Templo, ley y liberación: los inmigrantes y la iglesia #ILPregularización y Ana (Carmen...) la profetisa (Lectura creyente)

#ILPregularización  y  Ana (Carmen...) la profetisa (Lectura creyente)
#ILPregularización y Ana (Carmen...) la profetisa (Lectura creyente) Jose Moreno Losada

"TODOS SOMOS UNO CON LOS DEMÁS"

El grito de la inmigración lo hizo Dios mismo ley, recordando al pueblo judío que también ellos fueron esclavos y forasteros en Egipto. Las 710.000 firmas para regularizar a los 500.000 inmigrantes no dejan de ser una forma sencilla de cumplir la ley de Dios, o lo que es lo mismo, un gesto de ciudadanía que expresa amor y verdad, que quiere salvación. La iglesia en su imperfección, tiene muchas personas, mujeres en concreto, como esta discreta Carmen que se siente también pecadora y con defectos, que son verdaderas profetisas de una nueva ley, es un gozo cuando las encuentras en lo más anónimo y escondido de la urbe y la muchedumbre, como me ha ocurrido a mí en Madrid.

La ley, el oráculo y la liberación

INMIGRANTES

La ley regula y purifica, ha de favorecer la comunión con los otros y la pureza ante Dios. Ha de ser ejercida y vivida con el verdadero espíritu para que no se pervierta, divida y corrompa. Los que son de auténtica ley, los justos y humildes, tienen el verdadero espíritu y ven mucho más que la letra y atisban lo que es liberador y salvador. Las normas han de estar para sanar, salvar, liberar. De ellos vienen los oráculos y celebran lo que ven. Los más sencillos y fieles, no solo lo ven, sino que se hacen testigos en la magnitud de lo diario y de lo pequeño, presentando a los cuatro vientos la verdad de la liberación y la salvación. Ahí están sin duda los personajes de nuestro evangelio de hoy: María, José, Simeón, Ana. Está claro que Jesús no ha venido a abolir la ley, sino a darle pleno cumplimiento, desde los detalles más pequeños como pueden ser un par de tórtolas o dos pichones, con él comienza una nueva ley, la que salva sin límites y definitivamente. Los que creen en él buscan y construyen la nueva ley del reino en medio del mundo.

"Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén"

Profetas de hoy: la ILPregularización

Ayer en las redes y también en el grupo de wasap de la parroquia de la Guía (Madrid), que frecuento, había tono de gozo y alegría, con mesura y con esperanza. Se hablaba de que se había logrado –no teníamos todas con nosotros- el voto favorable de todos los grupos parlamentarios, excepto VOX, para que se tome en consideración de la ILP REGULARIZACIÓN. Todos los emoticones que se subían al chat eran de corazones, aplausos, signos de victoria, acompañados de gracias, gracias, gracias. Algunos, como Pedro –militante político en “por un mundo más justo”- daba enhorabuena y agradecía la participación de todos en la campaña de recogida de firmas y ambientación para mover la voluntad de los políticos ante esta votación para la tramitación de la ley.  En su comentario señalaba un detalle muy importante: “Por cierto, aquí –en la comunidad parroquial- tenemos a la persona que ha metido las 710.000 firmas, ella sola, en el ordenador, que ha recogido todas las firmas de correos en su casa y que nos daba de comer en su mesa grande cuando íbamos a colaborar… y que tiene un corazón mayor que el que ha puesto en el chat. Gracias Carmen”.

La respuesta de Carmen fue inmediata: “Pedro, TODOS SOMOS UNO CON LOS DEMÁS” –emoticones de llamas encendidas y corazones vivos-. Hoy al encontrarme con este evangelio que habla de templo, ley, Simeón y Ana, junto a los padres de Jesús, no puedo menos de pensar como hecho de vida el templo pequeño de esta comunidad en la que yo como un advenedizo he conocido a Pedro (Simeón) y he tenido alguna conversación muy interesante con Carmen (profetisa Ana) sobre este tema de liberación y lucha política en favor de los inmigrantes.

Hablando con Carmen me interesó mucho su persona y su militancia activa. Fue tras la eucaristía de un Domingo en la que habíamos compartido la palabra y el pan de vida. Los que la rodeaban comentaban la vivencia de comunidad que habían tenido durante mucho tiempo en su casa con motivo de la campaña de recogida de firmas para la regularización de los inmigrantes. No se realiza una regularización en nuestro país desde hace veinte años.

