Relación entre ciencia, metafísica y fe Éter, la revelación de lo oculto o más allá del mal

Éter, la revelación de lo oculto o más allá del mal
Éter, la revelación de lo oculto o más allá del mal

Zanussi tras el mito de Fausto en clave transhumanista

El Fausto releído por el director polaco Krzysztof Zanussi es una obra tan profunda como sugerente. En los tiempos de la mejora humana, la ciencia comienza a tener el poder de modificar la naturaleza humana, una encrucijada de tal densidad que merece una película metafísica. Contada como un díptico, exige una especial atención y reclama la inteligencia y la observación del espectador. La primera parte es la historia de un doctor que investiga sobre el éter, el cual en sus manos se convierte en un poder para doblegar a otros seres humanos. Un anestésico que podía ser un bien pero que también comporta el riesgo de la manipulación dominadora. La segunda parte, a modo de epílogo, cuenta las cosas que no se ven, “la historia jamás contada”, que no es sino una lectura teológica de la realidad. Para ello del director-guionista va insertando en la lo que hemos visto físicamente en la primera parte, otras secuencias que han quedado ocultas en lo que podríamos llamar metafísica del relato, para lograr que como dirá uno de los personajes “todo tenga un sentido”.

Fausto, el doctor que vende su alma; Mefistófeles, el diablo tentador; Margarete, la locura de amor y Wagner, el aprendiz dominado, aparecen de nuevo transformados en esta versión actualizada para este tiempo de la búsqueda transhumanista. Aunque todo ocurre en 1912, poco antes de la Gran Guerra en un territorio en la frontera del imperio austro-húngaro, en la región de Galitzia ubicada en la actual Ucrania y Polonia. En una guarnición militar que se convierte en un lugar ideal de investigación sin límites éticos donde este universo aislado prefigura el drama mundial que se acerca.

Zanussi es un director al filo de lo comercial. De hecho, su agente de ventas le pidió que suprimiera la segunda parte de la película. O lo que es lo mismo que cercenara la reflexión metafísica y creyente. Este físico y filósofo de clara inspiración católica fiel a su larga trayectoria - “Iluminación” (1973), "La vida como enfermedad de transmisión sexual" (2000) y "El sol negro" (2007)-se niega a abandonar su fe en el cine. Así cuando cumple los 80 años no se deja  vencer por censura comercial. Sin embargo, junto con Kieslowski, Wajda y Holland, es un proscrito entre nosotros, marginado a los festivales y las filmotecas. Otro desastre cultural que merecería una reparación.

La belleza formal sigue el estilo propio zanussiano. Colores saturados, halo de misterio entre nieblas, ambigüedad hierática de los personajes, confianza en el poder de la palabra. Todo al servicio de mostrar el poder absoluto del mal. Tras los pasos del clásico de Johann Wolfgang von Goethe y el Doktor Faustus de Thomas Mann, mostrando un descenso a los infiernos siguiendo el cuadro derecho del tríptico medieval sobre “El juicio final” de Hans Memling, con la banda sonora que incorpora extractos de la ópera “Parsifal” de Wagner y un sorprendente “Miserere” de Gregorio Allegri que acompaña a un final insperado: “ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia”.

Un film de preguntas. ¿Hasta dónde puede la ciencia manipular al ser humano? ¿Cuál es la frontera entre el bien y el mal? ¿Existe un alma inmortal? ¿Qué destino nos aguarda? ¿Es posible una ética sin Dios? ¿Puede triunfar la debilidad desarmada de la bondad sobre la astucia y extensa propagación del mal? ¿Además de la complicidad en el mal existe el lazo de la solidaridad en la bondad? ¿Debemos confiar en el poder de la ciencia o en la impotencia aparente de un Dios silencioso?

El final del Éter es un rotundo canto a la misericordia de Dios. El mal radical no tiene la última palabra. Directores contemporáneos como el Scorsese de “El irlandés”, el Malik de “Vida oculta” o la Margarethe von Trotta de “Hannah Arendt” han mostrado esta preocupación. Sería una lástima que nos perdamos esta obra maestra que apunta a convertise en pregaria: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu firme dentro de mí”

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