Del sometimiento a la liberación



"Id al mundo entero y proclamad el Evangelio". "Id con el Evangelio y controlad el mundo entero". No es lo mismo...

La Iglesia recibió del Señor la sublime llamada de evangelizar el mundo. Pero "en algún momento de la historia" se produjo ese "pequeño" cambio de palabras, quiasmo, retruécano desgraciado, causa del progresivo alejamiento de la Iglesia, o para ser más precisos, de la institución eclesiástica, con respecto al ministerio encargado por Jesús. No pudimos resistir y caímos en la tentación de intentar someter y controlarlo todo. Nos acabó por dominar el "espíritu de sometimiento".

Y quisimos controlarlo todo. Quisimos controlar el orden político y social ---feudalismo, monarquías absolutas, etc.---, la ciencia y el pensamiento ---Galileo, Giordano Bruno, anatemas, el juramento antimodernista, etc.---, la vida privada de las personas ---moralismo--- etc, etc...

Ya sabemos que es fácil hacer juicios históricos a posteriori. Y más fácil aún es equivocarse. La Iglesia es nuestra Madre y es Santa (hablamos de toda la Iglesia, no sólo de la institución eclesiástica). A todos los creyentes nos toca estar agradecidos por este regalo del Señor de habernos invitado a pertenecer a su Iglesia, aún siendo pecadores como somos.

Pero necesitamos sacar las conclusiones necesarias acerca de todo este proceso, y acerca de la "deriva controladora" en que hemos caído, en primer lugar la institución eclesiástica, que se convirtió con el paso de los siglos en el "centro" de casi todo (hasta hace muy poco, era el centro de toda la Iglesia y de las instituciones públicas; hoy sigue siendo el centro de la Iglesia), cuando es sólo es un mero instrumento al servicio de la salvación de las almas, que es nuestro verdadero "centro", del que nunca nos habríamos debido que haber alejado. El Concilio Vaticano II lo ha sancionado. Afirmamos que el centro no es la institución eclesiástica, sino los hombres y los pueblos, y su salvación.

Cabe decir que somos la única institución que ha perdurado tanto tiempo en el mundo occidental, y la única, por tanto, que ha tenido que enfrentar todos los procesos de la historia que acontecen a las instituciones y a los pueblos a lo largo del tiempo. La "tentación totalitaria", de la que tan certeramente advirtiera Karl Popper, uno de los pensadores más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, al revisar los distintos modelos sociopoliticos a lo largo de la historia, desde Platon, hasta Marx, pasando por Hegel y su filosofía de la historia, la tienen todas las instituciones humanas y todos los regímenes políticos ya desde el primer momento de su constitución. Nosotros, en cambio, hemos demostrado durante muchos siglos que es posible realizar con generosidad y muchas veces con heroísmo un ministerio de servicio en favor de los hombres y de los pueblos, y además el más sublime de todos los servicios posibles, pues realizamos la misma misión de Cristo en la tierra.

Nuestros comienzos fueron admirables. Estamos a tiempo de cambiar el curso de los acontecimientos, y pasar del "espíritu de sometimiento", que en muchas áreas todavía domina a la Iglesia, y en especial a la institución eclesiástica, y pasar a ser definitivamente agentes de verdadera liberación de los hombres y de los pueblos, en la verdadera libertad de los hijos de Dios, con sus consecuencias en todos los ámbitos de la realidad humana y social.

¿Estamos dispuestos a sacar las conclusiones que se imponen y tomar acción, sobre todo en lo referente a los cambios estructurales necesarios dentro de la institución eclesiástica?¿Estamos dispuestos a abandonar el "espiritu de sometimiento", para ser agentes de liberación de los hombres y de los pueblos?

El mundo nos lo agradecería... ¡Es lo que verdaderamente todos esperamos de la Iglesia!
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