. Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco». Venid a un sitio tranquilo. Misión y descanso

Venid a un sitio tranquilo. Misión y descanso
Venid a un sitio tranquilo. Misión y descanso Jose Moreno Losada

Equipo apostólico y lugar comunitario

Jesús cuida de sus apóstoles y especialmente cuando vienen de la misión. Lo hace buscando espacios tranquilos donde compartir y así descansar. El descanso de apóstol es fundamental y su lugar preferente ha de ser en la comunidad junto al maestro. Cada uno tendrá sus propios espacios y momentos de silencio, contemplación, soledad, descanso, pero el equipo ha de buscar momentos sanadores y evangélicos donde la contemplación de la misión se haga tranquilidad y descanso. Hasta el sitio ha de reunir condiciones favorables de sencillez y paz, pero sin dejar de ver la multitud que anda sin pastor y busca nuestra luz y nuestro amor. Aunque los misioneros sea muchos la misión es única.

Venid a un sitio tranquilo

diaconos

Nuestro Dios no es el poderoso que impone rapidación y tensión en la misión. Más bien lo contrario. La propia creación va con la cadencia de lo ordenado en la paz y en la luz, cada mañana, cada tarde, cada noche, la acción va concatenada con la paciencia que requiere el nacimiento de lo real y lo auténtico. Nada forzado, todo a través de la palabra suave que tiene como única fortaleza que se cumple con sencillez y naturalidad. Bendita naturalidad que emerge de lo divino y quiere convertirse en clave del ser.

El éxodo y su historia de liberación va por el mismo camino de un Dios calmado que va encontrando lugares y personas para la acción y fortaleciéndoles para ella. El propio Moisés es llamado en el lugar de la calma y la tranquilidad, tras la huida de los espacios faraónicos. En la tranquilidad del Sinaí recibe las leyes de la vida y del amor. Y los conduce a la tierra prometida donde mana la leche y la miel donde se vive en la paz y el descanso del pueblo elegido.

Los profetas vienen de la tranquilidad y de la seducción y Dios los acompaña en la misión para que no pierdan el horizonte en los momentos de dificultad. Desde ellos Dios llama e invita al pueblo a la esperanza del descanso y la tranquilidad, con el agua pura que les purificará, con los montes y los valles que se igualarán, con las mesas de un banquete universal lleno de alegría y de paz con los manjares de la fraternidad universal.

Jesús se muestra fiel al Padre en la invitación a darle a cada día su afán, a saber vivirlo sin perder la calma y el calor de lo sereno, como los lirios del campo y los pajarillos que saben vivir y ser de cada momento, sin agobiarse continuamente por el mañana. Él sabe estar con los amigos, sentarse a la mesa, pasear por el campo, respirar a fondo en la madrugada y gustar el silencio de la noche en la soledad del que contempla lo vivido. Por eso cuando llama a sus discípulos y apóstoles no olvida esta dimensión, sino que más bien la cuida y la propone continuamente. Siempre que hay una acción y que tiene algún carácter extraordinario, ya sea antes de realizarla o una vez hecha, busca el tiempo, el espacio, el modo para profundizar en lo vivido en el clima de la brisa donde Dios se hace presente.

Dios no está en el ruido constante, en la acción desmesurada, el deseo de eficacia y de éxito, en el aparataje agotador, en los momentos espectaculares. No está en el agotamiento de los activistas sin fondo. Tampoco en las programaciones y reorganizaciones asfixiadas y agobiantes como profetas desesperados de los baales. Dios se hace presente en el proceso del camino compartido, en el dejarse hacer para la misión dando todo el protagonismo a Jesús y al evangelio. En aquello que se contempla con fe y con profundidad como el grano de mostaza y la pequeña levadura en la masa.

La Iglesia hoy en su revisión pastoral y en su conversión organizativa ha de tener presente esta invitación a lo calmado y profundo. Ha de irse al lugar de lo tranquilo y adentrarse en la soledad habitada para volver a ser como aquellos discípulos que invitados por Jesús se sentaban a su alrededor con el espíritu de leer en creyente el momento y no buscar estrategias, sino dejarse llenar con paz de los verdaderos sentimientos de Cristo, aquellos que se adquieren en la relación personal y comunitaria con él. Hoy necesitamos de equipos apostólicos que tengan claro que no hay misiones en la iglesia, sino que solo existe una misión, la de evangelizar, y esto nadie puede hacerlo por su cuenta y con sus fuerzas, sino en Cristo como equipo apostólico. Necesitamos tiempos y espacios para adentrarnos en esta mirada de nuestro quehacer como seguidores de Jesús.

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