Carmen anda alrededor del templo de la vida y la sociedad con el deseo de su verdadera purificación en orden a la verdad, la libertad y la dignidad humana. Su trayectoria….

Lo último que le escuché es que hay que ir respondiendo a la problemática del futuro de las personas mayores y como ella ya se va viendo en las puertas de esa etapa anda promoviendo una comunidad de vida para ir planteándose comenzar a vivir juntos y realizar un ámbito de verdadero cuidado compartido entre personas que desean tener una vejez de comunión y cercanía, en la que se sepan facilitarse las cosas y poner las bases del cuidado mutuo. Como podéis ver una “profetisa” con perspectivas de presente y de futuro, para que cuando llegue estemos preparados.

La ley de la vida

Algo hemos hecho mal con la ley del Señor, cuando muchas personas piensan que es lo que les aleja de Él. Jesús también tuvo que luchar para poner la ley en su verdadero sitio, en el corazón del Padre a favor de sus hijos. La invitación del Maestro a ser perfectos como lo es Dios, pasaba inevitablemente por desear ser compasivos como él. Una ley que lo es de compasión y misericordia. Nos puede parecer contradictorio, pero esa impresión viene por la mala gestión que hemos hecho de la verdadera Ley, la que el Señor quiere meter en nuestros corazones para que su conocimiento esté en toda la humanidad y en todos los montes de la tierra.

La Ley de nuestro Dios, es la que ha marcado su actuar y su ser en medio de nosotros, su referente absoluto es el Enmanuel, cuando el creador se determina a sí mismo, tras una larga historia de salvación, para ser criatura y religarse con su amor a todo lo creado para llevarlo a plenitud. Él es el fundamento y el sentido de todo lo que se va revelando como reflejo de la voluntad divina en el marco de lo normado en favor de la humanidad y de todo lo creado.

La sabiduría bíblica nos da explícitamente la razón última de todo lo realizado como obra de Dios en la naturaleza, en la humanidad, en toda la historia, por amor creó, por amor eligió a su pueblo, por amor lo acompañó continuamente y lo sostuvo –aunque le fuera infiel-, por amor se hizo carne y entregó a su hijo único, por amor murió en la cruz y por ese mismo amor fue resucitado y exaltado, como ley suprema para la esperanza y la vida eterna.

El horizonte de la compasión y la misericordia, el amor puro, es la clave de interpretación de toda ley, lo que no contribuye en esa dirección no es de ley, no es de amor, no es de Dios.

Lo que se juega la iglesia en medio del mundo, allí donde hay dolor, sufrimiento, esclavitud, violencia, muerte, desigualdad, desprecio, condena, prejuicio, opresión, es la identidad de su propia ley. Ella existe para amar y sólo le está permitido aquello que realmente cuida, sana, cura, libera y salva. La ley y las normas en su interior siempre han de estar revisadas y transformadas para que realmente respondan a su horizonte y su objetivo último de amor verdadero y de salvación universal. Y movida por ese interés del evangelio no le puede ser indiferente lo que legisla y normativiza la relación entre los humanos y de estos con la naturaleza. La Iglesia está llamada en medio del mundo a comprometerse con la gestión del mismo y mancharse las manos en el compromiso social y político desde el ejercicio de una verdadera ciudadanía para ejercer la caridad política, que el Pablo VI, decía que era un modo excelso de vivir ese amor cristiano. Todos sin exclusión estamos llamados a preguntarnos continuamente, para vivir en el amor excelso, sobre nuestra verdadera ciudadanía y cómo participar e implicarnos para que la ley única de Dios que es el amor penetre los entresijos y huecos y pueda liberar y salvar a los que están oprimidos y excluidos en nuestro mundo. El grito de la inmigración lo hizo Dios mismo ley, recordando al pueblo judío que también ellos fueron esclavos y forasteros en Egipto. Las 710.000 firmas para regularizar a los 500.000 inmigrantes no dejan de ser una forma sencilla de cumplir la ley de Dios, o lo que es lo mismo, un gesto de ciudadanía que expresa amor y verdad, que quiere salvación. La iglesia en su imperfección, tiene muchas personas, mujeres en concreto, como esta discreta Carmen que se siente también pecadora y con defectos, que son verdaderas profetisas de una nueva ley, es un gozo cuando las encuentras en lo más anónimo y escondido de la urbe y la muchedumbre, como me ha ocurrido a mí en Madrid.

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