Extraido de "Trama divina, hilvanes humanos" Ed. PPC Anyoli y Leticia: pan partido, repartido, compartido.

Anyoli y Leticia: pan partido, repartido, compartido.
Anyoli y Leticia: pan partido, repartido, compartido. Jose Moreno Losada

Cuando el evangelio se hace grito, el pequeño dignifica y glorifica al que está dispuesto a acompañarle en su debilidad amada y esperanzada. No dejes pasar este relato de Leticia sin entrar en él con tu corazón. Un corpus para creer en la presencia real de Cristo en Anyoli.

CORPUS CHRISTI

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Lucas 9,11b-17

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado». Él les contestó: «Dadles vosotros de comer». Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío». Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta». Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

Dadle vosotros de comer

El oficio de partir el pan, convocar a la mesa, sentarse juntos es divino. Jesús de Nazaret nos ha invitado a hacer memoria viva de ese gesto que alumbra la vida y la gesta en el camino de lo diario y se convierte en la esencia del existir y del ser. Si vivimos no lo hacemos para nosotros mismos, sino para el Señor, en la vida y en la muerte estamos llamados a la comunidad, a la mesa compartida, al camino sinodal que nos lleva a la gloria de lo definitivo, donde el reino se hará banquete de alegría y de felicidad sin límites. Dios se nos dará totalmente y no faltará nadie para que la unidad sea plena. Somos una familia y comemos el mismo pan de la vida.

Anyoli y Leticia: pan partido, repartido, compartido.

En torno al coger, bendecir, partir y repartir de la vida eucarística traigo este testimonio que me llega de Leticia, militante de profesionales cristianos que está en proceso de acogida familiar con el niño Anyoli.

“Ilusionada y cagada a partes iguales” Así suelo responder estos días cuando me preguntan cómo estoy, cómo vivo el momento.

Me ilusiona mucho pasar a compartir la vida con Anyoly, poder enriquecernos el uno al otro, aprender con sus inquietudes de 5 años, descentrarse, poner un poco en riesgo mi estabilidad, descubrirme en tareas en las que no me conozco, crecer. Es raro, no es que quiera ser madre – quizá, en otra situación, en proyecto de pareja sí. Esto es otra cosa. Deseo regalar de esta forma lo bueno que pueda tener (mi familia). Me gustaría ofrecerle un vínculo, un ancla en el que agarrarse en el futuro. Con Fede no pudo ser. Ojalá pueda ser un ancla para Anyoly.

Después de saber que no va a poder volver con su mamá, Anyoly cuenta a Itaxo-psicóloga-terapeuta de Asecal- qué se le pasa por la cabeza. Lo escribe y mete el papelito en el bote de las preocupaciones. Da permiso a Itaxo para leerlo. Sólo viene una frase. ¿Y ahora quién me va a cuidar? Está abierto.

La respuesta le llega de la mano de dos técnicos, Andrea -de la sección de protección a la Infancia- y Noemí – psicóloga de Cruz Roja que lleva el programa de acogimiento familiar. No está solo, le acompañan Paco e Inma. Con mimo, delicadeza y verdad hacen con él repaso de su historia. Le presentaron, en un primer momento, dos casitas plastificadas y fueron colocando dibujos/pictos como los que suelo utilizar yo con mis chavales del insti. La primera casa era la de su mamá. El niño la adora. Es su mamá. En esa casa no faltan dibujos de besos y abrazos, pero sí las rutinas que necesitan los niños y que tienen que hacer los mayores. Por eso fue a la casa de Inma y Paco. Los besos y abrazos siguieron y además multiplicados porque también estaban Vera y Guillermo -sus hijos adolescentes- También las rutinas que ya no tenía que hacer él en lugar de mamá. Pero esta segunda casa era solo para un tiempo, para esperar que mamá se recuperara.

Él ya sabe que mamá aún no se ha recuperado, pero que lo sigue intentando. Por eso aparece otra casita, la de Leticia. En esta nueva casita tampoco le van a faltar los besos y los abrazos, ni tampoco las rutinas y va a poder estar todo el tiempo que necesite hasta que mamá se recupere. Además, también va a poder seguir viendo a mamá y a su primera familia de acogida. En la conversación, aprovechando despistes de los mayores separa la casita de Leticia. Andrea y Noemí la vuelven a juntar. Acepta que acabe la conversación en su lugar.

