Los obispos de Chile, “movidos” por el Espíritu Santo, difundieron un mensaje significativo en vísperas de las elecciones de este domingo 16 de noviembre. Chile: El voto que mira a los pobres
En vísperas de una de las elecciones más decisivas desde el retorno a la democracia, los obispos llaman a discernir el voto desde la dignidad de los pobres y migrantes, advirtiendo que el miedo y la violencia no pueden reemplazar al bien común ni a la esperanza activa.
La Conferencia Episcopal irrumpe con un mensaje profético frente a modelos de país en tensión, el voto debe mirar primero a los descartados, para que la democracia no quede capturada por el miedo ni por nostalgias autoritarias.
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| Aníbal Pastor N. / periodista
A dos días de las elecciones, la Conferencia Episcopal de Chile, publicó un “mensaje al pueblo de Dios y a todas las personas de buena voluntad” emanado de su 132.ª Asamblea Plenaria. Este domingo, más de 15,8 millones de personas —el padrón más amplio de la historia— elegirán a la Presidenta o Presidente de la República, renovarán parte del Senado y escogerán a los 155 miembros de la Cámara de Diputadas y Diputados, en una elección obligatoria y decisiva.
Tres modelos en disputa
En el extremo opuesto, el bloque socialdemócrata encabezado por Jeannette Jara, que reúne desde el Partido Comunista hasta la Democracia Cristiana, busca aliviar la crisis de los hogares, fortalecer la salud pública, elevar el salario mínimo por sobre 750 dólares y replantear el modelo económico, con una inserción internacional más orientada a América Latina.
Entre ambos polos se ubica la alternativa de Evelyn Matthei, que intenta reconstruir el espíritu de la antigua Concertación desde la centroderecha, combinando disciplina fiscal y ajustes moderados con un llamado al voto útil para contener a la derecha dura.
La voz de los obispos
Ante este panorama, los obispos ofrecen un mensaje sereno y pastoral, pero también profético. Sin sugerir candidaturas, su declaración —En tiempos de incertidumbre, seamos signo de esperanza— aporta un marco espiritual y ético para discernir el bien común en medio del clima de temor, agresividad política y fractura social. El acento es claro: la dignidad de los pobres, los migrantes y los descartados debe ser un criterio esencial para comprender este momento electoral.
El mensaje constata un malestar profundo: miedo por la inseguridad y la violencia, incertidumbre ante el futuro y desconfianza en las instituciones. Esta atmósfera —advierten— puede distorsionar el discernimiento cívico si el voto se ejerce desde la desesperanza. Por ello, recuerdan que la democracia sigue siendo el espacio donde “la fuerza de la razón prevalece sobre la razón de la fuerza”, afirmación que contrasta con discursos centrados en la “mano dura” y ciertas nostalgias autoritarias.
El rostro herido de los pobres como brújula moral
La afirmación más contundente proviene de la exhortación Dilexi te, del papa León XIV: “En el rostro herido de los pobres encontramos el sufrimiento de los inocentes y, por tanto, el mismo sufrimiento de Cristo”.
Trasladado esto al ámbito electoral, el sufrimiento de los pobres es un eje moral y no un asunto accesorio. Los obispos denuncian la creciente denigración de las personas migrantes y llaman a políticas de regularización respetuosas para quienes no tienen antecedentes delictuales, en contraste con propuestas centradas en expulsiones masivas.
Una Iglesia que vuelve a lo esencial
En un tiempo en que parte de la jerarquía eclesial ha sido percibida como distante o excesivamente prudente ante los temas políticos, este mensaje recupera la dimensión social del Evangelio y se alinea con el énfasis de León XIV en la justicia estructural. Los obispos, aquí, se definen como “peregrinos de esperanza”, una actitud que el país necesita para resistir la tentación de votar desde la rabia o el cansancio, sobre todo cuando la estructura social está en juego.
El mensaje concluye encomendando el país a la Virgen del Carmen para reconstruir los vínculos de confianza perdidos. La afirmación final es decisiva: “ayudándonos mutuamente a superar la crisis que vivimos y a construir los vínculos de confianza que necesitamos para ser el Chile que soñamos”. En clave política, esto sugiere que una democracia sin confianza queda prisionera del miedo. Y en clave eclesial, que una fe que no mira a los pobres termina traicionando el Evangelio.
Ver documento completo de la Conferencia Episcopal: clic aquí.