Claves del balotaje de este domingo 14 de diciembre: “¡Vuueeeelta!”, Chile define su rumbo

“¡Vuueeeelta!”, Chile define su rumbo
“¡Vuueeeelta!”, Chile define su rumbo

Chile enfrenta un balotaje marcado por la polarización, el debate sobre migración y dos proyectos de país contrapuestos, mientras la Iglesia entrega criterios éticos para discernir en un clima de incertidumbre.

Próximos a la segunda vuelta, el país vuelve sobre sus pasos como en la cueca: cada giro revela tensiones sociales profundas y la urgencia de un voto consciente que resista el miedo y afirme la dignidad.

En la cueca, el baile nacional de Chile, estructurado para el encanto y la conquista del otro u otra, cuando los cantores gritan en medio de las estrofas “¡vuueeeelta!”, no solo marcan un cambio de paso: anuncian ese instante decisivo en que la pareja debe redefinir el baile, ajustar el rumbo y decidir cómo entrar a la parte final, es decir, al remate de su conquista.

Chile vive hoy una segunda “vuelta” parecida: un giro nacional donde el país debe volver sobre sus propios pasos, mirar de frente a su compañero o compañera de baile —la democracia— y escoger, con un zapateo firme, el camino que quiere seguir. En política, como en la cueca, no hay vuelta neutra: cada giro revela —de pies a cabeza— quiénes somos y hacia dónde queremos movernos.

La segunda vuelta presidencial que definirá el proyecto de país para los próximos años se realizará este domingo 14 de diciembre. En esta oportunidad, nuevamente más de 15,6 millones de electores están convocados a votar en un contexto de polarización, demandas sociales acumuladas y tensiones respecto del rumbo económico, migratorio y de seguridad.

Este clima electoral es fiel reflejo de procesos más amplios presentes en América Latina, caracterizados por la desconfianza institucional, el auge de liderazgos fuertes y la reconfiguración del voto popular.

Dos proyectos de país

El balotaje enfrenta a José Antonio Kast, representante de la derecha radical, y Jannette Jara, candidata del bloque progresista y socialdemócrata. Ambos encarnan modelos nítidamente distintos.

Kast propone un giro de orden y disciplinamiento institucional mediante medidas estrictas de seguridad, reducción del gasto público, reformas laborales proempresa y una política migratoria centrada en expulsiones aceleradas y control fronterizo extraordinario. Su proyecto se alinea con tendencias globales de derecha radical presentes en Estados Unidos, Europa y parte de América Latina.

Jara plantea una reforma social orientada a fortalecer el Estado, mejorar salarios, robustecer la salud pública e impulsar un pacto fiscal redistributivo. En su programa destacan la regularización migratoria con criterios humanitarios y el enfoque latinoamericanista para la política exterior.

Más allá de las preferencias políticas, analistas coinciden en que el balotaje ocurre en un contexto donde confluyen dos dilemas estructurales: seguridad vs. cohesión social, y miedo vs. esperanza.

El electorado y sus dilemas

El padrón chileno es hoy el más amplio y heterogéneo desde el retorno a la democracia. Existe voto obligatorio, participación transversal en territorios históricamente abstencionistas y una creciente presencia de migrantes con residencia oficial y permanente, quienes han pasado a ser ciudadanos con derecho a voto. Sin embargo, cerca de 380 mil personas en situación migratoria irregular no participan del proceso, aunque sí son objeto del debate electoral. Entre ellas destacan personas de origen venezolano, haitiano, colombiano y boliviano.

A ese grupo, Kast —como ha dicho— los “invitará” a salir con lo puesto, mientras que Jara propone registrarlos para saber quiénes son y expulsar solo a quienes tengan antecedentes penales.

Los estudios muestran tres tensiones clave en estas elecciones:

  1. El peso del miedo: seguridad, narcotráfico y violencia están entre las preocupaciones más altas desde 2022.
  2. Fatiga social acumulada: hogares endeudados, salarios que pierden poder adquisitivo y servicios públicos saturados.
  3. Migración como punto crítico: una parte del electorado asocia migración con inseguridad; otra, con oportunidades económicas y deberes humanitarios.

Este telón de fondo explica por qué la elección se ha vuelto altamente emocional y, para muchos votantes, compleja de decidir.

