Extraido de "Trama divina, hilvanes humanos" Ed. PPC Bendición y ascensión en la academia. Desde la Complutense

Bendición y ascensión en la academia. Desde la Complutense
Bendición y ascensión en la academia. Desde la Complutense Jose Moreno Losada

Con alegría, bendición y ascensión en la academia

(Desde la complutense)

Los signos que manifestan el sentido comunitario de la humanidad y la armonía con la creación son ya parte de la bendición universal y celestial. Ser parte activa de lo que conduce a la relación de unidad en la justicia y la paz verdadera es la misión de los que se han encontrado con el resucitado en sus propias historias personales. Ayer la catedrática Cristina Bordas señalaba la humanidad del doctorando Álvaro como el mayor valor de su currículum vital. La Ascensión se enraíza en lo sencillo de lo humano.

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Lo que vale y no cuenta

Acabo de llegar de Madrid, he participado en la celebración de la tesis doctoral de Álvaro Mota, joven profesional músico enamorado del piano y del clave, de la historia y de la música, pero sobre todo de la vida. Ayer en la complutense se respiraba en la sala bendición y ascensión, un trabajo de cuatro años intensos entre las orillas de los océanos y las partituras de la música, se hacía lugar de encuentro y bendición mutua. En el tono de la sencillez se escuchó un himno de gloria de lo humano, reflejo de lo divino. Al finalizar la cena protocolaria, la directora de la tesis, Cristina, quiso estar con la familia en la intimidad de Álvaro -yo agraciado y parte d este momento-; la profesora definía el camino de este joven investigador con un aserto fiel: “Álvaro está lleno de humanismo y ese es y será siempre su mejor currículum”, se refería más allá de los éxitos académicos del sobresaliente cum laude que acaba de obtener. Ella reflejaba en sus ojos emocionados y alegres la luz de la ascensión que se hace bendición en la intimidad de un mundo, a veces tan tenso y conflictivo. Hay quien sabe hacer puentes y comunión. Hoy me gusta leer la fiesta litúrgica de la ascensión desde la alegría de lo más humano y lleno de ternura también en la academia.Fuimos testigos de un signo de ascensión en el quehacer del estudio en la comunidad universitaria.

Bendición y alegría frente a la acedia

Bendición y alegría, se exigen mutuamente y se complementan. La alegría nace de la bendición, estamos alegres cuando somos bendecidos con la ternura, la acogida, el perdón, la ilusión; cuando recibimos los cuidados que nos muestran amor y nos reconocen en una dignidad trascendente y gratuita. Del mismo modo, la alegría nos inquieta y nos catapulta para bendecir reconociendo el color, la luz, la vida, lo profundo, lo cuidado, la armonía, la sencillez, el amor. Lo propio de los seres del espíritu divino es entrar en la bendición permanente de Dios y en la alegría de su amor. Cuando vivimos con Él nos adentramos en la verdadera ascensión, en el camino hacia lo alto de la vida y la luz, la vida se transfigura y nuestros ojos se sienten dichosos de poder ver lo que ven y nuestros oídos de poder oír lo que oyen. Los benditos lo son porque han sido revestidos de la fuerza de lo alto.

El Papa Francisco, conocedor de la realidad diaria a pie de calle, nos avisaba de que un gran enemigo de la humanidad y, por tanto, también de la Iglesia, es la acedia -tristeza, desencanto, pesimismo, desnortamiento-. Él avisa de esta tentación que nos lleva a mostrar una Iglesia triste, cristianos que no aportan alegría a la vida. ¿Qué es lo que nos puede hacer caer en el desencanto, en la tristeza profunda en los ámbitos eclesiales y sociales? Posiblemente nos derrumben las complicaciones de la vida, a menudo dura y violenta, en crisis, a no ser que queramos ser ciegos ante la realidad. Las frustraciones de la vida nos pueden llevar a perder la capacidad de asombro y a creer que las cosas son así y no pueden ser de otra manera, que no merece la pena buscar, ni luchar por algo distinto. Cuando eso ocurre, vivimos desmotivados, desorientados, sin horizonte, sin esperanza, sin luz… faltando la alegría de vivir. Y así no podemos portar el Evangelio, así no podemos ser buena noticia.

El evangelio nos habla de volver a Jerusalén –lugar de crucifixión y muerte- con alegría.  La alegría de Cristo como tesoro en el corazón de lo humano, tras la experiencia de la resurrección con la fuerza de su Espíritu. Encontrarse con Jesús es una buena noticia.

No acunemos tristezas y cansancios

Sabemos que la hora que nos toca vivir no es fácil, no estamos en tiempos propicios para cosechar, pero sí para sembrar y regar, aunque sea con dificultad. El obispo Carballo decía recientemente: “no acunemos el cansancio”. Es tiempo para caminar, decía Santa Teresa. No seamos profetas de desventuras diciendo: esto se acaba, pues “quedo yo solo”, como decía el profeta Eliseo. No sucumbamos a la fatiga del corazón, o cuando llegue la “la noche de la fe”, usando una expresión de san Juan de la Cruz. No acunemos la frustración: Toda la noche bregando y no hemos pescado nada”. No digamos como los discípulos, en relación con Samaria, bien conocido por su idolatría: no es tiempo para sembrar   ni para recoger, de este pueblo no se puede esperar nada”.

Agárrate a los signos del resucitado y asciende

La Iglesia del resucitado ha de andar por caminos de encuentro con la vida y la esperanza en medio de la realidad del mundo. No puede dejarse llevar por objetivos y metas que no son los del reino y que son los que provocan agotamiento, decaimiento y desesperanza. Cuando avanzamos por el encuentro sencillo con el evangelio, con la persona de Jesús, y nos dejamos conducir por su amor, nacen motivos para la alegría y esta genera esperanza. La tierra y la historia están llenas de los signos del resucitado y estos se dan en los mismos lugares donde parece que reina la cruz y el dolor. No hay lugar donde no pueda actuar el espíritu vivo del resucitado y nosotros estamos llamados a ser apóstoles ayudando a leer esos signos de vida y de esperanza. No somos profetas de juicios y calamidades sino de esperanza y de Reino que ya se está cumpliendo.

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