Más allá de la vida. Preguntas últimas sin demasiadas respuestas


La cita anual con Clint Eastwood nos trae este "Hereafter", su película número 31, que convierte la pregunta sobre el más allá en la razón para seguir viviendo. Partiendo de los relatos de las personas que han estado al borde de la muerte y de la relación de los vivos y los muertos, el guionista Peter Morgan monta una historia cruzada de una periodista rescatada de la muerte en el tsunami de Indonesia, un niño que enfrenta la pérdida de quien más quiere y un medium que busca liberarse de esta capacidad para ser feliz.

El cuarteto protagonista, Matt Damon, en George el que contacta con los muertos, Cécile De France en Marie Lelay , la periodista superviviente, junto con George y Frankie McLaren en el papel de los gemelos Marcus y Jacob, son uno de los atractivos de una propuesta efectista que mezcla una filmación asombrosa del tsunami, los atentados de Londres del 2005, las consecuencia de la drogadicción, las heridas del abuso infantil y los muertos que se comunican con los vivos.


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La narración de Eastwood es impecable, plagada de recursos magistrales como los primeros planos de la soledad de George, la transformación de Marie, la rigidez expresiva del pequeño Marcus o la efímera relación de George con Melanie. La intriga de la historia nos obliga a buscar y seguir a los personajes hasta conocerlos y reconocerlo, llegando así el clímax sutil del encuentro que parece motivo por la casualidad de los renglones torcidos del guión. El fondo ambiental de la música melancólica del propio Clint Eastwood define un itinerario que aunque consolador, sigue bajo la sombra de los muertos y la muerte que son al final los testigos de que lo más urgente es , en definitiva, seguir viviendo a pesar de todo. Los efectos especiales, espectaculares en el tsunami y contenidos en la representación del más allá, están al servicio de una aventura entre brillante y triste, donde la resolución apunta a un pesimismo esperanzado.

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La filmografía de Eatwood siempre marcada por la temática de la muerte - recordemos entre muchas Sin perdón (1992), Los puentes de Madison (1995) , Mystic River (2003), Million Dollar Baby (2005), Cartas desde Iwo Jima (2007) o Gran Torino (2009) -aborda en esta ocasión el más allá. Los relatos al borde de la muerte (NDE) de los que se toma la experiencia que vive Marie quedan completados por aportaciones como las de la doctora Elisabeth Kübler Ross que indirectamente aparecen referidas en el diálogo de la periodista con la doctora Rousseau. Con una opción aparentemente objetiva se excluye toda bifurcación religiosa por fundamentalista o superficial. Sin embargo, las consecuencias de esta perspectiva "para todos los públicos" hacen perder a la película tanto profundidad como veracidad dramática.


La tesis es que con la muerte abordamos un misterio difícilmente resoluble ante el que solo nos queda intentar sobrevivir amando a los otros. Con lo que las preguntas quedan planteadas pero la respuesta es limitada a la vez que diferida ante un provisional final feliz. La propia muerte, el luto por los otros queridos que han muerto y la comunicación con los que ya no están quedan colocadas en la pantalla ante el espectador, pero nada hay más allá La excentricidad del papel del medium, que salva dramáticamente Matt Damon, o las representaciones de los muertos ante una luz nebulosa no son más que síntomas de la debilidad de un guión que peca de espectacular (grandes catástrofes naturales y terroristas) y ambicioso (graves problemas como la drogadicción o el abuso). Muchas cuestiones apenas apuntadas al servicio un historia entretenida que ha renunciado llegar al fondo. A veces lo mínimo, en el sentido de sencillo, permite acercar más a la verdad. En este caso demasiadas pretensiones son más fuegos de artificio que cargas de profundidad.

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La sombra de Dickens planea sobre la historia hasta convertirse en el punto de encuentro en Londres. George escucha todas las noches fragmentos de Little Dorrit para lograr dormirse. Así a través de Charles Dickens, llegamos a la conclusión de que lo único definitivo y verdadero ante la muerte es el amor. Sin embargo, y a diferencia de sus últimas películas, el director se resiste a colocar este amor en clave trascendente. Algo que sí que hizo Dickens cuando escribió en verso: "No pierdas la oportunidad de/invocar el amor/Se firme, justo y sincero./Y así una luz imperdurable/desde lo alto te habrá de iluminar./Y voces de ángeles oirás decir:/"Esas cosas no morirán jamás". Algo que en esta película queda ocultado, como si decir el amor no tuviera que ver con la eternidad en Dios. El pesimismo latente en la antropología de Eastwood deja bastante desarmada y frágil en esta ocasión a la esperanza. Aunque todavía nos queden sorpresas de este maestro del buen cine.

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