Un sitio en el que muchos católicos no debieran estar, y están.

España es un país con una de las tradiciones crueles más arraigadas. Se trata de las infames corridas de toros. Ya expresé en los comienzos del presente blog, mi desacuerdo con esto de los toros. Incluso expuse una Bula del papa San Pío V declarándose contrario a estos festejos. Más como culturalmente no interesaba, y los papas no gobiernan a perpetuidad, la tradición lamentablemente continuó.

Hay obispos que se empeñan en criticar y criticar. La verdad es que debiera caérseles la cara de vergüenza asistiendo a corridas de toros o viéndolas por la tele, donde la diversión consiste en dejar a un animal convertido en un acerico de banderillas, con el remate final de una espada que le da una muerte lenta y agonizante. Varios de nuestros obispos bendicen estos espectáculos y fiestas, y dan su aprobación pública.

El espectáculo taurino no es novedad de España. Parece que ya lo tenían los Etruscos en Italia, los cuales antes de ser barrida su civilización por los Romanos, se la transfirieron a Roma y esta a la península ibérica. Su origen es totalmente pagano, y no veo motivo para darle una bendición o asignarle un Santo, como a San Fermín, obispo con mi edad, y decapitado a principios del siglo IV. Santo que no tiene nada que ver con los toros.

Pero tampoco se entiende que se hable de defender la vida si luego se da la comunión y se bendice a los que se la juegan por divertirse o divertir a otros. Divertirse en la vida me parece bien, pero jugársela por divertirse es algo que no comparto. Y no comparto para nada que esta forma de jugarse la vida, sea además tan ridícula y absurda, que consista en hacer sufrir a un animal hasta la muerte.

Pues lo siento, pero pienso que es inmoral esta forma de divertirse y de hacer sufrir innecesariamente a un animal al que debiéramos estar agradecidos por que con su muerte come un centenar de personas. Y lo que se le está haciendo es dispensarle una muerte que no queremos para nosotros mismos.
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