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Tú eres mi hijo amado y en tí me complazco
Alejandro, un doblaje muy difícil
Alejandro lo tiene muy claro y sabe que no lo tienen muy fácil, porque casi todo lo tiene que aprender sólo por él mismo como me indicaba. El quiere dedicarse al doblaje y aquí es casi imposible prepararse para ello, habrá que luchar mucho. No sé cómo se definirá en los diagnósticos psicológicos su modo de aprender, de relacionarse, expresarse, podría ser asperge o autismo, o algo sin definir, pero para mí ayer Alejandro fue luz y don. Nos encontrábamos en el bar de las tres campanas en el lugar que llaman del picoteo a medio día, gozando de esa belleza de mezcla entre lo antiguo y lo nuevo, en esa atracción que apunta a futuro redimensionado y reinterpretado.
En el mobiliario han añadido un piano que parece ofrecido al que pasa, yo mismo me había fotografiado humorísticamente tocando aparentemente. Cada uno como es lógico estábamos a la nuestro, cuidando de nuestro propio gusto y de nuestros acompañantes, con nuestras conversaciones, risas, miradas, silencios… y en medio de aquella realidad entró Alejandro con sus padres, tomaron una mesa para degustar algo y él, ni corto ni perezoso, se acerco al piano tomó un asiento y comenzó a interpretar algunas piezas musicales que conoce y que rápidamente hacían eco en las personas que estábamos allí. No hubo presentación, ni reconocimiento, no pidió atención ni aplauso, de hecho, no los hubo. Pero su satisfacción se cumplió en el hecho de decir del modo mejor que sabe que su presencia allí era compartida y que en gratuidad ponía como fondo de acompañamiento para todos, las caricias de cuidados en las notas bellas y dulces, que sabían a abrazos y besos. A mí me recordaron a las palabras que acaban de pronunciar en el altar Juan e Isabel, que se unieron en matrimonio en la soledad, pared de al lado, y que lo hicieron con un lenguaje nuevo y creativo dirigido a la comunidad que celebraba.
Ahora quien presidía esta celebración tan lúdica y de descanso en este lugar tan emblemático era joven sencillo, Alejandro, que sueña con el doblaje, que estaba asistido por el acolitado de su madre y padre, que le sirvieron en ese momento de público y de todo y que salieron gloriosos y satisfechos de haber visto a su hijo tal cual es, con personalidad y protagonismo en su propia forma de ser y de decirse y darse a los demás. Nos comentaron que tiene su versión propia de la música de la pantera rosa, cuyo dibujo llevaba en su camiseta, esperamos la ocasión en la que él con libertad nos la quiera dar y nos desee enriquecer con su generosidad y don.
Allí cada uno estaba a lo suyo y tú Alejandro estuviste ocultamente a lo nuestro, para alegrar ese momento y ayudarnos a descansar y relajarnos, me recordaste al maestro de Nazaret cuando se puso a lavarle los pies a sus discípulos para que se sintieran queridos y grandes. Tu nos llenaste de dignidad a todos en ese ejercicio tan sencillo de darnos lo mejor que tenía en ese momento, tu música y tus notas de trasparencia y verdad, eres como eres, aunque te definan como te definan. Desde luego en ese momento fuiste de todo menos discapacitado, autismo o asperge, fuiste luz, belleza, arte, cercanía, descanso, gozo… ya te digo no sé como definirte, aunque sí se cómo interpretarlo porque los cristianos estábamos en la víspera de Pentecostés y yo te noté lleno del Espíritu Santo y de su fuego amoroso. Además, noté después que te conocía mucha gente y te apreciaban por tu camino escolar y de aprendizaje, o sea, que también hay que definirte como amigo y comunitario. En tu personalidad no hay doblajes, seguro, tú eres auténtico.
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