María, acorde encarnado en la sinfonía del Magníficat
María, mujer de adviento: Palabra y Vida
Extraido de "Trama divina, hilvanes humanos" (Ed. PPC)
Oración de un apóstol de Jesús
Ojalá mi discipulado pase por el tinte fiel del “hágase” de tu Palabra en mí y ahí fundamente todo mi ser y hacer, que con tu palabra construyamos y conformemos la comunidad y mi propia vida personal dentro de ella. Hazme hombre de tu Palabra, que ella me posea y me configure en tu llamada y tu gracia como buen pan para tu pueblo. Que el trabajo con tu evangelio me descubra tu paternidad y maternidad en la gestación de Cristo en la comunidad por la acción del Espíritu.
Aléjame de la tentación de llevar mi propia palabra, de imponer o dominar; que yo sea verdaderamente siervo del Verbo encarnado. Que contigo sirva a la liberación y tu palabra llegue a ser auxilio universal de toda la humanidad. Que nunca olvide que sólo tú eres la Palabra, que la siembras en los corazones y sólo me pides mi colaboración para saber acompañar, recibir y acoger los frutos de todo lo que tú has fecundado y has hecho germinar con tu Espíritu en medio de la humanidad, en todos sus rincones y lugares anónimos de la historia.
Necesito, así te lo pido, que llegue apasionarme, hasta el sufrimiento y el llanto, en el amor y la gestación de la comunidad, en el deseo profundo de que tú vivas en el interior de cada hermano y puedan sentir la fuerza vivificadora de tu sangre y de tu pan partido que nos reúne en el verdadero altar de lo más humano y lo diario, donde tú te haces presente resucitado.
Que en las comunidades y el ejercicio de mi ministerio el evangelio sea el fundamento y sus frutos abundantes alegren el corazón del mundo, en especial a los que sufren y se pierden, a los cansados y agobiados de la vida. Que tu reino de vida, verdad y alegría les llegue a borbotones.
Libérame Jesús de la parcialidad de tu mensaje y de tu persona, la que oculta e hiere tu verdad y excluye a los hermanos. Que sea apóstol de tu verdad sin rupturas y de toda la comunidad sin rechazo alguno, en el deseo de servicio a toda la humanidad. Que nunca por agradar o por seguridad traicione tu verdad, en búsqueda de mí mismo para asegurarme yo. Que sepa adentrarme en el camino de la fe y su verdad, que no caiga en la religiosidad sin fondo ni luz, instalada en la mundanidad.
Jesús, buen y único pastor del Padre, quiero ser tu testigo. Que tu Espíritu me adentre en tu testimonio verdadero para que yo pueda ser signo de tu amor para mis hermanos a pesar de mi debilidad y mis pecados, desde tu perdón y tu gracia. Necesito seguir escuchando y sintiendo tu llamada amorosa: “Sígueme”. La necesito y la quiero.
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