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El resumen 2025 de RD

Manifiesto zahorí. O el arte de descubrir pozos de agua viva

Reflexión de Fin de Año

Hay personas, los zahoríes, que son capaces de localizar corrientes y pozos de agua subterránea… Y si hay un sitio donde el zahorí tiene más campo por recorrer ese es la vida misma. En un río de miseria, ¿dónde buscar?

Zahorí
Zahorí | 5
30 dic 2025 - 09:19

(Cristianisme i Justícia).- Hay personas, los zahoríes, que son capaces de localizar corrientes y pozos de agua subterránea. Lo hacen valiéndose de su cuerpo y de instrumentos rudimentarios como varas de madera, péndulos o varillas que, al moverse de una determinada manera, indican dónde hay agua, a qué profundidad está y si es mucha o poca. Los escépticos califican esta actividad de pseudocientífica, pero eso no impide que se siga practicando. Nosotros no entraremos a debatir la cientificidad de la práctica; simplemente, la tomaremos como metáfora para leer nuestros tiempos.

Fuente
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"Un río de miseria…"

Terminamos un año, el 2025, y nos resulta difícil valorar si ha sido mejor o peor que los anteriores. Probablemente, si no ahondamos demasiado, lo primero que diríamos es que ha sido peor, pues esta es la sensación que predomina. Además, hay indicios objetivos para estar preocupados, y el 2025 no ha hecho sino añadir elementos a una tendencia que desconocemos hacia dónde nos conduce. Los consensos en torno a cuestiones básicas para la supervivencia de la humanidad, que ya eran frágiles de partida, parecen haberse roto; los pocos avances en materia de reducción de emisiones para frenar el cambio climático están siendo revisados por parte de un creciente negacionismo que la última COP30 de Brasil no ha podido contrarrestar; los tratados vigentes en relación al uso de determinadas armas o la reducción de arsenales han quedado obsoletos ante la creciente exigencia de incrementar el gasto militar. A su vez, consensos en torno a las condenas de los genocidios se ponen también en duda o se matizan, mientras miles y miles de personas mueren en Gaza, Sudán, Nigeria, Mali…, ante la total pasividad de la comunidad internacional. Aquellos organismos que hace unos años apostaban por una gobernanza mundial y multilateral hoy han quedado desacreditados; de hecho, la misma democracia queda cuestionada y no son pocos los que, en diversos lugares del mundo, abrazan opciones autoritarias. Los consensos sobre derechos fundamentales, como el derecho al refugio, ya no se celebran, sino que se subordinan a políticas abiertamente racistas y xenófobas… Y podríamos seguir con un largo etcétera. Seguramente, el despliegue de las políticas del segundo mandato de Trump es el síntoma más evidente de un malestar profundo que alcanza al mundo de una manera transversal y, en especial, nuestra sociedad europea y occidental.

Pese a todo, es importante reconocer que la lectura que llevamos a cabo de los años que pasan también tiene una dimensión personal: quizás este año hemos perdido algún ser querido, o hemos experimentado cambios importantes de salud, o nos ha nacido un nieto o un hijo; algunos habrán empezado una carrera, otros la habrán terminado; habrá quien haya cambiado de trabajo y algún otro que lo haya perdido. Esta perspectiva personal es la que, de hecho, nos enraíza con la realidad. Cada vida es importante y cada vida cuenta, lo cual, a veces, parece que olvidamos a favor de un estado de ánimo colectivo interesadamente inducido.

Hace unos años, agrupando ambas perspectivas, el papa Francisco alertaba en una homilía de un «río de miseria alimentado por el pecado y en crecimiento», al cual oponía «un océano de misericordia que inunda nuestro mundo». Con todo, este océano a veces apenas podemos avistarlo —ni siquiera intuimos el mar ni un pequeño lago—, y es por eso por lo que necesitamos a los zahoríes.

Lideres funestos
Lideres funestos

¿Dónde buscar?

Aquí solo vamos a ofrecer algunas pistas que van indicándonos por dónde caminar, abastecidos con nuestras varitas o péndulos mientras nos mantenemos en movimiento, jamás resignados a un futuro escrito por aquellos que nos repiten incansablemente: «No hay alternativa». Para algunos las pistas serán fáciles y poco convincentes, pero para el zahorí y su péndulo el más ligero movimiento puede mostrar una inmensa corriente de agua viva.

El hiladillo de la tradición

Mirar el pasado cuando deberíamos hablar del presente y del futuro puede sonar a escapismo —tentación cierta—, pero aquí invitamos a explorar el hiladillo de la tradición para encontrar elementos que nos ayuden no solo a relativizar los problemas del presente, sino a hallar palabras, pensamientos, testimonios… que nos siguen inspirando por lo que tienen de fundamentales para el alma humana. Si, lejos de nostalgias y con capacidad crítica, observamos la tradición, hallaremos palabras que siguen resonando con fuerza: palabras sobre la idolatría, sobre la forma de tratar al hermano, sobre la bondad y la maldad, sobre la humildad y la soberbia… Así lo intuyó nuestro añorado José I. González Faus, cuando decidió recoger en Vicarios de Cristo: los pobres una parte de la tradición de la Iglesia que nos habla del culto al dios dinero y de las desigualdades e injusticias que este culto provoca. En los sermones de san Juan Crisóstomo, por ejemplo, podemos hallar fuentes que siguen manando porque nos conectan con los males profundos del alma humana y una necesidad inagotable de compromiso contra la idolatría y a favor del bien.

También estos meses, en Cristianisme i Justícia, hemos querido «celebrar nuestras raíces», recordando los cincuenta años del Decreto cuarto de la Congregación General XXXII de la Compañía de Jesús, donde se promulga que el servicio a la fe tiene como exigencia absoluta la promoción de la justicia, una obviedad si miramos el mundo desde el Evangelio, pero que pide ser recordada y actualizada.

