Los fracasos comunitarios con los pobres Descendió a los infiernos... en el día de la Ascensión

Descendió a los infiernos... en el día de la Ascensión
Descendió a los infiernos... en el día de la Ascensión Jose Moreno Losada

La soledad suele acompañar la  debilidad de personas desestructuradas. Dicha soledad no se puede curar con compañía que sólo funciona desde la estructura y los medios económicos. La sociedad y las instituciones para poder curar esa pobreza tiene que tener corazón, porque la comunidad no se paga, sólo se crea y se cuida. Hoy la sociedad, a veces, tiene estructuras y medios externos pero así no llega a las heridas de lo humano , que suelen ser muy profundas y necesitan familiaridad, con perdon y generosidad, con la lógica del don. Sólo así pueden ascender los que de una manera u otra le tocó bajar a los infiernos, sobre todo al de la soledad de la calle.

El Negro vuelve a vivir en la calle

Hace unos cinco años en una de mis reflexiones en el cuaderno de vida escribía yo este hecho vivido en la residencia de la granadilla: “Llego a la residencia de los mayores y me recibe con alegría Juan José -muchos le llaman el “negro” o “Chele”-, hoy no me pide nada, al contrario, quiere invitarme, ayer cobró su pequeña pensión no contributiva, pagó la residencia y de lo poco que le queda quiere que yo me sienta invitado. Lleva unos meses y ya se va adaptando, aunque le cuesta. Ayer estábamos en la reunión de vida ascendente, pasó por la puerta y se paró a escuchar. Estábamos hablando de la figura de Moisés que salvó al pueblo, y pensábamos personas que habían sido Moisés en nuestras vidas, en los malos momentos. Le pregunté a él y dijo que ninguna, pero después se lo pensó y corrigió: “Bueno, la verdad que si no es por Antonio yo estaría muerto”. Antonio es el cura la barriada de Suerte de Saavedra, llegó hace años y conoció al “negro”, cuando él vivía tirado en la calle, sometido al alcohol, abandonado. Antonio se acercó a él y no lo juzgó, no le pidió cuentas de su pasado, lo miró con respeto y dignidad en el presente y creyó en él para el futuro. No pensó que lo que le ocurría se lo merecía por la mala vida que había llevado, sino que tocado por el evangelio pensó que podía cambiar y tener una vida mejor y apostó totalmente por él, como haría Jesús. Ahora está “resucitado”, es alguien nuevo, y ayuda a los demás en la residencia. Y lo bueno es que vive agradecido y no siente que le deba nada a nadie.”

Así ha sido durante estos años, pero ayer el “negro” volvió a la calle. Su adaptación a la residencia ha fracasado, no busquemos culpables, pero sí razones. Estaba medio muerto y hubo quién se acercó desde la ternura de la familiaridad, de la cercanía, sin juicio y se desvivió para que viviera. Le acompañó, le dedicó su tiempo, su paciencia y lo salvó, lo llevó a buen recaudo. Nunca lo ha olvidado y ha estado pendiente de él. Ayer el presidente de la asociación de vecinos llamaba a esta persona, el sacerdote del barrio, y le decía que el “negro” anda por aquí en la calle.  Es verdad que su modo de ser, de vivir desestructurado hace difícil su convivencia en lo comunitario, aunque estaba aceptado y querido por otros residentes. Es cierto que no ha pagado lo que tenía que aportar de su pensión. Ha tenido conflictos con residentes y algún funcionario. Por este motivo se le expulsaba de la residencia y se le enviaba a otra en Don Benito. Él no ha sabido gestionar el cambio, lo ha sentido como una expatriación, algo que le arrancaba de los pocos vínculos de vida que le quedan, aunque no los cuide, y no ha aceptado el cambio. Ha cogido su maleta y se ha ido al lugar del que venía, la calle desnuda, muy desnuda. Hoy seguro que se está arrepintiendo de lo que ha hecho, y Antonio lo estará escuchando para volver a acompañarlo y en su agobio, ruptura, destrucción.

La institución le ha dado todo, pero no ha curado su enfermedad más grave, está solo, totalmente solo, le cuesta aceptar el acompañamiento, no es aparentemente capaz, aunque también tiene su ternura y sus sentimientos.  Se hace verdad ese dicho filosófico de que la soledad no sólo se cura con compañía de medios –como ha hecho la residencia- sino que necesita de comunidad, de familiaridad, y eso, aunque nos hemos acercado no lo hemos logrado. Ayer se fue a la calle, seguro que lo sentimos más de uno, pero no somos su familia, porque de serlo, no estaría en la calle, hubiéramos buscado soluciones. La institución no puede dar lo que más necesitamos. Ante la vulnerabilidad más fuerte, no sólo valen medios, hace falta un cuidado de lo humano que va más allá de reglamentos y normas.  Para eso tenemos que hacer red y trabajar en conjunto. Aquí cada uno hemos ido a lo nuestro, una vez más hemos vivido de los pobres, pero sin vivir con ellos. No ha faltado buena voluntad, pero sí red social familiar y comunitaria. No sólo ha fracasado el Negro, hemos fracasado todos, él sólo es un referente de muchos fracasos, de la mayoría que están en las calles desnudas de nuestra sociedad y en la soledad invernal de muchas casas heladas por falta de comunidad. Antonio tendrá que volver a cargar con él y será su hermano, su familia… él decía que había hecho más por su vida que toda su familia junta. El misterio de Dios, del negro y de ese cura anónimo que se ha dejado embaucar por Dios para quererlo y cuidarlo.

José Moreno Losada.

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