A vueltas con el ministerio sacerdotal...


Como se siguen haciendo declaraciones acerca del ministerio sacerdotal, pero a mi juicio fuera de cualquier vía de solución viable del problema de la crisis del ministerio, me veo obligado a incidir en el punto que yo considero capital, y que no se puede seguir eludiendo, si no queremos pagar definitivamente las consecuencias de este proceso decadente.

Cabe decir que todas las amonestaciones moralistas y espiritualistas a los sacerdotes para “animarles” en su ministerio están muy bien, pero estarían mejor si los sacerdotes pudieran desarrollar su ministerio en otro marco institucional. En el mismo esquema institucional parroquial-ritualista, obtendremos lo mismo, esto es, la frustración de los sacerdotes, con todas sus consecuencias: Escasas vocaciones al sacerdocio y abandono de los sacerdotes (unos 100,000 sacerdotes han abandonado el ministerio desde los años 70 hasta el día de hoy).

Y este esquema parroquial-ritualista en el que están obligados a vivir los sacerdotes, y en especial los pequeños sacerdotes, tiene una raíz fundamental: Los sacerdotes son ¨utilizados¨ para trabajar para la institución eclesiástica, y no enviados para evangelizar. Los sacerdotes no son enviados a evangelizar, sino a tapar los huecos y sostener los muros de la institución, que se van cayendo irremediablemente. Y como esto no viene de Dios, no solamente no ha tenido (no tiene, ni tendrá) ningún fruto evangelizador, ni pastoral, ni eclesial, ni de ningún tipo (estamos viendo la decadencia de la presencia católica en hispanoamérica, incluso teniendo un papa de aquellas tierras...), sino que ha logrado quemar a generaciones y generaciones de sacerdotes, en especial de pequeños sacerdotes, para el sostenimiento de la institución hipostática eclesiástica.

De este modo, para ver el renacer del fantástico ministerio sacerdotal instituido por Cristo, se hace necesario, inexorablemente, un nuevo marco institucional, un nuevo marco pastoral y personal para el sacerdote, en especial para el pequeño sacerdote, que promueva radicalmente una dignificacion institucional del ministerio sacerdotal en todos los órdenes, absolutamente fuera del marco parroquial-ritualista en el que han estado inmersos los sacerdotes durante generaciones; un nuevo marco institucional que propicie para los sacerdotes, y en especial para los pequeños sacerdotes, un ministerio de realización y no de frustración. Los sacerdotes, y en especial los pequeños sacerdotes, tienen que ser enviados para evangelizar (en primera persona), y no, instrumentalizando el ministerio fuera de la voluntad del Señor al instituirlo, para sostener los muros o tapar los huecos de ninguna institución.

Y este “nuevo camino” institucional para el ministerio sacerdotal, a mi juicio, pasa por una liberación personal y pastoral del sacerdote, que le permita desarrollar todos sus talentos, todas sus capacidades, todas sus destrezas, al servicio del ministerio, en orden a la evangelización. Así el sacerdote se vería motivado para desarrollarse plenamente como persona y como sacerdote, siguiendo la llamada intima del Señor, sin ningún tipo de coacción institucionalista, con libertad personal y pastoral, incluso para cometer errores. El sacerdote se sentiría protagonista de ¨su¨ (porque también es suyo) ministerio, y no mero peón celebrador de ritos.

Y siguiendo la lógica de la libertad personal y pastoral para el sacerdote, sería totalmente lógico que los sacerdotes fueran mantenidos por el mismo pueblo de Dios, que sabe tratar a sus sacerdotes mejor que nadie (ya conocemos el caso de los pastores evangélicos...).

¿Podemos imaginarnos las consecuencias que tendría un real envío para evangelizar de los 400,000 sacerdotes que hay en activo en la Iglesia al día de hoy, actuando en libertad y en realización de su llamada a ser apóstoles (y no cuasi sacristanes, como son ahora)? Yo me atrevería a afirmar que habría una verdadera revolución pastoral, espiritual y evangelizadora, y seguro el inicio de una nueva era de cristiandad...

El ¨sensus fidelium¨ irá colocando, con el tiempo, las cosas en su sitio. Aparecerán los verdaderos líderes espirituales y morales reconocidos por el pueblo de Dios (como en los primeros tiempos de la Iglesia), lideres que estarán orientados más hacia el pueblo de Dios que hacia el poder eclesiástico o político (como ha ocurrido desde hace más de 1500 años), lideres que por su testimonio y su palabra muevan al pueblo de Dios al seguimiento del Señor (y no al sostenimiento de ninguna institución). El sensus fidelium repartirá el juego y que cada palo aguante su vela...

Con sacerdotes motivados y plenamente realizados en el desarrollo de ¨su¨ ministerio (porque también es suyo), se acabarían muchos de los males de la Iglesia al día de hoy, y las salidas falsas se evaporarían como por ensalmo...

Pero este nuevo marco institucional sólo podrá venir por la decisión de los propios sacerdotes, y en especial de los pequeños sacerdotes, y de los laicos, que exijan, movidos por el mismo celo del Señor, el sacerdocio que el mismo Señor se merece, sacerdotes llenos de confianza, motivación y de esperanza, orientados realmente para evangelizar.

Mientras estemos dando vueltas y haciendo declaraciones absolutamente fuera de cualquier camino de verdadera solución para la catástrofe sacerdotal y pastoral que estamos viviendo, seguiremos en nuestra decadencia complacida, hasta que se dé la verdadera señal de los tiempos que nos movilice a todos. Aunque, si tardamos en tomar estas medidas, para ese día ya se nos haya hecho demasiado tarde...
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