoyado hoy fundamentalmente en el trabajo del pequeño sacerdote. Los pequeños sacerdotes son los galeotes que "mueven" la institución eclesiástica y la Iglesia toda. Y cada vez hay menos que "tiren" de la barca; y los que hay, cada vez más tristes...

Y este modelo institucional-hipostático y ritualista no nació precisamente para evangelizar. La institución no evangeliza, ni puede hacerlo. Evangeliza el Pueblo de Dios, guiado por pastores que viven un ministerio eclesial ¡y personal! ("y les dio autoridad...") de realización ("y los setenta regresaron con gozo..."), y no un ministerio de frustración.

Además, muchas de las funciones ministeriales del pequeño sacerdote están siendo canibalizadas, tanto por los nuevos y flamantes laicos clericalizados (neoclericalismo laico), como por los diáconos permanentes (que, en muchos casos, "supervisan" a los sacerdotes en el ejercicio de su ministerio sacerdotal), emparedados además por laicos y clérigos, que presionan cada uno por su lado. La situación del pequeño sacerdote se está deteriorando progresivamente a marchas forzadas, deterioro que se irá agravando con el tiempo si las circunstancias institucionales continúan las mismas. No nos lamentemos después de la crisis de vocaciones. El que tenga ojos que vea.

Y es que la crisis de la Iglesia (no hablo de institución eclesiástica) y la crisis de la evangelización real, está directamente relacionada con la crisis del ministerio sacerdotal, en especial la crisis del ministerio del pequeño sacerdote. A mi juicio, se necesita un nuevo marco institucional que promueva y proteja a los sacerdotes, y en especial a los pequeños sacerdotes, en su ministerio, y les impulse a dar lo mejor de sí mismos, al servicio del Pueblo de Dios.

Estamos en un momento de revisar positivamente los distintos ministerios dentro de la Iglesia... ¿Cuándo habrá, pues, un nuevo acercamiento hacia los sacerdotes, y en especial hacia los pequeños sacerdotes, más allá de oraciones y admoniciones, que les ayude a pasar de un ministerio de frustración a un ministerio de realización y recompensa?

"Sin embargo, no os regocijéis en esto... sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en el cielo...".
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