Avatar, mucho envoltorio para casi nada

Avatar es un nuevo éxito comercial de una película que asombra por su envoltorio pero aburre por su contenido. El término “Avatar” ya sugiere las dos fuentes de las cuales bebe su director, James Cameron.


Por una parte el mundo religioso hinduista donde Avatar es la aparición-descenso terrestre de un dios y refiere a una antropología donde el alma puede transmigrar y donde el futuro personal se disuelve con el futuro cósmico. Y por otra parte, el territorio de las nuevas tecnologías donde un “avatar” es la simulación virtual de la forma humana en los juegos de rol que se desarrollan en mundo creados por ordenador. Con ambos fondos de contenido religioso de referencia naturalista y de despliegue tecnológico, esta película se presenta como el estreno del año de la Fox. De esta forma, se pretende atraer al público, a través de los nuevas aportaciones del fotorrealismo, de la motion capture (sistema de animación de los personajes creados por ordenador) y de los mundos fantásticos de 3D, a un espectáculo capaz de competir con las distintas formas de cine en casa.
Este “Bailando con alienígenas” -cito a algunos críticos estadounidenses- se presenta en el escenario futuro del año 2154. La Tierra tiene prácticamente agotados sus recursos y explota los del espacio. En el planeta de Pandora hay una mina con un destacamento humano, cuyo nombre ya lo dice todo: “La puerta del infierno”. Allí se trata de extraer unobtainium, un valioso tesoro que puede resolver la crisis energética de la humanidad. Sin embargo, los na’vis,los habitantes del paraíso Pandora, se resisten a este expolio que supone destruir su mundo y sus creencias, incluido “El árbol de las almas” (recuérdese el libro del Génesis). Con afán negociador, el empresario Parker (Giovanni Ribisi), ha ofrecido a la doctora Grace Ausgustine (Sigourney Weaver) la posibilidad de infiltrar tres avatares de na’vis creados genéticamente y conducidos por humanos. Aquí entra en acción el protagonista Jake Sully (Sam Worthington) que es un exmarine paralítico que sustituye a su hermano, un científico, que participaba en el programa y que murió en un accidente. El malvado coronel Quaritch (Stephen Lang) lo quiere usar como espía para sus planes de destrucción y conquista del planeta. Con lo que no cuenta –en este caso es el único que no se entera-, es que el susodicho se enamorará de la princesa na’vi la preciosa, valiente y todo lo demás Neytiri (Zoë Saldana y que únicamente aparece en su forma virtual). Todo ello presagia una batalla donde al bando de los buenos alienígenas se pasarán, por variados motivos, algunos humanos.


Este guión previsible y bastante malo, como llegó a decir el propio actor protagonista, se desarrolla sin demasiados sobresaltos y a partir de los diez minutos de película y de los diez años de edad mental cualquiera puede avanzar el final. Sin embargo, la fuerza visual de algunas imágenes llegan a asombrar e incluso emocionar. La construcción del mundo tridimensional- la selva de Pandora y el mundo flotante de las montañas de Aleluya- así como la casi perfecta inserción de los personajes, en este sentido los de avatares y los na’vis presentan un avance radical en la expresividad de los seres creados por ordenador.
Sin embargo, lo que no es de recibo es esta mezcla sincretista de conceptos religiosos y míticos bajo la aparente inspiración ética de ecología y antimilitarismo. El mundo de lo virtual plantea ciertas simpatías connaturales con las concepciones espiritualistas que tienden a plantear más un compromiso virtual que significativamente real. Y lo se vende como un espectáculo para concienciar- un toque de pseudoconciencia- más bien sirve para adormecer (en el doble sentido).

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