La fabula del rey desnudo
En un lejano país, su monarca se entera que unos famosísimos sastres están de paso por su reino. Sin perder tiempo, los convoca para que le confeccionen su mejor indumentaria. Los sastres, luego de disfrutar un buen tiempo los beneficios que le brinda la vida en la corte del Rey, le comunican que han terminado su trabajo y anuncian a quien quiera escucharlos que han confeccionado para el Rey el traje invisible más hermoso del mundo, tan hermoso que “sólo los tontos no pueden verlo”. Proceden entonces a quitarle la ropa al Rey y mediante aparatosos ademanes le colocan el nuevo traje invisible. Por supuesto que el Rey se ve desnudo, pero no lo reconoce porque no quiere aparecer como un tonto frente a tan famosísimos sastres.
Convoca entonces a sus colaboradores, a quienes les pregunta por la belleza de su traje. Superada la sorpresa de ver al Rey desnudo y enterados que semejante traje es tan hermoso que “sólo los tontos no pueden verlo”, toda su corte afirma que el traje es el “más hermoso del mundo”, lo cual convence definitivamente al Rey y los sastres siguen su viaje con un suculento pago por su trabajo, dejando al rey y a su corte muy satisfechos y agradecidos. Así el Rey paseaba desnudo por su palacio luciendo su traje invisible, el más hermoso del mundo.
Un día decidió que su pueblo merecía también disfrutar la hermosura de su traje y sale del palacio para recorrer su reino. El pueblo lo ve desnudo, pero por temor a contradecirlo, no dice nada. Hasta que un inocente niño lo descubre y grita:
“¡El Rey está desnudo!”
Recién entonces el rey se mira y descubre la verdad: había sido engañado.
He traído esta fábula al blog, la cual ilustra muy bien como algunos por no parecer tontos, se autoconvencen y terminan por asumir el discurso e ideas de unos, sin pararse a pensar lo que están asumiendo.
Sucede que en la corte de nuestro rey, el rey decide fiarse de unos sastres, seguramente abandona a los otros sastres, y entusiasmado como vemos por el resultado, anuncia su traje buscando la aprobación de la corte con total seguridad de si mismo. Estoy seguro que en nuestra historia los otros Sastres verán incrédulos al rey, y tal vez incluso se vean desplazados por los nuevos Sastres que lo han rodeado.
Tal vez los nuevos Sastres piensen que la mejor vestimenta es nuestra piel, tal vez sean de esos tremendos artistas contemporáneos (que a fuerza de decirnos que lo que pintan o esculpen es arte) que han destruido el propio arte. Pues el caso es que estos Sastres parecen haber acabado directamente con el traje, y la tontería inoportuna de un rey vanidoso, termina por pasar factura dando reconocimiento a quien no lo merece, sin duda en perjuicio en quien se curra el traje.
El caso es que el rey ha cometido una tontería, está en un error, pero es el rey, el rey no puede ser tan tonto de haberse dejado engañar, por tanto la corte al unísono asume que el rey no está desnudo, sino que viste un traje, aunque lo evidente es que ahí están sin cubrir las vergüenzas. Dan por tanto la razón al rey, y este se siente más arropado mostrando sus vergüenzas sin pararse a pensar que hace el ridículo por la corte, aunque, ¿ridículo?, eso es imposible, todos están convencidos que existe un traje, y todos se esfuerzan por verlo por no quedarse atrás.
El rey se termina por mostrar al pueblo, y ellos por no ser menos que la corte, no le contradicen. Tal vez se esforzarán por ver el traje, tal vez haya miedo, ¿Quién sabe? Tiene que ser un niño, una criatura inocente la que termina por decir la verdad, y la que termina por avergonzar al rey, al verse este realmente desnudo.
