A punto de terminar, se ha convertido en uno de los años centrales de su pontificado De Irak al regreso a Lesbos y los complots internos, el 2021 de Francisco

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Mientras ya se bosquejan los "cuatro o cinco viajes" que hará en 2022, el papa Francisco termina un 2021 que se convirtió en uno de los años centrales de su pontificado

El pontífice revalidó sus credenciales de líder moral internacional con un histórico viaje a zonas devastadas por el Estado Islámico y tendiendo la mano de los refugiados de la isla griega, mientras confirmó las resistencias que hay dentro del Vaticano a sus reformas

A los 85 años recién cumplidos, Francisco parece estar más cómodo que nunca a la cabeza de la Curia romana

Mientras ya se bosquejan los “cuatro o cinco viajes” que hará en 2022, el papa Francisco termina un 2021 que se convirtió en uno de los años centrales de su pontificado tras el histórico viaje que hizo en marzo a Irak, el primero de un pontífice en la historia, y luego la visita a la isla de Lesbos, símbolo de los refugiados, hace menos de un mes. A los 85 años recién cumplidos, Francisco parece estar más cómodo que nunca a la cabeza de la Curia romana.

En medio de esos dos peregrinajes ya históricos, Jorge Bergoglio se sometió en julio a una operación de colon por la que estuvo internado diez días fuera del Vaticano y que no sólo dejó al pontífice en un estado con más energía que antes, sino que le dio un panorama mucho más claro de las resistencias que enfrenta dentro de la Curia romana. Fue el propio Papa el que denunció la existencia de un precónclave la misma noche de su intervención.

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Además, como telón de fondo, el pontífice dio el aval para el inicio del juicio al cardenal Angelo Becciu en medio de la investigación por presuntas maniobras financieras contra a Santa Sede por unos 200 millones de euros.

El primer punto fuerte de año fue el histórico viaje de tres días a Irak en el que criticó el terrorismo, condenó la injerencia extranjera y tendió un puente inédito con el líder musulmán de mayor ascendencia en la zona. Acompañdao por un periodista de RD a bordo del avión papal, Francisco recorrió las principales ciudades y, con ellas, las mayores problemáticas de un Irak que, a los años de guerras, ocupación extranjera y terrorismo, en la previa del viaje papal había sumado una fuerte suba en los contagios de coronavirus.

En el plano geopolítico, ya en su primer discurso en suelo iraquí Francisco marcó la línea de la visita cuando rechazó los "intereses externos" que no tienen en cuenta a la población. Con un ojo en la estabilidad regional y otro en el diálogo interreligioso, el Papa se encontró luego con el Gran Ayatollah Ali al-Sistani, líder del islam chiita, la rama mayoritaria en la nación árabe aunque minoritaria a nivel mundial, y conocido por apoyar la separación entre religión y Estado, una cuestión aún hoy muy en debate entre los musulmanes, no solo en Irak.

En una de las etapas más icónicas de su pontificado, y pese a las advertencias que llegaban desde las potencias para que suspendiera el viaje, Francisco visitó Iglesias de Qaraqosh y Mosul, en el Norte, que habían sido blanco de atentados del Estado Islámico, y desde allí condenó la violencia extremista con diversos mensajes con los que llamó a decir "no al terrorismo y a la instrumentalización de la religión".

Como corolario, en un mensaje que pareció un llamado de atención a varios países de Europa y el Atlántico Norte, se preguntó "¿Quién le vende las armas a estos destructores?".

Si esa histórica peregrinación a Irak fue el punto más alto de 2021, el viaje que hizo a inicios de diciembre a Grecia y a Chipre ocupa también un lugar destacado dentro de las actividades de Francisco en el año.

Enfatizando con hechos concretos las palabras que sostiene desde el inicio de su pontificado, y en una gira con la que buscó llamar la atención de Europa a la eterna crisis de los refugiados del Mediterráneo, Francisco reclamó que los líderes continentales "se pongan de acuerdo" para la distribución de migrantes entre los países del bloque, en línea con los reclamos de los países del Sur europeo que piden políticas de distribución de las personas en cumplimiento de las normas a la libre circulación interna establecida por el Tratado de Schengen.

Durante la gira, el pontífice regresó a la isla de Lesbos, convertida en símbolo de la situación inmigratoria continental, y a la que ya había visitado en abril de 2016 durante otro pico en las recurrentes tensiones europeas por la distribución de las personas que llegan a los países del Sur.