Creo que el primer contacto fue un flechazo para los dos. Creo que nos caímos bien.

-Hola, usted es Pedrito, ¿no? Encantada de conocerle...

- Noooooo, soy Anyoly -dice sonriendo y medio escondiéndose detrás de Inma.

-Pues encantada de conocerle Anyoly – estrecho su mano y sonrío con franqueza _Yo soy Ataulfa.

- Nooooo, eres Leticia – se parte de risa.

Lo siguiente en el parque fue fácil, echamos carrera, nos columpiamos, me deja que le ayude a trepar… Naturalidad.

La lluvia nos atrapó. Nos despedimos. Dice que sí cuando le preguntan si quiere que nos veamos otro día. Se lleva una maceta, tierra y un plantón de tomate. No lo pudimos plantar juntos, pero ya algo habíamos sembrado. Noemí me manda audios. Me acompaña, es una delicia. Yo respondo con mensajes, no me encuentro cómoda con los audios. Lo hace en cada pasito, da igual si es sábado o domingo o está dentro de su horario. Quedamos también veces fuera de su horario para hablar en la sede de Cruz Roja. Me cuida, me guía. Es una auténtica pasada. Dice que no importa que sea fuera de horario, que es mejor, que así estamos tranquilas, que estos procesos hay que cuidarlos. Me habla de que el camino no es lineal, que habrá pasitos palante y pasitos hacia atrás, pero no retroceso. Habla de que todo es un proceso. A ella ya se lo he dicho veces, me quito el sombrero por cómo desempeña su labor.

Hablo con mis padres, mi hermano, mis tías, amigas, compas de Medina, mis primas..., la noche acaba tarde colgada al teléfono. Se alegran. En mi casa hay más miedo, pero respetan y confían en mi decisión.

Vienen otras dos tardes de parques en Burgos. Nunca antes he jugado tanto al balón. Supongo que no notara que lo del fútbol no va mucho conmigo. Jugamos y reímos. Se despide con un beso y dice que no quiere que nos volvamos a encontrar. Aun así al día siguiente me recibe con una sonrisa. Es muy sonriente. Me gusta.

La tercera tarde, el martes por la tarde, visito su casa. Nervioso, agitado me enseña todas las dependencias: la habitación que comparte con Guillermo, la habitación de Vera -los dos están estudiando- el salón y la cocina, la habitación de Paco e Inma, el estudio de música y de repente dice que quiere enseñarme un álbum. Vuelve a su habitación y trae un pequeño librillo.

- Inma, se lo quiero enseñar a solas- dice mientras me agarra de la muñeca. Le sonrío. Vamos hacia el salón.

Son las fotos que tiene él de bebé. Me enseña fotos de cuando estaba en la barriga, me muestra a su mamá. La adora. También me muestra a su papá, aparece él en la trona, en la camita. Sonríe cuando le digo lo guapos que son todos, lo mono que era de bebé, los mofletillos que tenía…Me comparte lo más íntimo y valioso que tiene. No logro ganarle ni al parchís, ni al lanzamiento de pelota en el pasillo, ni al juego de los palillos y el ratón. No lleva bien eso de perder. Amenazo con dejar el juego si no respeta las normas. Me siento muy agusto con ellos, son todos muy acogedores y naturales. Picamos algo ahí mismo en casa. Está muy rico el chorizo de ciervo. Anyoly en la cena se va quedando dormido, apoyado en el oso de peluche de por los menos metro y medio que ocupa el sofá de casa y que le regaló su mamá. Dice que no a lo de venir el sábado y conocer Medina y mi casa. No le cuesta darme un beso de despedida.

Es jueves y viernes y no nos vemos. Hacemos videollamada. Estoy de paseo con unos compas cuando me llama, le muestro el castillo – sin dragones- que hay en Medina. Me dice que los dragones no existen, que solo están en el infierno. Le digo que yo no lo tengo tan claro, que lo mismo está dentro dormido.

