Guerra entre Rusia y Ucrania Ucrania: feminismo y aceite de girasol

Un ucraniano asesinado por el ejército ruso a las afueras de Kiev.
Un ucraniano asesinado por el ejército ruso a las afueras de Kiev. GETTY IMAGES

El 24 de febrero el actor y presidente Volodímir Zelensk prohibió a los hombres de entre 18 y 60 años abandonar el país

Hasta que me han dicho que ha empezado la guerra me parecía una cutrez el aceite de girasol porque yo sólo cocinaba con el de oliva, que es más español

Morir y matar, aunque sea con honor, es absolutamente inhumano, un horror

No he escuchado ni una sola consigna a favor del feminismo y la igualdad de derechos y obligaciones en Ucrania. Ni una. Este 8M las mujeres de la parte rica del mundo han ondeado banderas azules y amarillas, han jaleado a Ucrania y han sacado pecho por la valentía de esas mujeres que tienen que abandonar el país cargando con los niños, los ancianos y el dolor de dejar a los hombres para alimentar esa picadora de carne humana que es cualquier guerra. Ni mu de que se haya discriminado a la mujer de la obligación y el derecho de defender su patria, su bandera, su nación y todo ese rollo.


El 24 de febrero el actor y presidente Volodímir Zelenski, reconvertido en héroe por los medios de comunicación alineados con la facción ucraniana de la contienda, -la nuestra. La buena. Lógicamente. Faltaría más- prohibió a los hombres de entre 18 y 60 años abandonar el país. No así a las mujeres, que podían elegir entre salir de Ucrania para conservar la vida o quedarse para perderla y quitársela a otros seres humanos. Hablamos de personas. De gente. Eso sí, con pasaporte distinto. Aunque probablemente con el mismo y nulo interés en que un trozo de tierra dependa administrativamente de uno u otro gobierno, de una u otra bandera.


Entre los infinitos análisis que alimentan estos días los medios de comunicación -que se frotan las manos con las audiencias que da una guerra- no falta el económico. Enseguida se ha dicho que el cereal y, en concreto, el girasol que llega a España viene en gran medida de un país que nos sonaba por su altísima tasa de emigración debido a sus dificultades económicas y a una guerra que no es nueva, ni la única, aunque sí la que más nos debe preocupar. No como la de Siria con 500.000 muertos, o la de Afganistán con sus 900.000 personas sacrificadas en pro de no se sabe muy bien qué, o la contienda civil de Yemen con 377.000 muertos. No. Aquí la que importa es la guerra entre Ucrania y Rusia que, por cierto, desde 2014, se ha cobrado más de 14.000 muertos.

A lo que iba. Que no interesan a nadie los 65 conflictos y guerras activos en el mundo ahora mismo. Sólo importa Ucrania y, sobre todo, hacer acopio de aceite de girasol porque aunque el año pasado ya estaba el litro a 0,99 euros -y no le hacíamos ni caso- es mucho mejor llevarse cuatro o cinco a 2,20 la unidad. No vaya a ser que me quede sin un producto que, hasta que me han dicho que ha empezado oficialmente la guerra, me parecía una cutrez porque yo sólo cocinaba con aceite de oliva, que es más mediterráneo y más español. En fin.


Una de las razones -habrá muchísimas más- por las que nos afecta tanto este conflicto es porque los contendientes son dos naciones de mayoría cristiana. Ortodoxos en ambos casos. Dos iglesias que han estado unidas a lo largo de cuatro siglos y que en 2019, tras la guerra entre Rusia y Ucrania (esta misma que parece que ha empezado ahora o de la que fue la primera parte o algo), se separaron. Muy clásico esto de la división entre los cristianos. Nihil novum sub solem. Eso sí, en enero rezaremos por la unidad, como Dios manda.


Y hablando de mandar. El catecismo de la Iglesia católica contempla entre sus diez mandamientos el “no matarás”. Es el quinto. Lo mismo sucede en el catecismo de la iglesia ortodoxa. En la rusa y en la ucraniana, que eran la misma hasta hace nada y menos. Para ellos el “no matarás” es el sexto de los diez mandamientos de la ley de Dios.


Hasta aquí el desahogo y la rabia por la más abyecta, absurda y dolorosa de las actividades humanas: la guerra. Sólo quería mostrar mi solidaridad con todos los hombres y mujeres de buena voluntad que no quieren matar, que no quieren morir y a los que no les dan la oportunidad de elegir.


Las leyes de Ucrania, con servicio militar obligatorio desde 2014, contemplan penas de cárcel entre los tres y los cinco años para aquellas personas que optan por la paz. Unas penas que, en tiempos de guerra, podrían acabar en ejecuciones sin que ningún medio de comunicación pueda ni quiera contarlo. No vaya a ser que mostremos la debilidad de nuestro bando. La falta de hombría. La chorrada esa del amor al prójimo y de que todos los seres humanos formamos parte de una fraternidad universal. A tomar por culo.

Exacerbemos el nacionalismo, la épica de la resistencia, la heroicidad de los que entregan su vida por defender la patria y toda esa ristra de propaganda repetida por los que manejan el mundo.


Morir y matar, aunque sea con honor, es una puta mierda, un horror.

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