Devuelve la esperanza.

Mi amigo párroco me ha dado permiso para por fin ponerle un nombre, de ahora en adelante es Don Rafael, lo que si me pide es discreción, porque el nombre completo le podría poner en un brete, tanto de pedigüeños como de gente que no le entendería lo más mínimo.

Don Rafael es de los sacerdotes que sabe porque lo llamó Dios a ser sacerdote, no tiene una explicación difusa o vaga. Don Rafael dice que él escuchó en lo profundo de su corazón un mensaje de Dios: “Devuelve la esperanza”. Para Don Rafael este mensaje no lo escuchó una, sino varias veces, incluso cuando tu novia antes de plantearse el seminario, por entonces el creía que se podría ser un laico y ayudar a montones de desesperanzados a encontrar la esperanza. Pero cuando su relación se truncó, lo típico en las primeras relaciones de juventud, Don Rafael vio el camino despejado y entró sin dudarlo al seminario diocesano.

Durante los duros años de seminarista, don Rafael siguió escuchando una y otra vez ese mensaje con insistencia: “devuelve la esperanza”. Y aquel mensaje fue el motor para aguantar el frío seminario de San Damaso, en el que sino es por el insistente mensaje, se habría ido dando el correspondiente portazo a compañeros y formadores, pero Dios lo retenía machaconamente allí tras esos muros, y tuvo el que aprender a resistir una vida de aislamiento respecto a un mundo que sentía lo necesitaba mientras pasaba por una prisión que no le enseñó todo lo que necesitaba para devolver la ansiada esperanza a quienes la habían perdido. Pero como dice Don Rafael: “No me arrepiento de mi paso por San Damaso, tenía que ser sacerdote porque sentía que Dios me necesitaba así para ayudarle a devolver la esperanza a quien la había perdido”.

Para Don Rafael, la esperanza no es solo la otra vida sino esta también. Salvar a las personas de este mundo haciendo brotar en ellas la esperanza. Don Rafael en eso es un pastor que fortalece la esperanza de sus feligreses. Para algunos parroquianos, Don Rafael es un ángel, para otros es un santo en vida, otros creen que es un iluso y lo vigilan por si pueden denunciarlo. Por desgracia, todo párroco siempre tiene dos o tres judas en su parroquia, y Don Rafael tiene identificados a dos de esos judas y cree de un tercero que no acierta a saber quien es, sobre todo porque escribe mensajes anónimos al vicario. Pero eso si, Don Rafael no da su brazo a torcer y su línea será siempre devolver la esperanza a su feligresía, incluso a los judas, pues si el musgo crece y rompe las rocas, también la esperanza logrará hacer lo mismo con sus fríos corazones.
Volver arriba