"… y vuestros ancianos soñarán sueños" (Act 2,17) José Moreno Losada: "El sueño de José y del papa Francisco"

El sueño de José
El sueño de José

"¿Es posible soñar hoy? La realidad es evidente, la situación del mundo es embarazosa"

"Francisco, nos invita a entrar en el sueño del José creyente en 2021. Lo hace desde su ministerio de obispo de Roma, que le hace presidir en la caridad una iglesia universal, rota por la realidad de ella misma"

"La pandemia es lugar de verdad y de luz, de sueño y de interpelación. Solo la humanidad desnuda cubierta de lo entrañable tiene salvación y vida para compartir y amar en la eternidad"

"El sueño de José y Francisco, nos invitan a entrar en el sueño de Dios. No es posible que el sueño de Dios nos permita dormir y no soñar"

¿Es posible soñar hoy? La realidad es evidente, la situación del mundo es embarazosa. Hay quien piensa que son signos de parto, ante la nueva creación que se avecina y hay quien sueña y sabe que la salvación está cerca, aunque andemos rodeados de grandes nubarrones. Otros lo ven como destrucción y final agotador, como señales de muerte instaurada y bendecida por la pandemia última. Ahí está la tensión, entre la realidad y el sueño, lo real y lo verdadero, lo deseado y lo soñado. Y aparecen estos dos personajes, el de san José y el del Papa Francisco, dos soñadores llenos de realismo y de acción.

El papa nos propone mirar la figura de san José en este próximo año 2021 y lanza la idea el ocho de Diciembre, en el calor entrañable de la fiesta de la Inmaculada, en ese sueño de una humanidad sin pecado que se abre al amor divino hecho ternura en un cuerpo de mujer y en un niño engendrado en su seno. Lo hace desde ese anónimo hombre nazareno, de masculinidad tan fuerte como callada, de fe profunda y de colaborador sincero de los planes de lo divino y lo ilógico. Anonimato, silencio, fe y colaboración radical por un sueño divino y amado a favor de una humanidad necesitada de salvación.

Francisco, nos invita a entrar en el sueño del José creyente. Lo hace desde su ministerio de obispo de Roma, que le hace presidir en la caridad una iglesia universal, rota por la realidad de ella misma que se siente pecadora y ensimismada, en medio de un mundo que parece gritar agonizante. Y lo hace soñando, un papa viejo, cansado, que se sentía llamado a vivir en la discreción de la oración y la acción de una vejez entregada en silencio y ocultamiento, pero que el sueño de Dios le ha llevado a morirse poco a poco, en público, significativamente, llevando a la iglesia y a la humanidad por sueños insospechados.

Me emocionaba ver el programa que nos ofreció televisión española en la segunda cadena el día de su 84 cumpleaños, se me saltaron las lágrimas al ver que me queda un tercio de vida – mis últimos cuartos- y que no tengo derecho a dejar de soñar al lado de este hombre de Dios, que nos está confirmando en la fe y en la comunión de lo divino y lo humano. Le ha ocurrido al Papa como a José, que cuando se iba a retirar a un lugar tranquilo, residencial en pobreza y oración, dejando a la institución caminar por sus fueros en sus jerarquías y cargos, Dios le pide en sueños que haga soñar a la humanidad para que despierte a lo mejor, y que reconstruya su Iglesia al modo de Francisco para unos tiempos nuevos. Y ahora no hay quien le pare porque cree en Dios y lo hace en la Iglesia, para servir al mundo. No es un líder, no es su vocación, es un hombre elegido en su debilidad para que la salvación de Dios, en Cristo, por la fuerza del Espíritu se anuncie y siga llegando el reino de Dios hasta nosotros.

El programa televisivo era evidente, en este contexto de adviento sigue resonando la pregunta de Juan el bautista en ese momento apocalíptico, como el nuestro, “¿eres tú el que ha de venir…? Id y decid a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven… y a los pobres se les anuncia la buena noticia.” Está ocurriendo hoy, en la sencillez de José, en el gesto de esta ancianidad, se está cumpliendo un sueño, un grito de esperanza que surge y alegra los corazones de los más pobres de este mundo. La revolución de la ternura y del cuidado, por encima de los poderosos de la tierra, de los empobrecedores de lo humano y de lo divino. Se trata de un nuevo nacimiento, al estilo de Nicodemo, ¿no lo notáis? La iglesia tiene que vestirse de pesebre y de pan, le sobra todo lo demás. Nos está costando, no es fácil soñar, sobre todo si hemos pasado muchos años durmiendo y se nos han pegado los hábitos de lo mundano ciego sin horizonte del cielo. No hemos sabido sopesar los bienes de la tierra amando intensamente los del cielo, en la misma iglesia, y ahora nos cuesta la conversión. No es fácil desnudarse, envolverse en pañales y acostarse en pesebre. No es fácil ver ahí la salvación, pero no hay otro lugar para lo eterno que el amor cifrado en la ternura y en el cuidado de los últimos y de los débiles.

La pandemia es lugar de verdad y de luz, de sueño y de interpelación. Solo la humanidad desnuda cubierta de lo entrañable tiene salvación y vida para compartir y amar en la eternidad. Ahora es momento de salvación, pero esta pasa por el sueño de lo humano hecho trozos de ternura, entraña y cuidados fraternos. La vacuna necesita corazón verdadero y entrañable para ser efectiva.

El sueño de José y Francisco, nos invitan a entrar en el sueño de Dios. No es posible que el sueño de Dios nos permita dormir y no soñar. Hoy es el tiempo de los sueños fraternos y de la vida desnuda y amada, des los que despiertan y hacen realidad lo soñado, hoy es tiempo de gracia, para la justicia y la equidad, para el amor regalado. Hoy los mortales, junto al niño envuelto en pañales y acostado en el pesebre, saben que hay una razón, un por qué para la esperanza y está al alcance de los más sencillos y de los más pobres, porque su precio es de eternidad regalada, absolutamente gratuita.

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