"Como cine de inspiración espiritual resulta problemático" Vencer o morir: La batalla cultural y sus tentaciones

Vencer o morir. La battalla cultural y sus tentaciones
Vencer o morir. La battalla cultural y sus tentaciones

Modelo actualizado de resistencia desde una fe revestida de ideología conservadora de tendencias fundamentalistas.

Como cine de inspiración espiritual resulta problemático. Colocado en las trincheras de la guerra cultural asume una preocupante condescendencia con la violencia en la defensa de la fe, que ya habíamos visto, de forma más moderada, en películas de narrativa similar, como Cristiada (2013) de Dean Wright.

Esta propuesta de confrontación y resistencia, incluso violenta si fuese necesaria, y que además se presenta bajo capa de heroísmo mesiánico resulta muy preocupante porque supone una lectura de tendencias teocráticas.

Y la insistencia en presentar cualquier pasado como mejor, supone una interpretación tradicionalista que difícilmente es compatible con asumir evangélicamente los cambios que emergen de los signos de los tiempos a pesar de su ambigüedad.

La batalla cultural se pasa a las pantallas recuperando las viejas relaciones entre política y religión. Desde la laica Francia nos llega, sorprendentemente, este film histórico que, con tonos épicos, va desplegando la figura François-Athanase de Charette, el llamado rey de la Vendée, investido héroe por los campesinos que se levantan contra la naciente República francesa. Profundamente critica y bastante maniquea presenta los abusos, engaños y la violencia despiadada ejercida por la Revolución Francesa y se decanta bajo la bandera de “Rey y Dios” del lado del llamado "Ejército Católico y Real", que se presenta como modelo actualizado de resistencia desde una fe revestida de ideología conservadora de tendencias fundamentalistas.

Los hechos que se narran siempre fueron controvertidos según las diferentes opciones escuelas historiográficas y políticas: sean los partidarios de la Revolución (los azules) o los partidarios de la revuelta (los blancos). Las llamadas guerras de la Vendée fueron una insurrección, principalmente campesina, contra el reciente poder revolucionario y sus atropellos. Comenzaron en 1793 y se extienden durante casi 40 años en diferentes brotes que, aunque de forma localizada, tiene componentes de una guerra civil en Francia. Para unos, fue un genocidio desplegado por las tropas republicanas contra los campesinos que quisieron defender a su rey y su catolicismo. 

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Para otros, fue una confabulación de nobles y de curas que arrastrando a campesinos pobres quisieron parar la Revolución. Para los historiadores que no ven en blanco o azul, estos hechos tienen un conjunto complejo de causas entre las que se cuentan: la transformación económico-polçitica que acaece tras la caída de la nobleza monárquica y la emergencia de la burguesía, la pobreza e incultura de las masas no resuelta por el cambio político revolucionario, la persecución con el control de la conciencia y de la iglesia, las tensiones entre el campo y la ciudad, los excesos violentos de los revolucionarios inseguros de su posición y , como desencadenante inmediato, las exigencias de reclutamiento en poblaciones muy castigadas.

La película dirigida por Paul Mignot y Vincent Mottez no atiende a matices. Se declara tan blanca como la nieve, resueltamente crítica con el horror y la violencia revolucionaria, se decanta por el arrojo de los campesinos cuya única fuerza fue su fe y su unidad, además de su fidelidad a la monarquía y la nobleza a pesar de abandonarlos. Producida por el grupo audiovisual filial de los parques de atracciones Puy du Fou, especialistas espectáculos históricos, y que entre sus representaciones multitudinarias cuenta con “Le Dernier Panache”, obra que sirve de germen a la película.

Como film histórico y de guerra la narración en bastante simple y convencional. Los acontecimientos centrados en el protagonista (representado por Hugo Becker) y su grupo de sublevados ofrecen actuaciones bastante creíbles, ayudando así a encubrir lo que serán límites manifiestos. Una voz en off que demuestra la dependencia teatral del formato. Una puesta en escena preciosista con vestuarios, ambientación y coreografía poco realista. La cámara, con tentaciones grandilocuentes, abusa del picado radical de los drones y del contrapicado con el cielo trascendente tras los protagonistas. Las escenas de guerra del lado de los rebeldes, caen en una peligrosa, a la vez que sospechosa, estetización de la violencia. Y el guion tiende a panfletario por su partidismo que le aleja de la verosimilitud y su manipulación de la fe con fines ideológicos.

Vencer o morir

Como cine de inspiración espiritual resulta problemático. Colocado en las trincheras de la guerra cultural asume una preocupante condescendencia con la violencia en la defensa de la fe, que ya habíamos visto, de forma más moderada, en películas de narrativa similar, como Cristiada (2013) de Dean Wright. La unión indisoluble de monarquía y fe supone además una identificación que disuelve cualquier reserva necesaria ante instituciones históricas. La presentación de la lucha política y el sacrificio de los sublevados basada en una supuesta fe católica que promueve la identificación de ésta con opciones conservadoras. Y la insistencia en presentar cualquier pasado como mejor, supone una interpretación tradicionalista que difícilmente es compatible con asumir evangélicamente los cambios que emergen de los signos de los tiempos a pesar de su ambigüedad.

Esta propuesta de confrontación y resistencia, incluso violenta si fuese necesaria, y que además se presenta bajo capa de heroísmo mesiánico resulta muy preocupante porque supone una lectura de tendencias teocráticas. Aunque el visionado, que sin duda tendrán fans entre los habituales del imaginario tradicionalista, puede resultar útil para conocer, también desde sus simplificaciones, las verdaderas intenciones de esta ideología. En el peor de los casos, me viene a la memoria la presunta frase unamuniana “venceréis, pero no convenceréis” y también su versión revisada: "Tened en cuenta que vencer no es convencer, ni conquistar es convertir".

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