Dios salva a los que salvan

En el mundillo religioso, sobre todo en el evangélico, se afirma que sin Fe no hay salvación. Por fortuna, la Iglesia Católica ha evolucionado hacia una postura más abierta en ese sentido admitiendo una salvación fuera de la fe católica (tras siglos poco proclive a esta posibilidad). No obstante, hay muchísima gente aún dentro de la Iglesia que sigue comercializando la salvación poniendo como precio seguir los catecismos.

Pero desde hace un tiempo, reflexiono sobre la importancia de las obras (realizadas siempre desde el amor) por encima incluso de la propia Fe. Por eso, y viendo que a misa acuden muchos fieles con más amor por los ritos que por la compasión por su prójimo (siendo algunos unos auténticos zampahostias), he acuñado esta frase que me parece acertadísima:

“Dios salva a los que salvan, mientras que los demás necesitarán misericordia”

Es sencilla la explicación. Aquellos que de corazón salvan a su prójimo de la pobreza, de la ignorancia, de la pena y de toda clase de desdichas que en este mundo hay, son los que más se parecen a Dios y por ello los más apreciados por Dios aunque no crean en él. Pero hay muchos que por desgracia creen que la Fe es fundamental para salvarse, y ser cumplidor con los catecismos y los mandamientos. Pero ser fríos echando unas monedas a tu prójimo y acudiendo a misa a cumplir no significa que tengas la mayor de las cercanías a Dios, lo que te hace cercano a él es ser como él en aquello que podemos ser como Dios: amando y valorando a nuestro prójimo.

En mi experiencia con los chicos del centro de primera acogida de Hortaleza, los subsaharianos tienen una compasión y una voluntad de ayudarse entre ellos y a quien no es como ellos (aun siendo musulmanes) que superan al 99 % de los zampahostias que acuden a misa a creerse más santos comulgando con el cura que con su prójimo al salir de misa. El óvolo de la viuda, por ejemplo, se cumple entre ellos como nunca lo he visto. Si el amigo necesita un abrigo porque pasa frío: lo comparten aunque no tengan otro. Si el amigo pasa hambre porque lo han echado del centro por ser declarado mayor de edad por fiscalia: le sacan comida a escondidas. Si el amigo necesita unos zapatos o un pantalón, se le presta o hasta se le regala. Yo he visto un mismo abrigo pasar por media docena de subsaharianos. Según quien ande con más frío, se diría incluso que allí hay un auténtico comunismo que ni Marx fue capaz de escribir en sus nefastos libros. Incluso cuando un amigo se queda en la calle por mayoría de edad, los propios menores subsaharianos hacen lo posible por acompañarlo a un centro de mayores o a donde han oído hablar haya un sitio con cama para pasar la noche.

Ante estas valiosas personas, que hacen lo que hacen con amor y preocupación por sus amigos, me lleva a reafirmarme que si yo los quiero por el enorme valor personal que tienen, ¿no los querrá Dios igual o más hasta el punto de quererlos cerca? Hay mucho más de Dios en ellos que en los zampahostias de misa. Pero mucho más de Dios en ellos que en todos los grupos evangélicos que alaban una Fe basada en el espectáculo y en el estrellato de un pastor que chilla como sepulcro blanqueado.

Es triste que sean los propios musulmanes subsaharianos los que me hagan ser más cristiano al ver en ellos muchas de las cosas que nos pedía Cristo en los evangelios. Y no, no se equivoque nadie, no tengo ningún afán en que se hagan cristianos, porque si por como son yo ya los quiero tal y como son (unos buenos musulmanes), entonces Dios cuyo amor es mayor que el mío los quiere tal y como son. No importa por ello tanto la Fe, importa nuestro corazón y lo que expresemos con él.
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