Los zahoríes, por tanto, tienen en el hiladillo de la tradición un espacio donde poner a trabajar el péndulo.

El pozo de la celebración

Existe otro campo extensísimo por donde es conveniente que los zahoríes paseen: el de la fiesta y la celebración. Las celebraciones van marcando el paso de la vida personal y comunitaria, aportan calidad al tiempo que vivimos y rompen la linealidad alienadora que quiere homogeneizar la vida. Las celebraciones rememoran y festejan, y nos permiten descubrir dimensiones personales y comunitarias, como la gratuidad, la alegría, el compromiso compartido o el sentido de vivir, que rompen la lógica del consumo o del ocio como negocio. Hoy, toda celebración corre el riesgo de ser asimilada por el mercado, pero, vividas libremente, todas ellas son portadoras de un pozo de agua viva que es preciso fortalecer.

Vinculado con la tradición antes mencionada, la Iglesia guarda un tesoro que ofrecer a través de sus celebraciones y, en concreto, a través de la Eucaristía. En ella, encontramos todo lo que constituye el vivir cristiano: el perdón, la reconciliación, la escucha de la Palabra, la comunión, la paz… Debemos rescatarla de la interpretación unilateral que lo vincula todo a un ritual y a la Ley, y devolverla al contexto en el que se constituyó: el encuentro de Jesús con los suyos, a quienes amó hasta el final. En la Eucaristía exploramos siempre imperfectamente el límite del amor y la donación de que el ser humano es capaz, y lo hacemos repitiendo el gesto de Alguien que recorrió antes este camino y lo siguió hasta la cruz.

eucaristia
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La fuente del arte y la cultura

Nuestro querido Jorge Picó, actor y director de teatro, nos decía hace unos años en Democracia cultural (Cuaderno CJ n.º 233) que «hay una conmoción ante lo que es bello que puede vivirse como anuncio de un mundo mejor. Si bien es cierto que existe un arte actual caracterizado por su utilidad tranquilizadora, lo que nos interesa es la función transformadora que el arte puede tener». El arte no ha escapado del utilitarismo ni de las dinámicas del mercado y el consumo, pero últimamente se percibe un intento de recuperar la «conmoción ante la belleza» a través de experiencias artísticas que buscan la espiritualidad. Puede ser una moda más o una estrategia de marketing, pero vemos en todas las artes (música, literatura, cine, teatro, etc.) cómo se está produciendo un cierto agotamiento del modelo de entretenimiento y una experimentación que se vincula con aspectos fundamentales del sentido, la muerte, el límite, el infinito…

Estas manifestaciones no pueden menospreciarse o desatenderse. Quizás son el clamor de un espíritu que no quiere ser reducido a pura psicología y que quiere abrir ventanas a un viento que sopla para cambiarlo todo. El zahorí sensible posa la varilla de madera sobre cada una de estas manifestaciones con la esperanza de hallar aguas claras e inspiradoras para los peregrinos de sentido.

Las corrientes subterráneas de la vida cotidiana

Sin embargo, si hay un sitio donde el zahorí tiene más campo por recorrer ese es la vida misma. Las corrientes espontáneas u organizadas de solidaridad crecen por todas partes: personas que dedican tiempo a cuidar de otras; personas que se agrupan en organizaciones y movimientos por la defensa de los derechos básicos (trabajo digno, vivienda, sanidad universal, educación); personas que cuidan de otras al pie de la cama, o empujando sillas de ruedas, o acompañando hijos y nietos al colegio todas las mañanas. Personas que desempeñan bien su trabajo, con vocación y amabilidad, sabiendo que no obtendrán ningún tipo de recompensa más que la satisfacción de hacer lo que hay que hacer; personas que acogen en su casa, personas generosas que, con sus aportaciones, hacen posible que otras lo hagan…

A menudo son corrientes subterráneas que no merecen la atención de los medios ni los tuits ni vídeos de influencers, pero no podemos negar que están ahí. Y como todo ello está, el péndulo del zahorí empieza a dar vueltas y más vueltas mostrando las corrientes de agua abundante y, de repente, toda esa agua emerge, y se manifiesta, y explota, y se ve, y llena pozos, y hace manar fuentes, y forma lagos. Porque esta agua de la vida cotidiana empapa toda una realidad invisible que cada vez hay que visibilizar más.

Sabemos que matando la esperanza nos matan el alma y nos hacen más cobardes y desconfiados, unas bestias especialmente egoístas y peligrosas

Conclusión

Con razón podéis decir que este año las reflexiones de Fin de Año (Papeles 279), este manifiesto zahorí, nos ha salido demasiado poético y que es mala época para la poesía. En nuestro blog, en los cuadernos, en los cursos y en todo aquello que llevamos a cabo y decimos, no solo intentamos no negar la realidad, sino que queremos «hacernos cargo de ella», acogiendo a las víctimas que este mundo genera. Pero esta vez queríamos poner de manifiesto la necesidad de descubrir y visibilizar las corrientes ocultas, pero reales de agua viva, porque hay un interés malintencionado y perverso en querer ocultarlas: sabemos que matando la esperanza nos matan el alma y nos hacen más cobardes y desconfiados, unas bestias especialmente egoístas y peligrosas.

San Juan de la Cruz, místico zahorí, nos marca el camino: «Aquesta viva fuente que deseo / en este pan de vida yo la veo / aunque es de noche». Que en este año que empieza sepamos, con la ayuda de buenos zahoríes, hallar la Fuente que nos permita vivir vidas repletas de sentido.

Que en este año que empieza sepamos, con la ayuda de buenos zahoríes, hallar la Fuente que nos permita vivir vidas repletas de sentido
Solidaridad
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