En Santa Anna la fe y la cultura se besan La cultura en la periferia existencial

La cultura en la periferia existencial
La cultura en la periferia existencial

Acto de oración y reivindicación

Espiritualidad y arte1

Ayer celebramos en nuestro pequeño Hospital de Campaña de la iglesia de Santa Ana un encuentro con el mundo de la cultura. Una semana antes la Asamblea de Trabajadores de la Cultura movilizados para considerarla un bien esencial nos había pedido realizar juntos una oración que tuviera presente la situación de la cultura en tiempo de pandemia.

Lo nuestro propiamente son nuestros amigos sin hogar, la gente que vive en la calle. Pero esta vez nos pareció que también la cultura estaba en la calle tras el largo cierre de teatros, cine y salas de música. Por eso decidimos seguir nuestra línea franciscana de acoger la vida como viene y en este caso la situación tan difícil de los artistas y trabajadores culturales.

Siguiendo la normativa de no más de 100 personas de aforo, tomando la temperatura, marcando las distancias y con las ya sempiternas mascarillas iniciamos esta oración en la frontera donde se tocan la fe y la cultura.

La canción más famosa del cantautor Jaume Sisa definía nuestra disposición: “Oh, benvinguts, passeu passeu, de les tristors en farem fum, a casa meva és casa vostra si que hi ha cases d'algú” (Oh, bienvenidos, pasad, pasad, de las tristezas haremos humo, mi casa es vuestra casa si es que hay casas de alguien). Nuestros amigos de la calle nos han enseñado a abrir las puertas más que a cerrarlas, a ser hospitalarios a las periferias sociales y existenciales.

Escuchamos justos el canto a la “Noche oscura” de Juan de la Cruz, las palabras proféticas en favor de los pobres de Isaías, cantamos el salmo y acogimos nuevamente las palabras del Evangelio de Mateo “Cuando lo hicisteis a uno de estos hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis”. También asistimos a la danza emocionante de un grupo llamado ARTransforma que conjunta el arte y la trabajo educativo y social. La música vino de la mano del pianista y compositor Antoni Olaf y el complemento reivindicativo vino con la voz feminista del “Comando señoras”.

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Uno de los grupos no quiso actuar ya que no lo quería hacer en una iglesia y así nos lo comunicó. Y lo comparaba a nuestros amigos de la calle, cuando llegan rotos y su indignación la tenemos que parar con nuestra sonrisa. Recibir al otro como viene sin condiciones.

También sonó la palabra poderosa de la exigencia. La cultura es imprescindible para resistir. Las salas son seguras con el esfuerzo de muchos. Las ayudas no llegan y las personas están en el borde del desastre. La paciencia se va agotando.

Éramos ciertamente un pueblo-público pequeño, variado y diverso. Cristianos y musulmanes, actores y músicos, espirituales y materiales, indignados y pacientes. Mientras seguíamos esta divergente oración que seguía sonando la letra de la vieja canción de 1975. “Oh, benvinguts, passeu passeu, ara ja no falta ningú, o potser sí, ja me n'adono que tan sols hi faltes tu. també pots venir si vols, t'esperem, hi ha lloc per tots” ("Oh, bienvenidos, pasad, pasad, ahora ya no falta nadie, o quizás sí, ya me doy cuenta que sólo faltas tú. también puedes venir si quieres, te esperamos, hay sitio para todos”). Y me decía que ese Tú también estaba allí, nuestro Dios que como Padrenuestro tiene un lugar para todos y donde nadie queda excluido.

En tiempo de pandemia la fe y la cultura se besan. Ante las vulnerabilidades nos encontramos juntos, aprendiendo a resistir. Como se titula la vieja canción que nos acompañaba: “qualsevol nit pot sortir el sol” (Cualquier noche pue salir el sol”)

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