Es curioso que cuando un político dice una barbaridad, saltan sus fervorosos partidarios a defenderlo, a darle incluso la razón o a matizarle. Práctica parecida que tienen algunos ante los disparates de algún obispo, inclusive el Papa cuando la polémica del Islam o la de los Indios de américa. Pues yo pienso que no tenemos ni que seguir el mal ejemplo de la corte y el pueblo con nuestros políticos ni con nuestros obispos, en ocasiones es mejor decir lo que nos parece a nuestros políticos y obispos, siempre desde el respeto y con sana discrepancia, como personas civilizadas.
Convoca entonces a sus colaboradores, a quienes les pregunta por la belleza de su traje. Superada la sorpresa de ver al Rey desnudo y enterados que semejante traje es tan hermoso que “sólo los tontos no pueden verlo”, toda su corte afirma que el traje es el “más hermoso del mundo”, lo cual convence definitivamente al Rey y los sastres siguen su viaje con un suculento pago por su trabajo, dejando al rey y a su corte muy satisfechos y agradecidos. Así el Rey paseaba desnudo por su palacio luciendo su traje invisible, el más hermoso del mundo.
Un día decidió que su pueblo merecía también disfrutar la hermosura de su traje y sale del palacio para recorrer su reino. El pueblo lo ve desnudo, pero por temor a contradecirlo, no dice nada. Hasta que un inocente niño lo descubre y grita:
“¡El Rey está desnudo!”
Recién entonces el rey se mira y descubre la verdad: había sido engañado.
He traído esta fábula al blog, la cual ilustra muy bien como algunos por no parecer tontos, se autoconvencen y terminan por asumir el discurso e ideas de unos, sin pararse a pensar lo que están asumiendo.
Sucede que en la corte de nuestro rey, el rey decide fiarse de unos sastres, seguramente abandona a los otros sastres, y entusiasmado como vemos por el resultado, anuncia su traje buscando la aprobación de la corte con total seguridad de si mismo. Estoy seguro que en nuestra historia los otros Sastres verán incrédulos al rey, y tal vez incluso se vean desplazados por los nuevos Sastres que lo han rodeado.
Tal vez los nuevos Sastres piensen que la mejor vestimenta es nuestra piel, tal vez sean de esos tremendos artistas contemporáneos (que a fuerza de decirnos que lo que pintan o esculpen es arte) que han destruido el propio arte. Pues el caso es que estos Sastres parecen haber acabado directamente con el traje, y la tontería inoportuna de un rey vanidoso, termina por pasar factura dando reconocimiento a quien no lo merece, sin duda en perjuicio en quien se curra el traje.
El caso es que el rey ha cometido una tontería, está en un error, pero es el rey, el rey no puede ser tan tonto de haberse dejado engañar, por tanto la corte al unísono asume que el rey no está desnudo, sino que viste un traje, aunque lo evidente es que ahí están sin cubrir las vergüenzas. Dan por tanto la razón al rey, y este se siente más arropado mostrando sus vergüenzas sin pararse a pensar que hace el ridículo por la corte, aunque, ¿ridículo?, eso es imposible, todos están convencidos que existe un traje, y todos se esfuerzan por verlo por no quedarse atrás.
El rey se termina por mostrar al pueblo, y ellos por no ser menos que la corte, no le contradicen. Tal vez se esforzarán por ver el traje, tal vez haya miedo, ¿Quién sabe? Tiene que ser un niño, una criatura inocente la que termina por decir la verdad, y la que termina por avergonzar al rey, al verse este realmente desnudo.
Es curioso que cuando un político dice una barbaridad, saltan sus fervorosos partidarios a defenderlo, a darle incluso la razón o a matizarle. Práctica parecida que tienen algunos ante los disparates de algún obispo, inclusive el Papa cuando la polémica del Islam o la de los Indios de américa. Pues yo pienso que no tenemos ni que seguir el mal ejemplo de la corte y el pueblo con nuestros políticos ni con nuestros obispos, en ocasiones es mejor decir lo que nos parece a nuestros políticos y obispos, siempre desde el respeto y con sana discrepancia, como personas civilizadas.