Con la misma fuerza de su "nadie se salva solo" del inicio de la pandemia, el pontífice recorrió las calles del centro de refugiados de Moria2: saludó, abrazó y besó a las personas que sobreviven allí hace años y exclamó al mundo que con el drama de los refugiados "está en juego el futuro de todos".

Como cinco años atrás, cuando había regresado al Vaticano desde Lesbos con 12 personas sirias, el Papa volvió a acompañar sus palabras con gestos, y anunció que la gira por el Mediterráneo fue el primer paso para la llegada de 50 refugiados de Chipre a Roma con apoyo logístico y los gastos pagos por la Santa Sede.

Entre los dos viajes que marcaron el 2021, el Papa había sorprendido al mundo el domingo 4 de julio al internarse en un hospital de Roma para una operación de colon para tratar una diverticulitis que lo mantuvo diez días internado fuera de su residencia de Casa Santa Marta.

Más allá de la preocupación que causaron las primeras horas, el pontífice parece "renovado" tras la intervención, como no esconde relatar a quienes lo han visitado desde entonces. Pero, especialmente, el paso por el qiurófano terminó por clarificar las resistencias internas que las reformas del Papa siguen teniendo dentro de los muros vaticanos.

Fue el propio Francisco quien tras la operación denunció que dentro del Vaticano algunos religiosos ya preparaban la elección de un sucesor: "Algunos me querían muerto. Incluso hubo encuentros entre prelados, que pensaban que el Papa estaba más grave de lo que se dijo. Preparaban el cónclave", dijo.

La operación, además, le sirvió al pontífice para marcar que "nunca" se le "pasó por la cabeza" renunciar.

Horas antes de que se anunciara la operación del Papa, el Vaticano informaba el inicio del juicio a Becciu, apartado de su cargo como prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos en 2020, acusado de montar una organización dentro del Vaticano para manejar de forma ilícita fondos de la caridad pontificia junto a un oscuro entramado de personajes.

Iniciado a fines de julio, el juicio contra Becciu, el primero en la historia que tiene a un purpurado como imputado, sufrió a lo largo del semestre una serie de demoras y pausas que este martes derivaron en una nueva postergación, que obligará a retomar las audiencias el 25 de enero. Al elevar la investigación a juicio, dentro de las 73 páginas dedicadas a analizar la labor del purpurado, la fiscalía vaticana consideró que "también surgieron elementos contra el cardenal Giovanni Angelo Becciu, contra quien procedemos, como exige la ley, por los delitos de malversación y abuso de funciones también en concurso, así como soborno".

En un proceso que empezó con 10 acusados de los que solo quedan seis por errores en las acusaciones formales, el presidente del Tribunal vaticano Giuseppe Pignatone anunció una nueva pausa, hasta el 25 de enero, para dar tiempo a la desgrabación de unas 115 horas de testimonios en audio y video que constituyen uno de los puntos centrales del juicio.

En el proceso, sin embargo, todos los tiempos parecen destinados a alargarse. Los interrogatorios que serán desgrabados, alojados en 53 discos, son los de monseñor Alberto Perlasca, considerado el testigo clave del proceso, a quien se le registraron sus documentos y ordenadores en febrero de 2020: en otra de las vueltas del proceso, Perlasca estaba inicialmente entre los investigados, pero fue luego eliminado de la lista de acusados tras un primer interrogatorio que aún no fue mostrado a las defensas del resto de los involucrados.

Uno de los ejes del proceso es un inmueble en el número 60 de Sloane Avenue, en el barrio Chelsea, de Londres, que según la acusación fue adquirido en 2014 con fondos reservados mientras Becciu se desempeñó como "número 3" de la Santa Sede y que provocó pérdidas millonarias al fondo de caridad que gestiona el Papa.

Becciu y los otros nueve acusados enfrentaban diversos cargos de delitos financieros como malversación, blanqueo de capitales, fraude, extorsión y abuso de funciones, tras más de dos años de investigación a funcionarios laicos y religiosos por supuesta malversación de fondos en la compra y venta de propiedades.

Ex sustituto de la Secretaría de Estado y considerado el "número 3" del Vaticano entre 2011 y 2018, Becciu perdió tras su remoción la posibilidad de participar en un eventual cónclave, y por ende de ser Papa a causa de la investigación. Ahora, el consenso generalizado es que, más allá de las reformas del Papa, en el juicio a Becciu se juega buena parte del futuro del pontificado

Primero, Religión Digital

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