María, acorde encarnado en la sinfonía del Magníficat
María, mujer de adviento: Palabra y Vida
Homilía en las exequias de D. Miguel González Núñez
“Desnudo salí del seno de mi madre y desnudo volveré a él”
Introducción:
Venimos a este templo de Granja de Torrehermosa acompañando los restos mortales de Don Miguel. Venimos desde una relación vivida que nos une a él: hijos, nietos, demás familiares, paisanos, compañeros, alumnos, amigos… tantos vínculos que nos han llevado a formar parte de un nosotros en torno a su persona y su vida. Somos hoy comunidad humana y fraterna, y en este momento comunidad cristiana que vamos a cumplir con el deber de dar sepultura al cuerpo de nuestro hermano.
En la armonía, la siembra y la espiga de la vida
Lo traemos con la armonía de una vida en comunión con la naturaleza, con la tierra, con su casa, su calle, su pueblo, sus campos, su doblado, sus lecturas, su charlas y conversaciones, sus encuentros culturales y amistosos, su paisanaje y su identidad. Vuelve a la tierra que le vio nacer y crecer en sabiduría y gracia, robusteciéndose para ser tronco de savia para otros en la sangre y en la cultura.
Lo enterramos con el convencimiento de que sembramos su vivir y lo injertamos en la gloria del Cristo crucificado que ha resucitado y vive para siempre. Hoy es un día de despedida para nosotros, pero de encuentro definitivo para él con el Padre Dios en Cristo por el Espíritu y en el abrazo de todos aquellos amados que caminaron delante de él y traspasaron la frontera de la muerta para llegar a la Vida. Hoy ha sido abrazado en la eternidad en Dios y en todos los que le amaron en su vida, especialmente su esposa querida Carmencita. Nosotros, los que aún caminamos por este mundo esperamos llegar a esa corona que no se marchita para abrazarnos en el amor sin fin, en la vida eterna.
Y ante Dios, en esta tarde de cosecha, de finales de julio caluroso, cuando vemos los montones de trigo en las eras de nuestro pueblo, las que tanto pateó y disfrutó, ofrecemos su vida y sus frutos, los dones con los que Dios lo enriqueció a lo largo de su existencia y con los que él trabajó, hasta ponerse el sol, en la viña de la historia y de la comunidad humana. Hoy queremos orar desde esos dones sagrados y ya eternos.
Miguel: discípulo de vida.
Ante la reflexión personal que publiqué on line para dar cuenta del óbito de su muerte. Miguel su hijo me decía algo clave para entender la vida de su padre:
“Entre las maravillosas cosas que dices hay una que relaciono con una de sus últimas reflexiones (conscientes...momento de lucidez en el Alzheimer)... en uno de los últimos paseos que dio (ya hace unos meses) le dijo a mi hermana algo que me conmovió: "hija, que pronto se va una vida" y es que a su edad y con su deterioro, su motor seguía siendo la curiosidad...el conocer (¡con todo lo que me queda por conocer y hacer!)
Me recuerda al texto evangélico de Jesús cuando no se deja llamar Maestro y corrige diciendo que Maestro sólo es el Padre creador de la vida y la salvación, todos los demás estamos llamados a ser discípulos de la vida, aprendiendo de la propia existencia. Por eso lo más grande que podemos decir de este Maestro que toda su vida fue un “aprender a vivir para saber morir”. Muchos habéis dado testimonio de cómo siempre se relacionaba desde la humildad del aprendiz, y una valoración amable y generosa sobre todo lo que hacían las personas que le rodeaban fueran de su familia o de fuera.
Saber vivir: dar la vida
Desde su infancia vivida en el seno de una familia sencilla de este pueblo: abuelos, padres, tíos, hermana, hijos, nietos… vemos en su historia una vinculación con la realidad con etapas muy definidas:
"La celebración de la vida pocas veces tiene tanto sentido como cuando percibimos la gracia y el regalo de haber conocido y disfrutado a alguien como Miguel. La figura del maestro alcanza plenitud en su servicio y en su entrega en la escuela, como callada vocación por acompañar, hacer descubrir y redescubrir con otros, los más pequeños, la fascinación por la cultura y el saber. Miguel enseñaba como solo los más sabios saben hacer: a todos, con todos y para todos. Pero en la debilidad de los últimos años también tomó cuerpo divino una lección preciosa: la vida es hermosa, en ella experimentamos el amor del Padre y la belleza como regalo. La plenitud de una vocación, la de enseñar, que llega más allá de lo esperado. Que empapa hasta el último aliento. Acompañado y acompañando, Miguel caminó con otros y supo mirar las flores sencillas al borde del sendero. Y yo, hoy, agradecido, las contemplo desde su recuerdo." (Jesús Sánchez, decamo FAcultad de Educación de Badajoz)
"Cuando dices la palabra maestro, te vienen a la memoria, inevitablemente, tu infancia y adolescencia. Cuando la palabra lleva implícita profesionalidad, generosidad, respeto, entrega, dedicación, compromiso, nos referimos con mayúscula al auténtico MAESTRO, esto era D. Miguel González. Como alumno suyo siento orgullo de haber estado en el aula con su sabiduría, con él; su paciencia era exquisita, sus ganas de enseñar y de hacerlo de forma magistral formaban parte de su entrega, personalidad y pedagogía.
La diferencia de edad, lógicamente, no te hacen conocer otros aspectos personales de él que con el paso de los años aprecias y valoras; porque algo intuyes cuando eres niño de su manera de ser, y ya de adulto corroboras su excelencia. Veías aspectos de una alta calidad humana, un ejemplo de honestidad y dignidad.Miguel González ha significado para todos nosotros un ejemplo a seguir, es de esos maestros que dejan huella y que permanecen en nuestra memoria para siempre. Yo seguí su misma vocación y en algunas ocasiones lo he recordado para superar situaciones complejas, he recordado su cariño, su alegría, su buen humor y su compromiso. Recuerdo detalles de sus regañinas, de sus dibujos en la pizarra y también de su afición y buen juego al billar. Hasta siempre MAESTRO.( J. Ricardo Fernández y su grupo de clase, generación del 58)
Sembremos en la historia del pueblo, de la escuela, en la comunidad cristiana, a este hombre de tierra, familia, pueblo y comunidad.
Adios con un poema de su amiga Efi Cubero: "Para eludir la muerte atestiguar la vida".
Soledad
Hallar el corazón
del acontecimiento,
descorrer las cortinas,
reivindicar el hecho
de que siguen aquí.
Para eludir la muerte,
atestiguar la vida.
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