La palabra de la Iglesia: tres intervenciones clave

En este ciclo electoral, la Iglesia chilena ha tenido una presencia inusualmente clara en su orientación ética para el discernimiento ciudadano. Tres intervenciones recientes marcan la brújula para el votante cristiano:

Declaración de la Conferencia Episcopal de Chile (14 de noviembre).

En su mensaje En tiempos de incertidumbre, seamos signo de esperanza, la CECH invitó a votar pensando en la dignidad de los pobres, los migrantes y los descartados, señalando que el clima de temor puede deformar el juicio político. Recordó que la democracia es el espacio donde “la fuerza de la razón prevalece sobre la razón de la fuerza”.

Este marco ético se alinea con Dilexi te, exhortación del papa León XIV, que subraya que el sufrimiento de los inocentes —especialmente de los pobres— es criterio central para cualquier discernimiento cristiano y cívico.

Carta del arzobispo de Concepción sobre migrantes.

El arzobispo Sergio Pérez de Arce escribió una carta a un periódico nacional llamando a considerar a las personas migrantes no como amenaza, sino como sujetos de derechos, invitando a políticas de integración y regularización con enfoque humanitario. Esta postura, no partidista pero sí clara, destacó la necesidad de superar discursos que asocian migración con delincuencia de manera generalizada.

Declaración de la Orden Franciscana en Chile

En un gesto inusual entre comunidades religiosas, los Franciscanos ofrecieron criterios concretos para el voto: rechazo a toda forma de xenofobia, defensa del Estado social y promoción de un modelo económico que no entregue la dignidad humana al mercado. Su mensaje va más allá de lo que habitualmente escuchamos de obispos, poniendo sobre la mesa situaciones reales de exclusión y violencia como elementos indispensables para el discernimiento electoral.

Y no se quedan cortos en iniciativas. Los Franciscanos proponen acciones prácticas para este tiempo electoral: realizar oración comunitaria, formar círculos de escucha entre personas de distintas posturas, realizar actos solidarios con los pobres y con la creación, y participar activamente en las urnas sin abstenerse. Concluyen invitando a los fieles a ser “puentes de diálogo” y signos de unidad después de las elecciones, inspirados en el ejemplo de san Francisco de Asís y en el mensaje de paz del Adviento.

Estas tres intervenciones (la CECH, el arzobispo de Concepción y los Franciscanos) muestran una convergencia que pone el foco en mirar el rostro de los pobres y migrantes como brújula moral, en plena coherencia con el magisterio social del actual Obispo de Roma, León XIV.

Contexto Latinoamericano

Entre tanto, América Latina observa con atención. En los últimos años, gobiernos de derecha radical han surgido en la región con válvulas discursivas parecidas: apelaciones al orden, simplificación de problemas estructurales, debilitamiento de contrapesos institucionales y endurecimiento migratorio. La elección chilena, así, no es un caso aislado, sino parte de un reacomodo político continental.

La pregunta de fondo para el electorado no es solo quién gobernará, sino qué tipo de sociedad se quiere construir: una basada en la seguridad entendida como control, o una que busque cohesión a partir de derechos y protección social.

Un voto de resistencia

En el actual clima de miedo e incertidumbre, es necesario plantear un “voto de resistencia”. No una resistencia partidista, sino ética y cultural:

Resistencia a que el miedo defina el destino de un país. Resistencia a la deshumanización del migrante. Resistencia a políticas que reducen la dignidad a una variable de orden público. Resistencia a lecturas del Evangelio que silencian el sufrimiento de los pobres, cuando precisamente ellos —según Dilexi te— son rostro del Cristo herido.

Este voto de resistencia no promete victorias electorales ni certezas inmediatas. Promete algo más profundo: votar desde la conciencia y no desde el temor, aun cuando ello implique ir contracorriente o contracultura. Es, en definitiva, un acto de esperanza activa en tiempos donde la esperanza parece escasa.

La cueca enseña que ninguna vuelta es inocente porque cada giro ordena o desordena a la pareja, la acerca o la aleja. Esta segunda vuelta electoral no es distinta. Chile llega a su propio remate, convocado a decidir si confirmará un baile que excluye, teme y expulsa, o si apostará por un paso de resistencia que reabra caminos de justicia y dignidad para quienes siempre bailan en los bordes. En política, como en la cueca, el remate revela el alma del baile. Este 14 de diciembre, también revelará el alma del Chile de hoy.

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