- ¡Mañana nos vemos! ¡Venís mañana a conocer mi casa y Medina! ¡me hace mucha ilusión – me sale decírselo así.

- Nooooo – responde él.

Inma dice que ella sí quiere venir, que tiene muchas ganas, que seguro que lo pasamos bien.

- ¿Pero allí hay para jugar al balón?

- ¡Claro! – le respondo

- Pues entonces mañana voy a Medina.

- Chachi ,le respondo.

Conoce la casa, jugamos al balón, tomamos vermut y comemos. No sé porque viene a cuento la canción de “uno más uno son siete”, no sé porque hablamos de “Los Serrano”. Anyoly dice que también nosotros somos siete: mamá, yo, Inma, Guillermo, Paco, Leticia y … . Se hace el remolón y busca picar a Vera. Parece que entiende, que sumamos, que somos personas que le quieren/le queremos querer.

Visitamos el Alcázar y nuevamente tiempo de balón en el parque. Acaba lleno de arena. Guillermo también. Quiere volver a subir a mi casa. Negocia poder estar medio ratín jugando al balón en el pasillo. Se lava las manos para poder comer un pastel. El baño está al lado de lo que será su habitación.

- ¿Entonces esta es mi habitación?

- Sí- le doy un beso y le ayudo a remangarse la sudadera para lavarse bien. Él sonríe

Se van. Al día siguiente, que es hoy – esta tarde, bajaré a Burgos a pasar la tarde con él. Haremos parque. Inma, le dirá que se tiene que marchar a hacer un recado y que volverá en un rato. Será el primer ratillo que compartamos solos.

Espero que nos vaya bien. Todo pinta a que sí. Aun así, los miedos son irracionales y aparecen. Estoy también cagadilla como decía.

Me preocupa que no nos hagamos el uno al otro, que me sobrepase el ritmo que implica cuidar de un pequeño, poder compaginar mis otros roles de hija, amiga, profesional, mujer, etc, gestionar posibles sentimientos de culpa que me pudieran aparecer por no estar en Palencia tanto como hasta ahora, visualizar la adolescencia con él, proyectar que a lo mejor tengo que lidiar con problemas de salud mental… Arriesgar. Vivir toca.

Corpus Christi: Un Dios que se da partido, a trozos.

Llamados a ser en común. La Eucaristía nos alimenta y nos empuja para construir y animar nuestra comunidad cristiana. No hay Eucaristía sin comunidad, ni comunidad cristiana si no es eucarística. La comunidad es el espacio donde creemos que podemos acompañar y ser acompañados, generar presencia, anuncio, denuncia y otro estilo de vida. En el detalle pequeño y oculto se despliega la fuerza radical del resucitado que se hace presencia real y oculta más allá de lo que tú contemplas.

Queremos crear, desde el amor de Cristo que se nos da como pan, espacios liberados donde el que sufre, encuentra consuelo; donde el sediento, encuentra fuentes de vida y ánimo para saciarse y seguir caminando; donde el que necesita cuidado, acogida y cariño, encuentra la cercanía del otro que le dignifica y le reconoce en su dignidad de humano y de hijo de Dios. La dimensión socio caritativa de nuestra fe y de nuestras comunidades, alimentada con el pan del altar, ha de ser priorizada en nuestras parroquias, asociaciones, movimientos, congregaciones, en toda la Iglesia. Cáritas es un instrumento de concienciación y animación en este sentido, que nos invita a construir la casa de todos.

 Desde la comunidad cristiana, sabiendo que gente pequeña con cosas pequeñas y en pequeños lugares, vamos transformando como levadura y sal el mundo. El horizonte de pan partido y repartido de la Iglesia está claro: habitados y alimentados por la presencia real de Cristo en la Eucaristía, estamos llamados a ser ese pan partido y comido por los hermanos, especialmente por los que tienen hambre y sed de justicia. Así seremos los cristianos, prolongación de esta presencia real de Cristo en medio del mundo, entre los hermanos, y seguiremos caminando hacia la Vida Eterna.

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