¿Se puede hacer pastoral vocacional sin sentimiento de culpa?


Con la que está cayendo para el ministerio sacerdotal, por virtud de la institución eclesiástica que lo usa meramente para su autosostenimiento autorreferencial, y habida cuenta de la situación en que viven los sacerdotes, y en especial los pequeños sacerdotes, reducidos a meros peones ritualistas, tapando huecos y sujetando muros, muros que inevitablemente se caerán, habida cuenta de todo esto y conociendo lo que se va producir inevitablemente en sus vidas una vez ordenados, yo me pregunto: ¿Se puede hacer de verdad pastoral vocacional sin sentimiento de culpa?

La llamada del Señor existe y es real. El Señor sigue llamando. Otra cosa es que esa llamada al sacerdocio se vea truncada, sofocada y extinguida por virtud de la institución eclesiástica. ¿Cómo se puede hacer pastoral vocacional dentro de estas estrechas coordenadas?

Esto le comentaba a un sacerdote con experiencia en estos temas, que encontró, por cierto, una buena colocación, y refugio (intocable para la institución eclesiástica todo hay que decirlo) de profesor en una universidad, desde donde, además de enseñar, puede dedicarse libremente a la evangelización en libertad, cobrando además un sueldo de profesor universitario, y esperándole una jubilación también de profesor universitario.

Pues comentándole, digo, a este sacerdote, gracias a Dios bien protegido y bien orientado en su vida y ministerio, acerca de la pastoral vocacional, me compartió una idea muy interesante al respecto.

Un consejo muy bueno que dar a un candidato al ministerio sacerdotal es animarle (para protegerle de la absoluta precariedad en la que se desarrollará su vida y ministerio, a merced de todo y de todos), animarle a realizar, antes de entrar al Seminario unos estudios que le capaciten para trabajar inmediatamente, a ser posible en un trabajo con un componente humano y social, por ejemplo psicólogo, abogado, consejero de parejas, asuntos sociales, etc. Después de hechos los estudios y preparado inmediatamente para trabajar si fuera necesario, el candidato podría entrar por la senda del sacerdocio, con la conciencia más o menos tranquila.

Si funciona, puede reforzar su ministerio y vocación con los conocimientos adquiridos de servicio social y humano, con lo que él se enriquecerá aún más y enriquecerá aún más a los hermanos.

Si no funciona, por las infinitas causas que pueden concurrir, podría inmediatamente ponerse a trabajar sin perder tiempo (cosa que no pueden hacer ahora la mayoría de los sacerdotes, y en especial de los pequeños sacerdotes, que no tienen como subsistir fuera del amparo de la institución eclesiástica, de la que dependen absolutamente...) y asegurarse una subsistencia muy digna, pudiendo además canalizar libremente su condición, ganada a pulso, de sacerdote, de forma nueva, creativa, libre y útil para todos. Nuevas vías de realización sacerdotal se pueden abrir, si somos libres y creativos...

Mientras los sacerdotes, y en especial los pequeños sacerdotes, no se quiten la "venda hipostática" que tapa sus ojos, y que les impide ver la realidad en que ha caído su ministerio, incapaces de ver el grado de degradación institucionalista en que ha caído el sublime Ministerio Sacerdotal instituido por el Señor, y se pongan manos a la obra en la dignificacion institucional del Ministerio Sacerdotal, hasta que eso no se produzca, la idea que me compartió aquel sacerdote amigo me parece muy válida y útil, y mitiga de algún modo el sentimiento de culpa que produce el animar a hombres jóvenes, con toda la vida por delante, a entrar por semejante callejón sin salida…

Y por encima de todo, creyendo en el Señor, que no abandonará a sus ungidos, y aunque muchos ya hayan caído en la batalla, la Victoria final para una dignificación institucional del Ministerio Sacerdotal como el Señor quiere ya está ganada, aunque caigan “instituciones, potestades y principados...”, para gloria de Dios y santificación de su Iglesia, que, entonces sí, podrá dedicarse enteramente a evangelizar...
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