Mientras dure la guerra El mejor Amenábar.

El mejor Amenábar.
El mejor Amenábar.

¿Aún dura la guerra?

Tengo que decir que, de entrada, Alejandro Amenábar no me gusta por su sobrecarga ideológica. La secuencia del cura Francisco interpretada por el gran Josep Maria Pou en “Mar adentro” (2004) me pareció lamentable, por manipuladora en la argumentación sobre la eutanasia. En “Ágora” (2009), como dije con motivo de su estreno, aparece una crítica al fanatismo recayendo en él. Sin embargo, no se juzga a un cineasta solo por su ideología. 

Amenábar me parece un buen contador de historias que saca lo mejor de sus actores -Nicole Kidman, Javier Bardem, Rachel Weisz y en esta ocasión un elocuente Karra Elejalde-; sabe imponer un ritmo que atrapa al espectador manteniendo el suspense interior hacia la emoción, como en Los otros (2001) y en la misma “Mar adentro”. Y he de confesar que, en su cine, la vertiente humanista y una mirada algo extraña a lo sobrenatural, ha logrado, por momentos, interesarme. “Mientras dure la guerra” es un film menor entre sus películas aunque me parece la más arriesgada y comprometida de ellas.

La producción es bastante limitada y las imágenes de la retaguardia en Salamanca crean una atmósfera demasiado limpia y luminosa, que, por momentos, no ayuda a comprender el drama interior e histórico. Los actores, no forman parte del elenco internacional, pero la composición de Elejalde me parece unamuniana, la astucia inteligente del Franco de Santi Prego imprime una revisión al dictador que no es un pelele sino al único fascista que logró morir en la cama tras largo mandato, mientras que Millán Astray era un personaje difícil para no hacer de él solo esperpento y el intento de Eduard Fernández como escudero de “generalísimo” y sombra del tosco mal funciona. Lo secundarios son sugerentes como Tito Valverde dando convicción al general golpista Luis Valdés Cavanilles que se engulló Franco. Aunque el personaje del pastor protestante Atilano no resulta especialmente significativo como merecía, más por culpa del guión que de Luis Zahera.

El “venceréis pero no convenceréis” declarado en la Universidad de Salamanca como queja del Unamuno decepcionado ante la barbarie y con la carta de la esposa del buen pastor recién fusilado en el bolsillo, actúa como eje de la tragedia, que se lo va tragando todo menos al dictador. Es una película arriesgada porque Unamuno es un personaje complejo, entre disparatado y lúcido, entre engreído y humildemente necesitado; más propio de las letras y las ideas que de la realidad de las cosas y las personas. Pero se convierte en un personaje-atalaya para observar la guerra de España con la perspectiva de un represaliado por la monarquía, un ferviente republicano, un colaborador golpista y un desgarrado. Este es el punto más fuerte del film. Unamuno es un excelente guía para comprender algo de lo que pasó por la historia pero también por el alma de aquella generación. 

Temí que Amenábar, desde sus querencias, simplificara nuevamente la cuestión religiosa. Pues no, hay claros-oscuros con huellas de la verdad. Para empezar porque a través del Unamuno creyente incrédulo aborda la cuestión de la fe como motivación. En Franco la “civilización cristiana” era una tapadera por la que bien valía arrodillarse para lograr su objetivo de barrer a enemigos. En Carmen Polo era sinónimo del orden. Para el pastor Atilano Coco era una forma de bondad. Para Plá i Deniel entonces obispo de Salamanca y luego cardenal era una cruzada. Mientras que Unamuno hundido levantaba su queja ante Cristo a la vez que sueña el Ave Maria extradiegética en el recuerdo del abrazo de su esposa muerta, su costumbre. Una escena que vale la película.

Finalmente la cuestión es si todavía dura la guerra. Unamuno discute con su joven amigo el profesor republicano socialista con los campos de Castilla al fondo. Me vino al recuerdo “El duelo a garrotazos” de las punturas negras de Goya con los protagonistas hundidos en la misma tierra. En la profundidad de campo Caín y Abel, la naturaleza humana. Pero ahora la pregunta es: ¿la gracia ayuda a detener los garrotazos? La fe de aquella generación no lo logró.

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